lunes, 21 de julio de 2014


































  Transcribo un fragmento del reportaje al maestro Daniel Barenboim  que se publicó en el suplemento Espectáculos del diario  La Nación de ayer domingo.

  Barenboim es el ideal de artista al que aspiro, aunque sea en una pequeñísima medida, emular. Un artista que sin apartarse ni negociar con su obra y precisamente a través de ella, mantiene una conducta ética de vida, creando y proyectando su labor en beneficio de la humanidad sin esperar resultados inmediatos. Sembrando para las generaciones venideras.  El arte como una manera de vivir y dejar legado.



Cualquiera imaginaría a Daniel Barenboim rodeado de un ejército de asistentes.  Sus compromisos al frene de la Staatsoper de Berlín, sus obligaciones como director musical del Teatro alla Scala y su papel al frente de la West-Eastern Divan Orchestra bastaría para alentar esa presunción.  Sin embargo, si Barenboim necesita cambiar el horario previsto para una entrevista, insistirá él mismo varias veces por teléfono, sin mediación, hasta dar con quién debía entrevistarlo.  Y lo hará, con completa naturalidad, desde cualquier lugar del mundo, que en este caso es Milán.  Hay ahí un indicio de la manera en que el maestro entiende la relación con los otros. (…)  Lo que vuelve fascinante la conversación con Barenboim es la manera en la que, al hablar de música, pone al desnudo su inteligencia.  (…)
-¿Qué es lo que más admira de ella (Martha Argerich) como pianista?
-Muy simple: no hay nadie en el mundo que toque el piano tan bien como ella desde el punto de vista instrumental.  Pero lo más extraordinario es su naturalidad, su fantasía y su imaginación tan desarrollada.  Parece que estuviera improvisando, aunque por supuesto no es así: el gran arte consiste en haber pensado todo y en hacerlo como si se le ocurriera a uno en el momento. (…)  Nunca en la historia hubo tanta gente culta, realmente culta, que no tenga ninguna conexión con la música.  Para eso hay un solo remedio: lograr una revolución en la educación musical.  No es normal que los chicos aprendan en la escuela literatura, biología, matemática y nada de música.  La idea no es que se vuelvan ejecutantes, sino que aprendan a conocer algo de música.  Esto solamente sería un gran progreso para la humanidad.  La música no es apenas algo que da goce, se aprende también mucho de ella.  La música entra al cuerpo por el oído y el oído está mucho más cerca del cerebro que el ojo.  El oído tiene una anticipación de siete meses respecto de los ojos.  A los cuarenta y cinco días, en el vientre de la madre, el bebé ya empieza a oír.  Después, nos olvidamos por completo de educar el oído.  Y el oído sirve para la memoria y da un contenido emocional, lo que mejora la calidad de vida.  Así que no es una cosa de lujo ni elitista.  (…)  Sin educación musical, los oídos se cierran.  Ahora hay música en todas partes, en los aviones, en los ascensores, en los restaurantes, menos allí donde debería estar: en el corazón y en el cerebro.
-Un poco al margen de la música, hay algo que no puede pasarse por alto en estos días y es la escalada de violencia en el conflicto entre israelíes y palestinos.  Además, el papa Francisco llamó hace poco a una jornada de oración por la paz en Medio Oriente. ¿Es optimista sobre el éxito de esa gestión?
-No, no lo soy.  Y no soy tampoco optimista en lo que se refiere a la solución del conflicto entre israelíes y palestinos en este momento.  Veo que ambas partes se alejan cada vez más del problema central.  El conflicto israelí palestino no es un conflicto que pueda resolverse militarmente; ni siquiera políticamente.  No es un conflicto como todos los otros que conocemos en la historia, entre dos naciones que suelen disputarse fronteras, o agua, o petróleo.  Acá no tenemos un conflicto entre dos naciones, en principio, porque Palestina no es aún una nación.  Lo que tenemos son dos pueblos profundamente convencidos de tener derecho de vivir en un mismo pedazo de tierra.  Y eso, sin el otro.  Por lo tanto, no hay posibilidad de compromiso.  De todos modos, hay que felicitar al papa Francisco por haber invitado al Vaticano al presidente israelí y al presidente palestino para rezar juntos, no importa que sean religiosos o no.  Al hacer eso el Papa parecía estar diciendo: con medios normales de negociación no se va a conseguir la solución del conflicto.  Hay que buscar una cercanía entre los dos pueblos. (…)  …Cada vez estoy más convencido de que el Divan, el proyecto con Said, nada de eso hubiera sido posible si yo no hubiera pasado mi infancia en la Argentina, donde  hay no sólo una tolerancia del otro sino una aceptaciones de identidades múltiples.  En la Argentina, uno puede ser judío, alemán y por eso no menos argentino.  Esa particularidad se debe al hecho de que una gran parte de la inmigración fue una inmigración económica.  No eran refugiados.  Era gente que vino a buscar suerte y fue aceptada.  Cada vez estoy más convencido de que los años de mi infancia en la Argentina me educaron de esa forma.  Una de las más grandes alegrías que tuve fue en 2005, cuando estuve con la orquesta del Divan en Buenos Aires y el Centro Islámico me dio un premio e invitaron a niños de escuelas judías, católicas y musulmanas.  Eso me emocionó mucho.  Algo así sería imposible en otros países.  Cada vez me siento más cercano a la Argentina.  Antes era el bife y el dulce de leche, ahora es mucho más.”

BARENBOIM - El pensamiento de un humanista, Pablo Gianera, La Nación, 20 de julio de 2014, pág. 1 y 8 suplemento Espectáculos.

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