Transcribo
un fragmento del reportaje al maestro Daniel
Barenboim que se publicó en el
suplemento Espectáculos del diario La Nación
de ayer domingo.
Barenboim es el ideal de artista al que
aspiro, aunque sea en una pequeñísima medida, emular. Un artista que sin apartarse
ni negociar con su obra y precisamente a través de ella, mantiene una conducta
ética de vida, creando y proyectando su labor en beneficio de la humanidad sin
esperar resultados inmediatos. Sembrando para las generaciones venideras. El arte como una manera de vivir y dejar legado.
“Cualquiera imaginaría
a Daniel Barenboim rodeado de un ejército de asistentes. Sus compromisos al frene de la Staatsoper de
Berlín, sus obligaciones como director musical del Teatro alla Scala y su papel
al frente de la West-Eastern Divan Orchestra bastaría para alentar esa
presunción. Sin embargo, si Barenboim
necesita cambiar el horario previsto para una entrevista, insistirá él mismo
varias veces por teléfono, sin mediación, hasta dar con quién debía
entrevistarlo. Y lo hará, con completa
naturalidad, desde cualquier lugar del mundo, que en este caso es Milán. Hay ahí un indicio de la manera en que el
maestro entiende la relación con los otros. (…)
Lo que vuelve fascinante la conversación con Barenboim es la manera en
la que, al hablar de música, pone al desnudo su inteligencia. (…)
-¿Qué
es lo que más admira de ella (Martha Argerich) como pianista?
-Muy simple: no hay nadie en el mundo que
toque el piano tan bien como ella desde el punto de vista instrumental. Pero lo más extraordinario es su naturalidad,
su fantasía y su imaginación tan desarrollada.
Parece que estuviera improvisando, aunque por supuesto no es así: el
gran arte consiste en haber pensado todo y en hacerlo como si se le ocurriera a
uno en el momento. (…) Nunca en la
historia hubo tanta gente culta, realmente culta, que no tenga ninguna conexión
con la música. Para eso hay un solo
remedio: lograr una revolución en la educación musical. No es normal que los chicos aprendan en la
escuela literatura, biología, matemática y nada de música. La idea no es que se vuelvan ejecutantes,
sino que aprendan a conocer algo de música.
Esto solamente sería un gran progreso para la humanidad. La música no es apenas algo que da goce, se
aprende también mucho de ella. La música
entra al cuerpo por el oído y el oído está mucho más cerca del cerebro que el
ojo. El oído tiene una anticipación de
siete meses respecto de los ojos. A los
cuarenta y cinco días, en el vientre de la madre, el bebé ya empieza a
oír. Después, nos olvidamos por completo
de educar el oído. Y el oído sirve para
la memoria y da un contenido emocional, lo que mejora la calidad de vida. Así que no es una cosa de lujo ni elitista. (…)
Sin educación musical, los oídos se cierran. Ahora hay música en todas partes, en los
aviones, en los ascensores, en los restaurantes, menos allí donde debería
estar: en el corazón y en el cerebro.
-Un
poco al margen de la música, hay algo que no puede pasarse por alto en estos
días y es la escalada de violencia en el conflicto entre israelíes y
palestinos. Además, el papa Francisco
llamó hace poco a una jornada de oración por la paz en Medio Oriente. ¿Es
optimista sobre el éxito de esa gestión?
-No, no lo soy. Y no soy tampoco optimista en lo que se
refiere a la solución del conflicto entre israelíes y palestinos en este
momento. Veo que ambas partes se alejan
cada vez más del problema central. El
conflicto israelí palestino no es un conflicto que pueda resolverse militarmente;
ni siquiera políticamente. No es un
conflicto como todos los otros que conocemos en la historia, entre dos naciones
que suelen disputarse fronteras, o agua, o petróleo. Acá no tenemos un conflicto entre dos
naciones, en principio, porque Palestina no es aún una nación. Lo que tenemos son dos pueblos profundamente
convencidos de tener derecho de vivir en un mismo pedazo de tierra. Y eso, sin el otro. Por lo tanto, no hay posibilidad de
compromiso. De todos modos, hay que
felicitar al papa Francisco por haber invitado al Vaticano al presidente israelí
y al presidente palestino para rezar juntos, no importa que sean religiosos o
no. Al hacer eso el Papa parecía estar
diciendo: con medios normales de negociación no se va a conseguir la solución
del conflicto. Hay que buscar una
cercanía entre los dos pueblos. (…) …Cada
vez estoy más convencido de que el Divan, el proyecto con Said, nada de eso
hubiera sido posible si yo no hubiera pasado mi infancia en la Argentina,
donde hay no sólo una tolerancia del
otro sino una aceptaciones de identidades múltiples. En la Argentina, uno puede ser judío, alemán
y por eso no menos argentino. Esa
particularidad se debe al hecho de que una gran parte de la inmigración fue una
inmigración económica. No eran
refugiados. Era gente que vino a buscar
suerte y fue aceptada. Cada vez estoy
más convencido de que los años de mi infancia en la Argentina me educaron de
esa forma. Una de las más grandes alegrías
que tuve fue en 2005, cuando estuve con la orquesta del Divan en Buenos Aires y
el Centro Islámico me dio un premio e invitaron a niños de escuelas judías,
católicas y musulmanas. Eso me emocionó
mucho. Algo así sería imposible en otros
países. Cada vez me siento más cercano a
la Argentina. Antes era el bife y el dulce
de leche, ahora es mucho más.”
BARENBOIM - El
pensamiento de un humanista, Pablo Gianera, La Nación, 20 de julio
de 2014, pág. 1 y 8 suplemento Espectáculos.
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