miércoles, 16 de julio de 2014


  Cuando confirmé mi participación en la Segunda Bienal Internacional de Arte Contemporáneo  de Argentina, que se celebrará en el Borges el próximo octubre (www.bienalinternacional.com.ar) me tuve que enfrentar a dos cuestiones: 

1ro.: Conseguir el dinero para costear mi espacio (ya que por más que a uno lo “inviten” bajo preselección de obra a exhibir, debe abonarse una suma considerable –casi sinónimo de exorbitante en estos tiempos- que presuntamente cubre gastos y catálogo no alcanzados por los auspiciantes).

2do.: Elegir la obra a presentar.


  Lo primero no requirió demasiado análisis: si mis ingresos por mi trabajo “civil” no me alcanzan por mérito de la inflación que nos agobia, recurriré a mi “fondo pro taller”, ya que es hora de que asuma que si tras casi quince años ahorrando para poder comprar un taller digno de ser llamado así no he logrado superar ni el 10% del monto requerido, mejor será que use ese dinero para algo más realista.  Cuestión concluida.

  Lo segundo es más complejo.  Gran verdad: cualquier problema que se soluciona con dinero no es problema, es un precio.
  Al principio, al recibir por mail la “invitación”, me pedían el envío de imágenes para preseleccionar la obra a exhibir en la Bienal.  Expliqué –por mail también- mi disyuntiva: imágenes podía enviar pero mi interés era mostrar lo más nuevo de mi obra, lo que está todavía sin concluir.  Ofrecí mi blog para poder apreciar en integridad mi trabajo, pero a estas alturas no tenía una imagen definitiva de la obra que iría al evento.

  No sé si visitaron  el blog o si ya conocían mi trabajo (presumo  lo que estuvo expuesto  en Mirá Festival de Arte en el Recoleta el pasado abril).  Me respondieron que no había problema. Que cuando tuviera listo lo que quería exhibir enviara las fotos.  Que confirmara la participación con el  pago.  Así que pagué la primera cuota y –se entiende- ya estamos adentro.


  Lo que quisiera presentar, porque me gusta  y lo considero “muy mío”, es El Portal de las Listas de Ángeles y Demonios.  Pero me enfrento al problema de que es imposible de fotografiar si no está colgado en una pared.  Y ya sabemos que yo tengo TERMINANTEMENTE PROHIBIDO poner clavos en las paredes de mi casa.  Y El Portal necesita, mínimo, 11 clavos a distintas alturas…  

  Puedo fotografiar individualmente cada parte, pero no tienen gracia.  Necesito retratar el conjunto, montado de distintas maneras.  Y que sea una imagen impecable para el catálogo, que es lo que en definitiva permite difundir la obra más allá del evento en sí y a través del tiempo.  Pero no se me ocurre como hacerlo sin obtener el destierro de mi domicilio por martillar las paredes.  No encuentro como superar este obstáculo material.  No tengo dónde ni como colgarlo.  Clamo al cosmos: ¡¡¡sugerencias, por favor!!!  Pero por ahora sólo el silencio me responde.



  Entonces estructuro un Plan B.  Soy hiperkinética, me es antinatural quedarme plañiendo por lo que no pudo ser.  Me decido a hacer otra cosa también “muy yo”,  algo en esencia para mi propio disfrute.  Es decir: mucho dibujo, mucho desnudo, mucho cachivache.  

  Arranco sobre un paspartú blanco de un metro por setenta, dibujando con una lapicera un planisferio ilustrado del 1600.  Las lapiceras de tinta en gel (con las que suelo dibujar) no están entrando al país y el precio de las que quedan se disparó hacia lo ridículo, por lo que me resigné a una microfibra verde Staedtler.  Durante casi un mes estuve trazando línea por línea, puntito por puntito. Un auténtico placer.




Ahora ya tengo ese primer dibujo de soporte para trabajar sobre él un provocativo desnudo femenino que tenía en mi archivo al aguardo de su momento de gloria.  Pero para poder empezar (lo que planifico para el fin de semana) necesito laquearlo.  Y ya con el barniz en aerosol en la mano me paralizo con la duda: ¿y si se corre?  Sé que la tinta en gel aguanta porque lo he hecho antes, pero la tinta de la fibra ¿tendrá la misma resistencia?  ¿Y si la humedad del barniz hace que los bordes se expandan o se confundan?  ¿Y si se borronea todo? 


  El vértigo me mareó, volví el aerosol al armario y huí a refugiarme en mi biblioteca.  Supongo que mañana recuperaré el coraje y el propósito.  Necesito la laca para que el kerosene con el que diluyo el óleo no arruine la base, así que o lo arruino con el barniz o lo arruino con el kerosene.  Si no va a ser no será.  La cobardía (o la prudencia, o el sentido común, o como sea que se llame) no es mi fuerte y me dura poco.      Pero será mañana.  Por ahora me limito a escribir esto a guisa de réquiem y despedida.







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