Una cosa lleva a la otra. O no.
Yo suelo divagar con mucha facilidad, saltar de una idea a otra, y de
ahí a más allá. Después vuelvo y otra
vez me desvío y termino, invariablemente, donde no iba. Como alguien que salta de piedra en piedra
para cruzar un arroyo, pero se distrae a medio camino y decide seguir con los
pies en el agua persiguiendo un barquito de papel de diario que navega
solitario y desafiante arroyito arriba con destino desconocido.
Vuelvo y me explico.
Tengo una semana libre, de vacaciones en mi trabajo civil. Había planificado
dedicar estos días a pintar y acabar dos o tres pendientes (mis Demonios,
La
Inquisición en América, una bandeja con una soberbia odalisca y la vitrina
con la caja larguirucha que junté de la basura en la calle), aprovechando la
luz de las mañanas. Pero hoy llovió torrencialmente desde la madrugada, y
entonces no hay luz natural en mi taller, y me quedo en la cocina, donde sólo
puedo dibujar en pequeñas dimensiones y con auxilio de una lámpara de escritorio.
Y dibujo por
fuera de lo planificado, dibujo como “ejercicio”
y como juego. Dibujo sin segundas
intenciones, sólo por el disfrute de ir haciendo. Sin buscar ni pretender, sólo por el mientras
tanto. Dibujar por dibujar.
Y en la mesa de la cocina tengo mi computadora, y a
la par de dibujar y tomar un mate, reviso los mails con la dejadez propia de quien está de vacaciones.
Puede que no prestara atención a nivel consciente,
puede que esta sea una justificación intelectualizada de lo que sabía
perfectamente que estaba haciendo. Los hechos son así: mi amiga, la que se indignara hace un par de
días por la censura de Facebook sobre
unas obras de arte que incluían desnudos, entró a mandarme enlaces con un montón
de entradas de Face que incluían desnudos
fotográficos más o igualmente dignos de censura que las versiones estilizadas y
plásticas que de hecho fueron prohibidas.
Ella esperaba
que mi indignación hiciera juego con la suya y me sumara a su nueva cruzada. Suele tener su cupo de causas perdidas al mes
en la que descarga su exceso de energía y su resignado idealismo que no puede
aplicar en su vida cotidiana como (¡pobre!) asesora
en una dirección de cultura municipal dónde lo más "cultural" que hacen es el diseño de los afiches políticos que loan
los méritos inexistentes del actual intendente que va por la reelección. Sí, ya sé, todos somos mercenarios. Uno se gana la vida como puede no como
quiere. Se malvende la fuerza de trabajo
no el alma que uno querría tener. Es la
vida real.
Vuelvo. La
cuestión es que ella me mandó las imágenes con la esperanza de que yo
colaborara con su queja indignada y sus acciones en consecuencia. Creo que se trataba de unir voces de protesta o algo así. Ella sabe que yo no actúo en redes sociales
así que obviamente no esperaba en serio que participara en nada. Puede que sólo fuera que me tiene en su
cadena de mails. No sé y, que su dios me
perdone, tampoco me importa demasiado indagarlo. Pero los enlaces que me envió –por cortesía y por respeto a su esfuerzo- los miré.
Y me perdí en varias de las imágenes a las que arribé por ellos.
Tras tres o cuatro horas me encuentro con un dibujo, muy satisfactorio, que surgió
de esas fotos no censuradas de Facebook. Y entonces me pregunto: ¿es eso un plagio? Probablemente sí, ya que estoy “copiando” una foto de otra persona. Me apropio de la visión ajena. Pero dibujar una foto, ¿es plagiar?
No sería
plagio si argumento que es la visión de otro vista desde mi visión. Mi visión
aunada a mis obsesiones y preferencias. O sea: el desnudo es de otro, la arcada, el
mapa, la mistura de materiales son míos.
Pero sigue siendo plagio si argumento que robé la
postura, la tensión en los músculos de la espalda de la chica, la fuerza y el
poder en las manos y los muslos de él.
No es plagio porque, como es mi karma, los pies de
él los hice soberbiamente desproporcionados.
¿Por qué los pies masculinos me salen TAN MAL? Uno no puede plagiar como se debe si no sabe
hacer pies.
Es plagio porque fácilmente se reconoce la visión
ajena en una obra mía. Soy en
consecuencia de cómo alguien –ignoro quién- fotografío a esa pareja en postura
tan íntima y vibrante.
No es plagio porque yo podría haber contratado a una
pareja para que como modelos vivos posaran en la misma postura.
Es plagio porque no contraté a nadie.
Podría seguir así durante horas pero me distraigo en
otra cosa. Curiosidad. Subí hace un par de meses un contador de visitas
a este blog. Y suelo demorarme en “analizarlo”,
tratando de ver desde dónde se supone que han visitado este espacio en el
día.
No confío mucho en la fidelidad de
la información que me provee, ya que
cuando yo entro me marca como que estoy en “Wilde” cuando yo estoy en
“Lanús”
(cerca, pero no es lo mismo). Y me
pregunto si realmente será de “Mountain View” la persona que –presuntamente-
lee este blog apenas subo una entrada (al menos eso es lo que marca el contador
y el área de estadísticas de blogger).
Si ese alguien de Mountain View tiene ganas de sacarme de la duda o
corregir el error geográfico en el que, tal vez, incurre Geovisite, mi mail personal es gabyfarnell@gmail.com
y
me encantaría tener contacto real con alguien que de verdad está del otro lado
y lee estas tonterías mías. Prometo responder agradeciendo la satisfacción de mi curiosidad (que, como todos sabemos, mató al gato).
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