“Creo
que mi amistad con Borges procede de una primera conversación, ocurrida en 1931
o 32, en el trayecto entre San Isidro y Buenos Aires. (…) En 1935 o 36 fuimos a pasar una semana en una
estancia en Pardo, con el propósito de escribir en colaboración un folleto
comercial, aparentemente científico, sobre los méritos de un alimento más o
menos búlgaro. Hacía frío, la casa
estaba en ruinas, no salíamos del comedor, en cuya chimenea crepitaban ramas de
eucaliptos.
Aquel folleto significó para mí un valioso
aprendizaje; después de su redacción yo era otro escritor, más experimentado y
avezado. Toda colaboración con Borges
equivale a años de trabajo.
(…) Por dispares que fuéramos como
escritores, la amistad cabía, porque teníamos una compartida pasión por los
libros. Tardes y noches hemos conversado
de Johnson, de De Quincey, de Stevenson, de literatura fantástica, de
argumentos policiales, de L´Illusion
Comique, de teorías literarias, de las contrerimes de Toulet, de problemas de traducción, de
Cervantes, de Lugones, de Góngora y de Quevedo, del soneto, del verso libre, de
literatura china, de Macedonio Fernández, de Dunne, del tiempo, de la
relatividad, del idealismo, de la Fantasía metafísica de Schopenhauer, del neocrisol de Xul Solar, de la Crítica del
lenguaje de Mauthner.”
Adolfo
Bioy Casares, Libros y Amistad – Museo Emecé Editores S.A. Buenos Aires
2002, pág. 11/13
“La
Leche Cuajada limpia el organismo del hombre; adentro de él, ensancha su
vida. Los mayores arcanos suelen estar a
nuestro alrededor; también algunas maravillas; la costumbre excusa la
conciencia, miramos sin ver y, lo que es peor, creyendo que nada queda por ver
y vamos a lo remoto, menos inalcanzable que lo inmediato, en busca de esfinges
y de maravillas. El elixir de la larga
vida, de los cuentos y de algunas débiles fallas de nuestra desesperanza, es
por todos conocidos: la Leche Cuajada, alimento de Matusalén.”
La Leche Cuajada de la Martona (Según
Daniel Martino el folleto tuvo dos ediciones y se repartió en la cadena de
lecherías de La Martona) –fragmento- Op. cit. pág. 26/27.
Sur
Nro. 29 de febrero 1937, Año VII
“Ya que
yo tengo el privilegio de ser amigo personal de Bioy Casares, quiero hablar de
sus principales, esenciales pasiones,
Una es, desde luego, el ejercicio de las letras.
El oficio de escritor es un oficio continuo,
ya que no tiene, digamos, entreactos; ya que estamos continuamente pensando en
la palabra justa, soñando personajes imaginarios. Vivimos en un oficio que no tiene
horarios. El horario es la vida del
escritor. Y Bioy Casares se ha dedicado
a ese oficio plenamente. Quiero decir
que ha leído, que ha escrito, que ha roto, que ha corregido y que, finalmente,
con bastante desgano, ha publicado.
Ha publicado, como decía Alfonso Reyes, para
no pasarse la vida corrigiendo. Por eso
publicamos los escritores, para cambiar de tema, para pasar a otra cosa. Pero los libros de Bioy Casares, ciertamente,
no pasarán.
(…) Bioy Casares es uno de los máximos
escritores argentinos. Esto es un lugar
común, pero los lugares comunes suelen ser verdades evidentes y por eso
conviene repetirlos.”
Jorge Luis Borges, Epílogo, Op. Cit. pág. 248/249.
"A veces uno ve que tiene muchísimos libros y que pocos de esos libros son hospitalarios. Es lo que uno siente en ese momento: uno quiere un libro para leer un rato. Y aunque los libros son de Balzac o Dickens o de todos esos autores seguros, sin embargo no son lo que estás deseando en ese momento preciso. Y esto me recuerda una historia que leí, de un hombre a quien posee el diablo. Y la posesión del diablo se manifiesta en eso. Porque el hombre ve la Odisea y dice: "Qué estupidez esta Odisea, qué pavada de los griegos". Ve La divina comedia y dice: "Este tonto de Dante que trata de vengarse de sus enemigos poniéndolos en e infierno." Ve El paraíso perdido: "Este estúpido de Milton...", etcétera, etcétera. Y así sucesivamente. Era una cosa bastante graciosa, porque era la exageración de lo que uno siente un poquito, ¿no? Uno no va a decir que La divina comedia es estúpida, ¿no?, pero a veces puede haber algo que te quite las ganas de entrar en ella. Y ese texto -que, en ese sentido, me pareció juicioso al atribuir la posesión diabólica a algo que de algún modo todos sentimos- ha desaparecido de mi vida. Lo estoy buscando desde hace ocho o diez años; no sé de qué autor era ni sé en que libro está: ha desaparecido para siempre. (...) No solamente he sido influido por autores menores que me han gustado, o que me gustan, sino también por autores que ya no me gustan más. (...) ...por autores totalmente disímiles unos de otros, y a veces he sido influido al mismo tiempo."
Adolfo Bioy Casares, Siete conversaciones con Adolfo Bioy Casares, Fernando Sorrentino, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 2001, pág. 194/195.
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