Cuando recibí ayer el
flyer de difusión (eso que antes llamábamos por estas tierras
un volante o afiche publicitario) y el programa de actividades de la 2da. Bienal Internacional de Arte
Contemporáneo de Argentina tuve,
literalmente, un ataque de nervios. No
porque no tuviera presente las fechas sino porque con mi personal teoría del timing ayer era apenas 22 de septiembre
y yo tenía que tener todo listo recién para el 30.
Pero con este
recuerdo inesperado las cosas se me aceleraron, sentí la lógica presión que
debe sentirse en estos casos y tome conciencia de que, todo muy lindo, pero
tras el “pequeño” accidente (¡habitual!) en mi
demasiado chico y poblado taller uno de los fragmentos enmascarados de
mi políptico se había chuequeado espantosamente y ya no coincidía con la otra
mitad de máscara que debía componer en el montaje. Esto había pasado hace días,
yo tenía presente que debía arreglarlo o camuflarlo o inventar alguna versión
que disimulara el defecto. Pero eso requería pensar en la cuestión y venía negándome
a ello. ¿Por qué? ¡Qué sé yo!
Andaría a la espera de la correspondiente “inspiración”. Citando a Serrat en la versión a dúo con Sabina: “las musas han pasado de mí, -han
pasa´o de ti-, andarán de vacaciones…”
Ayer incautamente
abrí el mail, comprendí que mi margen de acción se había reducido
drásticamente, entré en pánico y, como corresponde a cualquier psicótico que
somatiza, me pasé el resto del día absolutamente enferma.
Hoy hice acopio de
coraje, sentido común y resignada voluntad y me dispuse a arreglar el
estropicio y a ocuparme seriamente de conseguir los pitones y soportes
necesarios para poder colgar el conjunto.
Aunque aquí siga la veda de clavos, debo alistar cada pieza para que
pueda colgarse y, que al hacerlo, cada bastidor quede paralelo a la línea de la
pared porque si no el efecto de la figura conjunta se vería alterado por los
desniveles.
No me divierten
particularmente estas cuestiones logísticas.
Por un lado, a que negarlo, ¡soy tan torpe!; cuando juego con tenazas,
pinzas, destornilladores y martillos acabo destrozándome las manos sin lograr
jamás colocar ni un clavo ni un tornillo derecho (a más de quebrar las finas
maderas de pino de los bastidores). Por
otro lado, lo que es más grave, me distraigo terriblemente pensando en nuevas
posibilidades de lo que sea mientras sea algo distinto a lo que tengo que
hacer. Cuando debería abocarme a ver como hago para colgar derecha una obra
estoy absolutamente interesada en utilizar algo que rompí o algo que encontré
en esa tarea para realizar otra obra que hasta ese momento no tenía la más mínima
concepción en mi cerebro pero que de pronto es la única razón de mi
existencia.
Supongo que un
psicólogo le pondría nombre de síntoma a mi errático patrón de conducta. Para él sería una patología de manual, para
mi es mi realidad normal y no tengo
más remedio que enfrentarla. El tic-tac,
tic-tac de los plazos me acompaña como música de fondo. En fin, habrá que ponerse a trabajar…
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