martes, 16 de septiembre de 2014

De como la “teoría” puede –si se lo permite- destruir la cultura real de una nación.


  En las últimas entradas estuve dándole vueltas al asunto de cómo una teoría sostenida sólo por teoría puede darse de bruces contra los hechos sobre los que se supone teoriza.  Pero el último fin de semana me enfrenté al más extremo y perverso ejemplo real de esta discordancia: el discurso oficial de nuestra actual Ministra de Cultura en la apertura de la reunión de Mercado de Industrias Culturales Argentinas, MICA produce NEA (Noreste Argentino),  celebrada del 12 al 15 de septiembre de 2014 en Resistencia, Chaco.

  Voy a guardar silencio sobre la aberrante contradicción de “industria” y “cultura” que se ha escogido por alguien muy afecto a las siglas simpáticas para nombrar el proyecto (¿por qué no “desarrollos” culturales?  ¿O “emprendimiento” culturales?).  Voy a limitarme a citar literalmente el discurso de la Sra. Parodi (actúo con total buena fe, lo extracto de la página oficial del Ministerio):

   ““La manera de pensar el país desde la cultura está en el primer lugar de este proyecto político; la cultura siempre fue una herramienta para decir un mensaje; como dice la presidenta, hoy la cultura es el mensaje.” (…) La ministra definió el Mercado de Industrias Culturales Argentinas (MICA) como “el resultado contundente de un intenso trabajo que se viene realizando y que nos hace bien colectivamente”. “Este es un modelo de gestión colectiva con un estado comprometido que se basa, fundamentalmente, en la inclusión, la equidad, la diversidad, la libertad de expresión y la soberanía”, resaltó la funcionaria nacional.  “Me gusta ser una mujer del interior de un país que puede mirar con otra profundidad como somos”, concluyó Parodi. (…)  El objetivo de los MICA Produce es mejorar la producción, la visibilidad y la comercialización de los productos de las industrias culturales en todos sus sectores (diseño, audiovisual, videojuegos, artes escénicas, editorial y música). Además, busca promover los vínculos entre los productores, para profundizar los logros obtenidos en las anteriores ediciones del MICA y los Pre MICA, que se llevan adelante desde 2011.”




  Bien.  Es definitivo: ya destruimos todo; vaciamos de contenido hasta a la cultura.  La cultura es el mensaje, dice la ministra citando –según afirma- a la presidente.  La cultura ya no es (al menos en la pretensión del actual régimen de gobierno) el desarrollo natural de las pulsiones creativas y de identidad de un pueblo, producido a lo largo de los años y atado al contexto temporal y geográfico de cada área o región.  Ya no es lo que se ha “cultivado” (cultura viene etimológicamente del latín cultivo, derivando el concepto en la época clásica del cultivo agrario al cultivo de las disciplinas espirituales y filosóficas) sino el “mensaje” que en determinado tiempo y contexto, y motivado vaya uno a saber por cuales intereses (¿políticos? ¿manipulación del poder? ¿retención hegemónica de la cosa pública?) se pretende imponer.

   Entendiendo la cultura como mensaje circunstancial, poco importa lo que se hizo antes (lo que se ha cultivado a lo largo de los años) sino lo que se necesita decir hoy, que puede ser completamente distinto y hasta contradictorio a lo que se querrá –o necesitará o convendrá- decir mañana.  No se necesita coherencia.  No se necesita cohesión ni lógica.  Sólo se necesita ser el poder de turno y como la “cultura” nacional es una mera herramienta política todo lo demás no importa.

  Es el mensaje (hueco, impuesto, acomodaticio y tendencioso) lo que vale y no más  la honesta y legitima expresión de una comunidad que la identifica y define.  Es como negar la identidad del tango como producto cultural rioplatense.  El tango ya no tiene valor per se por reflejar la vida y la fe de un lugar y un tiempo.  Hoy sólo vale como expresión cultural la cumbia que cante las debidas loas a la década ganada.  Solamente si canto a favor de Cristina hago cultura (doy el mensaje), porque sin mensaje no hay cultura, y el mensaje lo dicta el poder.


Repito lo que ya me escucharon decir demasiadas veces:  ¿cómo pudimos llegar a esto?

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