Bandeja
Enmascarada #7
Descargo de culpabilidad: Las plumitas
blancas del tocado eran parte del souvenir
de una boda en la que actué como algo así como una madrina (en un culto extraño, de esas
seudo sectas evangélicas que bien no se saben de qué van – la “pastora” tenía rastas y calzas de leopardo, así que no me adentré a cuestionar
credos ni filosofías-), pero como ellos están más cerca del divorcio que de las
bodas de algodón supongo que reciclarlas en un detalle de la #7 no es del todo desleal.
Aclaro: no estoy hiriendo susceptibilidades
ajenas. Sé que ellos nunca llegarán a este blog, porque me conocen en mi otra
vida, en esa en que juego en un plano absoluto de normalidad al punto que quién
me trata en virtud de mi trabajo civil me incluye en sus propias celebraciones familiares. Ellos ignoran por completo
quién está detrás de la máscara con la que me ven desde hace casi veinte
años (¿tendrá algo que ver esta afición mía
con la vida externa que llevo? Otro tema de terapia que jamás habré de tratar…).
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