jueves, 18 de junio de 2015



     Sabed que el gran secreto de nuestro arte es gobernar a los hombres, y que la única  manera es no decirles nunca la verdad.  No os comportéis según las reglas del buen sentido; desafiad a la razón y presentad con valor las absurdidades más increíbles.  Cuando sintáis que estos grandes principios flaquean, retiraos, recogeos en meditación y recorred la tierra; veréis entonces que las extravagancias más absurdas se convierten en objeto de culto. (…) La tumba de san Medardo ha reemplazado la sombra de san Pedro, la cubeta de Mesmer la piscina del filósofo nazareno; recordaos que el primer resorte de la naturaleza, de la política, de la sociedad es la reproducción, que la quimera de los mortales es ser inmortales, conocer el futuro aunque ignoran el presente, ser espirituales, mientras que ellos y todo lo que los rodea son materia. (Marqués de Luchet Mémoires autentiques pour servir á l´histoire du comte de Cagliosto – Berlin 1785.)”

Umberto Eco, Entre Mentira e ironía  Random House Mondadori S.A. Uruguay 2013, pág. 24/25.


    Eco cita este pasaje en su ensayo sobre Cagliostro y el Conde de Saint-Germaine (Migraciones de Cagliostro), quienes para nosotros hoy serían dos imprensentables farsantes vividores que más que admiración nos causarían risas y a los que jamás tomaríamos en serio.  Sin embargo, la argumentación que se les atribuye no dista mucho de los principios que nuestros políticos aplican cada día y sin embargo ahí siguen, ejerciendo el poder, desgobernando la Nación y arruinándonos la vida un poquito más a cada minuto.  La única manera de gobernar es no decir nunca la verdad.  Creo que deberíamos juntar el desparramo de la mesa, barajar y dar de nuevo.  Algo no cierra en esto de las democracias “populistas” latinoamericanas.  Al menos yo ya me estoy hartando deldesafiad a la razón y presentad con valor las absurdidades más increíbles” que se trasluce en cada discurso, en cada cadena nacional y en cada acto de gobierno.  ¿Podemos evolucionar, por favor?  ¿Podemos priorizar por un rato el sentido común?  Pareciera que nunca llegamos al límite del ridículo y del disparate bizarro.  ¿Sigue habiendo más?  Pareciera…
 
 
 
 

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