“… el gran hombre le dice cierto 9 de julio
a su paciente cronista: ´Una cosa le
falta a ese libro (Seis problemas para don Isidro Parodi) para que pueda ser
considerado muy bueno: le falta el éxito.
Yo no sé si sin éxito una obra puede ser muy buena´. El comentario
bien podía ser irónico o paródico, como don Isidro, porque con Borges nunca se
sabe. Pero no deja de plantear una cuestión
interesante. El efecto, el más inequívoco
criterio que todos aplicamos para determinar que una obra literaria es
realmente buena, grandiosa, clásica… es el éxito. (…)
Tenía razón Chesterton cuando definía a un autor clásico como ´un rey del que se puede desertar, pero al
que ya no se puede destronar´. Es el
peso purpúreo del éxito, ni más ni menos.”
Fernando
Sabater, El Placer de la Lectura – Elogio
(cauteloso) del bestseller Random House Mondadori
S.A. Buenos Aires 2015, pág. 61/63.
El éxito
(entendido como fama y fortuna) es lo que determina la calidad. No hay que con qué darle a esa premisa
universal. Van Gogh no tuvo éxito –en vida- por lo que su obra es
necesariamente pésima. Que después se
lea distinto (ergo, sus precios actuales)
no es mérito de Van Gogh sino de los
críticos y marchand que han sabido comercializar sus obras “engañando” al público ignorante que no se
ha enterado de la falta de éxito de Vincent,
lo que implica que sus trabajos (sublimes, conmovedores, inmortales)
por los que pagan millones son en realidad una porquería. Ya se sabe, el mérito está en el crítico jamás en el artista.
Esta
argumentación sobre la función determinista de fama y fortuna -como todo lo vinculado a las masas, y me
asumo snob si es necesario- es estúpida. Y como vivimos rodeados de estúpidos, regidos
por estúpidos, comunicados por estúpidos, obviamente pareciera una
incuestionable verdad y allá vamos todos, como manada, atrás del éxito al
precio que sea malvendiendo nuestra autenticidad y nuestras convicciones a fin de obtener el reconocimiento
popular, la fama, porque de ahí a la fortuna -se supone- hay un pasito de bebé.
Claro, seguramente. Todo es una
rotunda estupidez. Pero como parece que es así nomás, mejor me
retiro. Hagan lo que quieran.
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