Ayer el
magnífico pintor Raúl Fantino (http://www.arquetiposmetaforicos.blogspot.com), de
Rio Negro, en la majestuosa Patagonia Argentina que se refleja en
la exuberancia colorística de sus obras, dejó este comentario en la entrada
sobre el criterio contractual de la Fundación
arteBA:
Apenas
leerlo, me vino a la cabeza el coincidente análisis de Avelina Lésper que hace poco también subía al blog. Puede leerse en ese artículo:
“…en
artista sólo te convierte tu trabajo, la constancia de estar creando siempre,
preparándote, estudiando y demostrando con tus obras que mereces ese título”.
Los 'artistas contemporáneos'
no merecen esa etiqueta porque sus propuestas careen de rigor, subsisten sólo a
través de una sobre-argumentación, atributos que los mismos creadores les dan,
pero nunca de manera independiente.
Actualmente hacer arte es un ejercicio ególatra, los performances, los
videos e instalaciones están hechos con tal obviedad que abruma la simpleza
creadora, y son piezas que en su inmensa mayoría apelan al menor esfuerzo, y
que su accesibilidad creativa nos dice que cualquiera puede hacerlo…
“Un artista está respaldado por
sus obras, no está destinado como tal a priori, sin haber tenido una
trayectoria y algo que avale ese título. Lo que demuestra la calidad artística
son las obras…”
Cierto, ¿dónde está el arte? si cualquiera
haciendo cualquier cosa se autotitula “artista”
y sale impunemente a desacreditar el esfuerzo, la constante búsqueda, la lucha
contra las propias limitaciones técnicas y expresivas, el testimonio de vida
que se va dejando en el camino a la par en que nos obstinamos en una tarea
incomprendida, nada redituable, absolutamente visceral y -en parámetros
economicistas- absolutamente inútil. Las naderías
del arte borgeanas.
No puedo
contestar al maestro Fantino dónde
está el arte en estos tiempos, pero creo que puedo al menos sugerir un lugar
donde NO ESTÁ: en arteBA
y en otros eventos de ese tipo, donde lo que luce es la impronta discursiva
vacua, los despliegues publicitarios y de pose artificial y pretensiosa, el puro
marketing y circunstancial moda consumista y efímera.
¡Gracias
por leerme, Raúl, y muchas más por
entender y manifestar que ser pintor es otra cosa, y que vale la pena ir contra
la corriente mientras uno se deja conducir por esta auténtica pasión! (Quizá en esa pasión esté definitivamente el verdadero
arte…).
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