Preguntas
retóricas.
-¿Y por qué necesitás ser original todo el
tiempo?- me pregunta, dándole a “original” una entonación despectiva que hizo
que sonara significando “estúpidamente
extraña”. Podría haberla
insultado. Ultima novia recién salida de
la pubertad de un viejo verde que gusta de coleccionar ex esposas cada vez más
jóvenes. Quizá la pregunta real era por
qué yo permitía esa ficción de amistad prolongada año tras año pese a nuestro
ostensible antagonismo. Pero es cierto,
la gente es rara, yo soy rara, el sentimentalismo me inclina a conservar los
presuntos amigos de la juventud, sobre todo aquellos a los que me vincula una
total antipatía que hace disculpable que con él se tome licencia mi buena
educación.
La miré
intentando que se me reflejara el desprecio por toda la cara y le respondí con
amabilidad de mujer mayor paciente ante cría idiota:
-Por
qué soy artista. Se supone que ser
original es uno de los requisitos básicos para obtener la credencial y mantener
la matrícula.
Lo tomó
literal -¿a quién le extraña?- y
negando con su cabecita insistió en hacerme entender:
-Está bien que hagas cosas
originales, pero una vez que hacés una, sobre esa idea podes hacer variaciones. ¿Para qué hacer todas las máscaras distintas? Hacés una y el resto es la inicial pero
cambiando el color o algunos detalles.
Ella lo
decía en serio; su novio cincuentón contenía la risa refregándose la nariz como
si estuviera con un ataque de alergia; yo quería ahorcarla pero mi adiestramiento
de anfitriona me impedía la reacción. A ella
le había gustado la máscara con los flequitos, la #3, pero había comentado que si en
vez de calas tuviera margaritas, y más amarillos que dorados, combinaría perfecta con los almohadones de su
sofá.
Ella
estudiaba diseño y algo relacionado al branding institucional y corporativo. Acabará trabajando en publicidad como
todos. Dicen que es brillante, una
auténtica promesa. Perdonen que tenga
mis reservas.
¿Cómo
llegué a someterme a esta situación? Ya
recuerdo: les dejé ver en mi taller los avances de la Bandeja Enmascarada #5 y comenté la idea que me obsesiona
para la #6: que la máscara ya no
esté adherida a la bandeja, sino en el aire y por delante de ella. Una idea encantadora pero
que todavía no se me ocurre como concretar en la práctica. Suspiré confesando mi temor de que no pudiera
cumplir con el desafío de hacer doce bandejas: doce ideas distintas y
originales quizá estaba más allá de mis posibilidades. Puede que el comentario de la cría fuera con
intensión de consolarme y alentarme. Quién
sabe. El camino al infierno está
empedrado de buenas intenciones.
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