Cuando entradas atrás transcribía fragmentos de los
primeros capítulos de King Kong Théorie de Virginie Despentes cité:
“Los hombres denuncian con virulencia
injusticias sociales o raciales, pero se muestran indulgentes y comprensivos
cuando se trata de dominación machista. Muchos son los que quieren explicar que
la lucha feminista es secundaria, un deporte de ricos, sin pertinencia ni
emergencia.
Hay que ser cretino, o desagradablemente
deshonesto, para encontrar una opresión insoportable y la otra llena de poesía.”
(https://huerquenweb.files.wordpress.com/2014/06/despentes-teoria-king-kong.pdf
)
Ayer
conseguí en mi librería favorita de usados de Calle Corrientes dos ejemplares de la revista Sur del año 1937. En el que
corresponde al mes de junio de 1937 encuentro un artículo de Emmanuel Monier “La Vida Privada”, donde en el
acápite “La mujer es también una persona” (sí, claro, ¡muchas gracias!) dice:
“La deformación política que se ensaña en
nuestra época no ha desvalorizado solamente los problemas de la vida privada:
ha falseado toda su perspectiva. La
opinión pública parece plantearse únicamente problemas de hombres, en que sólo
los hombres tienen la palabra. Varios cientos
de miles de obreros trastornan la historia de cada país porque se han dado
cuenta de su opresión. Un proletariado
espiritual cien veces más numeroso, el de la mujer, continúa fuera de la
historia sin causar asombro. Su
situación moral no es sin embargo más envidiable, pese a apariencias más
brillantes. La imposibilidad, para la
persona, de nacer a su vida propia, -que a nuestro parecer define el
proletariado más esencialmente todavía que la miseria material,- es el destino
de casi todas las mujeres, ricas y pobres, burguesas, obreras y
campesinas. Cuando niñas, les han
poblado un mundo de misterios, de espantos, de tabús especiales para
ellas. Después, sobre ese angustioso universo
que no las abandonará más, les han corrido de una vez por todas la cortina
frágil, la prisión florida, pero hermética de la falsa femineidad. La mayor parte nunca encontrará escape. Desde ese momento viven con la imaginación no
una vid de conquista, una vida abierta, como el muchacho, sino un destino de
vencidas, destino cerrado, que ellas no pueden modificar. Se las instala en la sumisión: no la que
pueden coronar más allá de la persona el don que de si mismo hace un ser libre,
sino la que, por debajo de la persona, es renunciamiento anticipado a su
vocación espiritual. (…)” páginas 11/12 Sur,
año VII.-
Más adelante en el mismo
número y bajo el título “El proletariado de la mujer” Victoria
Ocampo transcribe la carta que le remitiera a José Bergamín:
“Lucha
usted hoy, en su España, por la masa de hombres que sólo conocen miseria,
servidumbre y opresión. Está usted
contra la explotación del hombre por el hombre.
Sé muy bien lo que un ideal de esa categoría significa en momentos como
los presentes. Sé muy bien los
sacrificios que implica. Pero, ¿se le ha
ocurrido a usted jamás el pensar que ha existido y existe aún en el mundo otra
explotación más odiosa que ésta: la de la mujer por el hombre? Me refiero a la posición de inferioridad
absoluta en que se han visto obligadas a vivir, desde hace siglos, las mujeres,
y que comienza hoy a variar. Me refiero
a las condiciones de existencia no privilegiada a las que el hombre las ha
reducido por la fuerza en todas las clases sociales. Me refiero a la humillación de haber sido
tratadas por las leyes de los hombres, durante siglos, como menores de edad,
como incapaces, como insanas a quienes se les niega responsabilidad verdadera.” Páginas 103/104 Sur, año VII.-
Lo primero
que me sorprendió fue que 77 años
después (1937 a 2014) perdure la actualidad
de la desidia y condescendencia con
la que se trata la opresión por cuestiones de género que sigue sufriendo la
mujer.
Cuando Victoria Ocampo señalaba que las
mujeres eran tratadas como incapaces, no se trataba de una
figura retórica: en la Argentina la
mujer recién tendría derecho al voto en 1947 (diez años después del artículo
reseñado) y recibe plenitud de derechos con la reforma del Código Civil de 1967
(treinta años después); hasta esa reforma era incapaz como un menor de edad o
un insano y su patrimonio era manejado o por el padre o por el marido. Sólo la mujer soltera emancipada (que
trabajaba) podía acceder al dominio pleno de sus derechos civiles. Y una mujer soltera y trabajadora era entonces
socialmente una paria.
Tras la lectura de estos textos, mi primera
reacción fue “a mí no me discriminan por
ser mujer”. Después me detengo a
pensar que probablemente lo hagan y que yo no presto atención, ya que por
temperamento no necesito que nadie me dé permiso
para ejercer todos mis derechos como lo hace cualquier hombre.
Y observando
a mi alrededor, debo reconocer que hemos avanzado poco y con cierta tendencia al
retroceso. En particular en los estratos
más humildes de la población.
Mi trabajo “civil”
me hace moverme en la realidad real, en el mundo concreto del cono-urbano
bonaerense. Y en los últimos años -y a mi criterio como "daño colateral", como consecuencia
indeseable de los planes sociales y de la asignación universal por hijo- se
ha incrementado la cantidad de niñas sacadas ipso facto del sistema educativo para asumir una temprana y prolífica
maternidad que le permita un sustento precario gracias a las asignaciones por
embarazo e hijo. Estas niñas –cuyos padres
también cobran esa asignación por ellas- dejan la escuela para criar uno, dos,
tres niños cuando aun no han alcanzado la mayoría de edad (18 años), dejando de
lado la educación y la posibilidad de un trabajo futuro en un sistema laboral
cada vez más sofisticado y competitivo con menos plazas de acceso.
Así tenemos una población femenina creciente (muy
joven y vulnerable) cuya única vía de supervivencia es la de su género, que
solo tiene en la maternidad (no planificada y probablemente en muchos casos no
deseada) la posibilidad de un ingreso económico –mínimo, paupérrimo- que le
permita subsistir miserablemente.
Con una
perversidad que yo no puedo no creer intrínsecamente masculina, se encuentra en
este sistema engañosamente “asistencial” un recurso eficaz para volver a
someter a las mujeres: sólo sirven para
la maternidad y durante su vida reproductiva podrán acceder a un ingreso
económico pariendo. Cuando la biología
ya no les permita ese ingreso accederán a la miserable jubilación de ama de
casa para seguir manteniéndose
miserablemente y sin otras alternativas hasta su muerte.
No nos
permiten todavía en la Argentina una plena libertad reproductiva, la maternidad por elección y no como
consecuencia directa de nuestro género; no nos permiten abortar en forma legal
y segura y cuando una muchacha humilde solicita (tras múltiples partos) en un
hospital público que le aten las trompas, los médicos se niegan porque no
existe legislación que los ampare de una posible demanda por mala praxis.
La iglesia
aun actúa aquí como factor de poder para censurar las políticas públicas en pro del
control de la natalidad y el uso de métodos anticonceptivos. A estas alturas siguen con el latiguillo de
que “un hijo es un regalo de dios”. La
mujer es “madre” no “persona”.
Sin educación una mujer (cualquier persona, en realidad, independientemente de su género) no tiene ninguna posibilidad
de acceder a sus derechos. Sin educación no hay posibilidad de progreso,
plenitud y futuro. Pero como no podían
abiertamente excluirla del sistema educativo encontraron un método efectivo , falsamente “noble”, para obtener el mismo resultado. La maternidad “rentada” a edad temprana y
como mecanismo de subsistencia.
Perverso pero eficaz. Ya han sacado a miles de niñas de la escuela sin posibilidad de retorno.
No digo con esto que los planes asistenciales no sean
necesarios frente a la contingencia de precariedad. Pero debe haber planificación para que eso se
constituya en la coyuntura y luego se propenda a dar al ciudadano en situación
de emergencia herramientas idóneas para su desarrollo y progreso. Para salir de la necesidad del plan asistencial. Pero no.
Llevamos más de diez años de subsidios asistenciales (paternalistas y con una evidente finalidad electoral) que solo tienden
a hundir a las personas humildes en más miseria. Y a las mujeres humildes en la absoluta
ignorancia y opresión, sin chance de escapatoria.
Y entonces suena en la radio una canción de moda y
le presto atención a la letra:
“Sentí frío
y tú me abrigaste
he caído y tú me levantaste
una mujer con determinación (gracias)
a mi vida le dio dirección
Gracias a ti hoy soy feliz
cuando llegaste aprendí a vivir
y es que gracias a ti (gracias)
hoy puedo ser feliz
cuando llegaste aprendí a vivir
(princesa)
una sonrisa (por favor)
sacerdotisa,
eres mi reina, mi todo
mi princesa sumisa
me plancha la camisa pa' que la acompañe a la misa
siempre con una risa
mami chula mi dulce brisa
y antes era malo
hoy quiero ser bueno
(…)
Agradecido, y sí lo sé, que te he faltado el respeto
gracias por todavía seguir aquí
gracias por ser parte de mi vida
sabes que eres muy especial …”.
he caído y tú me levantaste
una mujer con determinación (gracias)
a mi vida le dio dirección
Gracias a ti hoy soy feliz
cuando llegaste aprendí a vivir
y es que gracias a ti (gracias)
hoy puedo ser feliz
cuando llegaste aprendí a vivir
(princesa)
una sonrisa (por favor)
sacerdotisa,
eres mi reina, mi todo
mi princesa sumisa
me plancha la camisa pa' que la acompañe a la misa
siempre con una risa
mami chula mi dulce brisa
y antes era malo
hoy quiero ser bueno
(…)
Agradecido, y sí lo sé, que te he faltado el respeto
gracias por todavía seguir aquí
gracias por ser parte de mi vida
sabes que eres muy especial …”.
Wisin
y Yandel, Gracias a ti
La princesa sumisa, que le plancha la camisa y que
sigue ahí aunque le falte el respeto….
Maravilloso. ¿Sigue la opresión
descarada? Obviamente, sí.
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