miércoles, 6 de agosto de 2014

























  Cuando entradas atrás transcribía fragmentos de los primeros capítulos de King Kong Théorie de Virginie Despentes cité:
 
  “Los hombres denuncian con virulencia injusticias sociales o raciales, pero se muestran indulgentes y comprensivos cuando se trata de dominación machista. Muchos son los que quieren explicar que la lucha feminista es secundaria, un deporte de ricos, sin pertinencia ni emergencia.
  Hay que ser cretino, o desagradablemente deshonesto, para encontrar una opresión insoportable y la otra llena de poesía.”
(https://huerquenweb.files.wordpress.com/2014/06/despentes-teoria-king-kong.pdf )

  Ayer conseguí en mi librería favorita de usados de Calle Corrientes dos ejemplares de la revista Sur del año 1937.  En el que corresponde al mes de junio de 1937 encuentro un artículo de Emmanuel Monier  “La Vida Privada”, donde en el acápite “La mujer es también una persona”  (sí, claro, ¡muchas gracias!)  dice:

  “La deformación política que se ensaña en nuestra época no ha desvalorizado solamente los problemas de la vida privada: ha falseado toda su perspectiva.  La opinión pública parece plantearse únicamente problemas de hombres, en que sólo los hombres tienen la palabra.  Varios cientos de miles de obreros trastornan la historia de cada país porque se han dado cuenta de su opresión.  Un proletariado espiritual cien veces más numeroso, el de la mujer, continúa fuera de la historia sin causar asombro.  Su situación moral no es sin embargo más envidiable, pese a apariencias más brillantes.  La imposibilidad, para la persona, de nacer a su vida propia, -que a nuestro parecer define el proletariado más esencialmente todavía que la miseria material,- es el destino de casi todas las mujeres, ricas y pobres, burguesas, obreras y campesinas.  Cuando niñas, les han poblado un mundo de misterios, de espantos, de tabús especiales para ellas.  Después, sobre ese angustioso universo que no las abandonará más, les han corrido de una vez por todas la cortina frágil, la prisión florida, pero hermética de la falsa femineidad.  La mayor parte nunca encontrará escape.  Desde ese momento viven con la imaginación no una vid de conquista, una vida abierta, como el muchacho, sino un destino de vencidas, destino cerrado, que ellas no pueden modificar.  Se las instala en la sumisión: no la que pueden coronar más allá de la persona el don que de si mismo hace un ser libre, sino la que, por debajo de la persona, es renunciamiento anticipado a su vocación espiritual. (…)” páginas 11/12 Sur, año VII.-

  Más adelante en el mismo número y bajo el título “El proletariado de la mujer” Victoria Ocampo transcribe la carta que le remitiera a José Bergamín:


  “Lucha usted hoy, en su España, por la masa de hombres que sólo conocen miseria, servidumbre y opresión.  Está usted contra la explotación del hombre por el hombre.  Sé muy bien lo que un ideal de esa categoría significa en momentos como los presentes.  Sé muy bien los sacrificios que implica.  Pero, ¿se le ha ocurrido a usted jamás el pensar que ha existido y existe aún en el mundo otra explotación más odiosa que ésta: la de la mujer por el hombre?  Me refiero a la posición de inferioridad absoluta en que se han visto obligadas a vivir, desde hace siglos, las mujeres, y que comienza hoy a variar.  Me refiero a las condiciones de existencia no privilegiada a las que el hombre las ha reducido por la fuerza en todas las clases sociales.  Me refiero a la humillación de haber sido tratadas por las leyes de los hombres, durante siglos, como menores de edad, como incapaces, como insanas a quienes se les niega responsabilidad verdadera.”  Páginas 103/104 Sur, año VII.-


  Lo primero que me sorprendió fue que 77 años después (1937 a 2014) perdure la actualidad  de la desidia y condescendencia con la que se trata la opresión por cuestiones de género que sigue sufriendo la mujer.

  Cuando Victoria Ocampo señalaba que las mujeres eran tratadas como incapaces, no se trataba de una figura retórica: en la Argentina la mujer recién tendría derecho al voto en 1947 (diez años después del artículo reseñado) y recibe plenitud de derechos con la reforma del Código Civil de 1967 (treinta años después); hasta esa reforma era incapaz como un menor de edad o un insano y su patrimonio era manejado o por el padre o por el marido.  Sólo la mujer soltera emancipada (que trabajaba) podía acceder al dominio pleno de sus derechos civiles.  Y una mujer soltera y trabajadora era entonces socialmente una paria.

  Tras  la lectura de estos textos, mi primera reacción fue “a mí no me discriminan por ser mujer”.  Después me detengo a pensar que probablemente lo hagan y que yo no presto atención, ya que por temperamento no necesito que nadie me dé permiso para ejercer todos mis derechos como lo hace cualquier hombre. 

  Y observando a mi alrededor, debo reconocer que hemos avanzado poco y con cierta tendencia al retroceso.  En particular en los estratos más humildes de la población.

  Mi trabajo “civil” me hace moverme en la realidad real, en el mundo concreto del cono-urbano bonaerense.  Y en los últimos años -y a mi criterio como "daño colateral", como consecuencia indeseable de los planes sociales y de la asignación universal por hijo- se ha incrementado la cantidad de niñas sacadas ipso facto del sistema educativo para asumir una temprana y prolífica maternidad que le permita un sustento precario gracias a las asignaciones por embarazo e hijo.  Estas niñas –cuyos padres también cobran esa asignación por ellas- dejan la escuela para criar uno, dos, tres niños cuando aun no han alcanzado la mayoría de edad (18 años), dejando de lado la educación y la posibilidad de un trabajo futuro en un sistema laboral cada vez más sofisticado y competitivo con menos plazas de acceso.


Así tenemos una población femenina creciente (muy joven y vulnerable) cuya única vía de supervivencia es la de su género, que solo tiene en la maternidad (no planificada y probablemente en muchos casos no deseada) la posibilidad de un ingreso económico –mínimo, paupérrimo- que le permita subsistir miserablemente.
                  
  Con una perversidad que yo no puedo no creer intrínsecamente masculina, se encuentra en este sistema engañosamente “asistencial” un recurso eficaz para volver a someter a las mujeres:  sólo sirven para la maternidad y durante su vida reproductiva podrán acceder a un ingreso económico pariendo.  Cuando la biología ya no les permita ese ingreso accederán a la miserable jubilación de ama de casa para  seguir manteniéndose miserablemente y sin otras alternativas hasta su muerte. 

  No nos permiten todavía en la Argentina una plena libertad reproductiva,  la maternidad por elección y no como consecuencia directa de nuestro género; no nos permiten abortar en forma legal y segura y cuando una muchacha humilde solicita (tras múltiples partos) en un hospital público que le aten las trompas, los médicos se niegan porque no existe legislación que los ampare de una posible demanda por mala praxis.

  La iglesia aun actúa aquí como factor de poder para censurar las políticas públicas en pro del control de la natalidad y el uso de métodos anticonceptivos.  A estas alturas siguen con el latiguillo de que “un hijo es un regalo de dios”.  La mujer es “madre” no “persona”.

  Sin educación una mujer (cualquier persona, en realidad, independientemente de su género) no tiene ninguna posibilidad de acceder a  sus derechos. Sin educación no hay posibilidad de progreso, plenitud y futuro.  Pero como no podían abiertamente excluirla del sistema educativo encontraron un método efectivo , falsamente “noble”, para obtener el mismo resultado.  La maternidad “rentada” a edad temprana y como mecanismo de subsistencia.  Perverso pero eficaz.  Ya han sacado a miles de niñas de la escuela sin posibilidad de retorno.

  No digo con esto  que los planes asistenciales no sean necesarios frente a la contingencia de precariedad.  Pero debe haber planificación para que eso se constituya en la coyuntura y luego se propenda a dar al ciudadano en situación de emergencia herramientas idóneas para su desarrollo y progreso.  Para salir de la necesidad del plan asistencial.  Pero no.  Llevamos más de diez años de subsidios asistenciales (paternalistas y con una evidente finalidad electoral) que solo tienden a hundir a las personas humildes en más miseria.  Y a las mujeres humildes en la absoluta ignorancia y opresión, sin chance de escapatoria.  


Y entonces suena en la radio una canción de moda y le presto atención a la letra:
Sentí frío y tú me abrigaste 
he caído y tú me levantaste 
una mujer con determinación (gracias) 
a mi vida le dio dirección

Gracias a ti hoy soy feliz 
cuando llegaste aprendí a vivir 
y es que gracias a ti (gracias) 
hoy puedo ser feliz 
cuando llegaste aprendí a vivir 

(princesa) 
una sonrisa (por favor) 
sacerdotisa, 
eres mi reina, mi todo 
mi princesa sumisa 
me plancha la camisa pa' que la acompañe a la misa 
siempre con una risa 
mami chula mi dulce brisa 

y antes era malo 
hoy quiero ser bueno 
(…)
Agradecido, y sí lo sé, que te he faltado el respeto 
gracias por todavía seguir aquí 
gracias por ser parte de mi vida 
sabes que eres muy especial …”.
Wisin y Yandel,  Gracias a ti

La princesa sumisa, que le plancha la camisa y que sigue ahí aunque le falte el respeto….  Maravilloso.  ¿Sigue la opresión descarada?  Obviamente, sí.




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