domingo, 3 de agosto de 2014

  La necesidad de hacer espacio en mi biblioteca me llevó a emprender una exhaustiva limpieza de la mesa de mi computadora (convirtida en estante de libros), tirando un montón de disquetes y cds que ya no tienen razón de ser ni lector idóneo  en los aparatos actuales.  Pero en mitad de esa faena di con un viejo cd que editó en el año 2000 la revista Museum.  Un cd que jamás reproducí porque mi compu de entonces era absolutamente carreta y me daba vergüenza reconocerlo y pedir auxilio técnico.  Pecados de juventud.



  Hoy, catorce años después, veo por primera vez el contenido del cd.  No es que no conociera las imágenes o el texto de mi currículum que iba a contener, ya que yo se los proporcioné en su tiempo al editor.  Pero me sorprendió la crítica de mi trabajo hecha por Andrés Bardon.  Crítica gentil y sospecho generosa, ya que por entonces éramos amigos y yo había realizado algunas muestras bajo su organización a través de The Pictorial Bardon Group. 

“Los trabajos de Gabriela Farnell, mediante un vertiginoso surrealismo de cuidado rigor técnico, se constituyen a partir de una densa trama de variaciones alrededor de la imagen de una sola mujer.  Esta mujer sin rostro y acaso sin tiempo, deambula lánguidamente por los diversos escenarios que tiñen su presencia con  las  únicas referencias espaciales que justifican y nombran su existencia.  En una desnudez de profunda sensualidad, el cuerpo femenino puede ser una Eva en un universo caótico de planetas, de estrellas y de tiempo;  la fantasía de un hombre que se desdobla inevitablemente  o el objeto del deseo que se pierde inalterable en otra mujer  o en si misma: en la obras de Farnell no hay rostros, sólo un instante cierto.  Ese instante grabado en las escenas sin pasado ni porvenir no es menos que eterno y es así como estas mujeres paradigmáticas, diosas absolutas de los sueños y de las formas que las rodean, liberadas de todo prejuicio y de mandatos históricos o sociales, están condenadas mágica e irónicamente en la eternidad  de un tiempo que se ha perdido en sí mismo irremediablemente.  Por Andrés Bardon.”


  Catorce años es mucho tiempo.  Era antes de mis mapas, mis plagios y  mis salvajes mixturas.  Pero encuentro algunas constantes: la languidez, los desnudos y la falta de prejuicios.  Evidentemente, era y sigo siendo yo.  Qué bien.



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