martes, 12 de agosto de 2014

“Sólo por ti,
Si me lo pides, bueno…
Yo lo haría por ti, por repetir y repetir y repetir.
Sólo por ti,
Si me besas, soy capaz de todo, amor.
Sólo por ti
Me echo pa´lante y me arrojo con valor,
Y en un despeine…
Bailo con vos.”
Alejandro Sanz, Bailo con vos, del álbum La música no se toca.

  Con la fecha límite encima, preparo el material para el Catálogo que tengo que enviar antes del próximo viernes a los organizadores de la II Bienal de Arte Contemporáneo de Argentina.  Más o menos asumido lo de las fotos de las obras, decidí remitir varias posibilidades parciales de El Portal, para que ellos evalúen y decidan.  De última, ofreceré que se den una vuelta por este blog y vean otra imagen que les guste más para incluir si las que envío no le parecen lo suficientemente buenas.   Uno hace lo que puede y cuando no hay más que hacer que sea lo que deba ser.

  El texto para incluir lo acabo de recibir por mail.  Un amigo se esmeró y en 101 palabras (una más que las requeridas) vertió su opinión sobre mi trabajo.  Creo que es una opinión  honesta  pero por sobre todo simple de alguien que disfruta del arte sin ser parte del sistema.


  Y finalmente, tras rejunte de coraje resignado, me enfrenté a lo más difícil de todo: conseguir una foto personal.  Tarareando a Sanz -…me echo pa´ lante y me arrojo con valor, y en un despeine…- agarré mi vieja camarita de fotos y, en apacible soledad y con tiempo disponible,  me dispuse a disparar hasta que algo más o menos pasable consiga.

  La tarea es infame por dónde se la mire.  Mi brazo tiene la limitación lógica de una morfología normal  y el disparador automático no funciona: serán primeros planos muy cercanos.  Es difícil salir más o menos decente a tamaña proximidad.  Además del asunto del flash, que invariablemente me achica los ojos y, encima, de modo desparejo.

  Y la cuestión del ángulo:  si elevo mucho la mano me sale una frente monstruosa pero si la bajo es aun más atroz: una papada lamentable.  Tras múltiple pruebas encuentro que lo más amable es tratar de tener el objetivo a la altura de la nariz.  Pero sigo fallando en  la simetría:  cuando no son los ojos que cada uno decide su propia proporción  es la boca que se me ladea y de un lado se abre un poco  y del otro no.

  Sufro tanto en esto que es una  mirada triste y dolida la que reflejo en los retratos.  Yo no soy así, no vivo con esa cara de sufrida derrota.  Por lo general sonrío, pero en las fotos mi sonrisa sale chueca y llena de encías,  así que de ningún modo.

  Tras un par de horas de trabajo selecciono cuatro o cinco fotos  (un par que logré recostándome en el piso para que no me temblara la mano que sostenía la cámara).  Y las edito en blanco y negro.  Definitivamente, cualquier foto mía  que yo acepte difundir  ha de ser en blanco y negro.  Emprolija arrugas  y luce intelectualoide, como solapa de libro. 

  Las analizo cuidadosamente.  Ninguna me satisface.  La que más o menos logra los dos ojos de tamaño aproximado tiene la boca ladeada o un colgajo de papada que me agrega años (la papada y los años los tengo pero ¿por qué tengo que exhibirlos?).  Las que la boca logra equilibrarse tiene por encima un ojo abierto y el otro a media asta.

¿Me aceptaran si sólo mando los  ojos, más o menos parejos?



O puedo ofrecer la boca y barbilla que hayan superado el  estricto control de calidad y simetría.


  Definitivamente, creo que voy a consultar (¿suplicar?) la posibilidad de que pongan el dibujito de una sombra como hacen en las redes sociales.  El contorno de una cabecita indefinida.  O la única foto que me gustó, porque me escondí detrás de mi gata -que percibiendo mi angustioso empeño se me vino encima en consuelo y posó conmigo-.  Yo estoy en la foto, detrás de Cati; es una foto personal, ¿servirá?.






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