“Sólo
por ti,
Si
me lo pides, bueno…
Yo
lo haría por ti, por repetir y repetir y repetir.
Sólo
por ti,
Si
me besas, soy capaz de todo, amor.
Sólo
por ti
Me
echo pa´lante y me arrojo con valor,
Y
en un despeine…
Bailo
con vos.”
Alejandro
Sanz, Bailo con vos, del álbum La música no se toca.
Con la fecha
límite encima, preparo el material para el Catálogo que tengo que enviar antes
del próximo viernes a los organizadores de la II Bienal de Arte Contemporáneo de Argentina. Más o menos
asumido lo de las fotos de las obras, decidí remitir varias posibilidades
parciales de El Portal, para que
ellos evalúen y decidan. De última,
ofreceré que se den una vuelta por este blog y vean otra imagen que les guste
más para incluir si las que envío no le parecen lo suficientemente buenas. Uno hace lo que puede y cuando no hay más
que hacer que sea lo que deba ser.
El texto para incluir lo acabo de recibir por
mail. Un amigo se esmeró y en 101
palabras (una más que las requeridas) vertió su opinión sobre mi trabajo. Creo que es una opinión honesta
pero por sobre todo simple de alguien que disfruta del arte sin ser
parte del sistema.
Y finalmente, tras rejunte de coraje resignado, me
enfrenté a lo más difícil de todo: conseguir una foto personal. Tarareando a Sanz -…me echo pa´ lante y me arrojo con valor, y en un despeine…-
agarré mi vieja camarita de fotos y, en apacible soledad y con tiempo
disponible, me dispuse a disparar hasta
que algo más o menos pasable consiga.
La tarea es
infame por dónde se la mire. Mi brazo
tiene la limitación lógica de una morfología normal y el disparador automático no funciona: serán
primeros planos muy cercanos. Es difícil
salir más o menos decente a tamaña proximidad.
Además del asunto del flash, que invariablemente me achica los ojos y,
encima, de modo desparejo.
Y la
cuestión del ángulo: si elevo mucho la
mano me sale una frente monstruosa pero si la bajo es aun más atroz: una papada
lamentable. Tras múltiple pruebas
encuentro que lo más amable es tratar de tener el objetivo a la altura de la
nariz. Pero sigo fallando en la
simetría: cuando no son los ojos que
cada uno decide su propia proporción es
la boca que se me ladea y de un lado se abre un poco y del otro no.
Sufro tanto
en esto que es una mirada triste y dolida
la que reflejo en los retratos. Yo no
soy así, no vivo con esa cara de sufrida derrota. Por lo general sonrío, pero en las fotos mi sonrisa
sale chueca y llena de encías, así que de
ningún modo.
Tras un par
de horas de trabajo selecciono cuatro o cinco fotos (un par que logré recostándome en el piso para
que no me temblara la mano que sostenía la cámara). Y las edito en blanco y negro. Definitivamente, cualquier foto mía que yo acepte difundir ha de ser en blanco y negro. Emprolija arrugas y luce intelectualoide,
como solapa de libro.
Las analizo
cuidadosamente. Ninguna me
satisface. La que más o menos logra los
dos ojos de tamaño aproximado tiene la boca ladeada o un colgajo de papada que me
agrega años (la papada y los años los tengo pero ¿por qué tengo que exhibirlos?). Las que la boca logra equilibrarse tiene por
encima un ojo abierto y el otro a media asta.
¿Me aceptaran si sólo mando los ojos, más o menos parejos?
O puedo ofrecer la boca y barbilla que hayan superado
el estricto control de calidad y
simetría.
Definitivamente, creo que voy a consultar (¿suplicar?) la posibilidad de que pongan
el dibujito de una sombra como hacen en las redes sociales. El contorno de una cabecita indefinida. O la única foto que me gustó, porque me
escondí detrás de mi gata -que percibiendo mi angustioso empeño se me vino
encima en consuelo y posó conmigo-. Yo
estoy en la foto, detrás de Cati; es una
foto personal, ¿servirá?.
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