Me llegó hace un par de días un mail de Huerquen, comunicación en colectivo (http://www.huerquen.com.ar/), remitiéndome el enlace
con la Teoría de King Kong de Virginie Despentes, un ensayo sobre género y roles, con
derecho de copyleft.
Si bien recién esta tarde tuve tiempo de bajarlo para leerlo tranquila (impreso en papel, soy espantosamente conservadora), me fue fácil
identificarme, escandalizarme y reírme con ganas a los primeros párrafos, los que transcribo a continuación como una invitación a quién le interese abordar esta cuestión sin prejuicios y bajo la voz de una mujer. Al pie está el enlace al archivo PDF de Huerquen donde puede accederse al texto
completo.
VIRGINIE
DESPENTES, TEORÍA KING KONG
Traducido del francés por Marlène Bondil
Relectura por Pablo
Cesario
Título original: King Kong Théorie.
Editions Grasset et Fasquelle, París, 2006.
1era edición Buenos Aires (Capital Federal), septiembre 2012
Editorial El Asunto 1era edición: 100 ejemplares
Se autoriza a copiar, distribuir y comunicar públicamente esta traducción, citando la fuente y reconociendo los créditos de la misma, siempre que se realice bajo una licencia idéntica de libre disponibilidad y sin fines de lucro. Copyleft
Para más información: teoriakingkong@hotmail.com
Me parece maravilloso que también haya
mujeres a las que les gusta seducir, que sepan seducir, otras que busquen
casarse, algunas que huelan a sexo y otras a la merienda de los niños a la
salida de la escuela. Me parece maravilloso que algunas sean muy dulces, otras
se sientan plenas con su feminidad, que haya mujeres jóvenes, hermosísimas,
otras coquetas y radiantes. Sinceramente, estoy muy contenta por todas las que
están conformes con las cosas tales como son. Lo digo sin ironía alguna.
Simplemente resulta que no soy una de ellas.
Por supuesto, no escribiría lo que escribo si
fuera hermosa, tan hermosa como para cambiar la actitud de los hombres con los
que me cruzo. Hablo como proletaria de la feminidad… (…)
…me
da rabia que como mina que poco les interesa a los hombres, siempre traten de
hacerme entender que ni debería estar acá. Siempre existimos. Aunque los
hombres, que sólo imaginan a mujeres con las que quisieran tener sexo, no hayan
hablado de nosotras en sus novelas. Siempre existimos, nunca hablamos. Incluso
hoy, cuando las mujeres publican muchas novelas, son muy escasas las figuras
femeninas con físicos ingratos o mediocres, no aptas para querer a los hombres
o hacerse querer por ellos. Al contrario, las heroínas contemporáneas quieren a
los hombres, los conocen con facilidad, tienen sexo con ellos a los dos
capítulos, acaban en cuatro líneas y a todas les gusta el sexo. La figura de la perdedora de la feminidad me
es más que simpática, me es esencial. Exactamente como la figura del perdedor
social, económico o político. Prefiero a los que no pueden, por la buena y
sencilla razón que yo no puedo mucho tampoco…
Cuando uno no tiene lo necesario para
creérsela, es generalmente más creativo. Soy una mina más King Kong que Kate Moss.
Soy de esas mujeres con las que no se casa,
con las que no se tiene hijos, hablo desde mi lugar de mujer que es siempre
demasiado todo lo que es, demasiado agresiva, demasiado ruidosa, demasiado
gorda, demasiado brutal, demasiado ruda, siempre demasiado viril, según dicen.
Sin embargo, son mis cualidades viriles las que hacen que no sea un bicho raro
más entre otros. Todo lo que me gusta de mi vida, todo lo que me salvó, se lo
debo a mi virilidad. Por lo tanto escribo aquí como mujer no apta para atraer
la atención masculina, para satisfacer el deseo masculino, y para conformarme
con un lugar en la sombra.
De ahí escribo, como mujer no atractiva, pero
ambiciosa, atraída por el dinero que gano por mis medios, atraída por el poder,
el de hacer y de rehusar, atraída más bien por la ciudad que por el hogar,
siempre deseosa de vivir las experiencias e incapaz de conformarme con su
relato. Me importa tres carajos ponérsela dura a hombres que no me hacen soñar…
(…) Estoy contenta conmigo, así, más deseante
que deseable. De modo que escribo desde ahí, desde aquellas, las no vendidas,
las piradas, las rapadas, las que no se saben vestir, las que tienen miedo de
oler mal, las que tienen el comedor podrido, las que no saben cómo manejarse, a
las que los hombres no les regalan nada, las que cogerían con cualquiera con tal
de que acepte cogérselas, las más putas, las trolitas, las mujeres que siempre
tienen la concha seca, las que tienen panzas gordas, las que quisieran ser
hombres, las que creen que son hombres, las que sueñan con ser actrices porno,
a las que les chupan un huevo los hombres pero les interesan sus amigas, las
que tienen un culo gigante, las que tienen pelos tupidos y bien negros y que no
se van a depilar, las mujeres brutales, ruidosas, las que rompen todo al pasar,
a las que no les gustan las perfumerías, las que se ponen rouge demasiado rojo,
las que están demasiado mal hechas para vestirse como calentonas pero que se
mueren de las ganas, las que quieren ir con ropa de hombre y barba por la
calle, las que quieren mostrar todo, las que son pudorosas por complejo, las
que no saben decir no, a las que encierran para someterlas, las que dan miedo,
las que dan lástima, las que no dan ganas, las que tienen la piel fláccida, la
cara llena de arrugas, las que sueñan con hacerse un lifting, una liposucción,
con que les rompan la nariz para hacerse otra pero que no tienen dinero para
hacerlo, las que ya están demasiado feas, las que sólo cuentan con ellas mismas
para protegerse, las que no saben dar seguridad, a las que les importan tres
carajos sus hijos, a las que les gusta tomar hasta revolcarse por el suelo de
los bares, las que no saben portarse; lo mismo que, y ya que estoy, para los
hombres que no tienen ganas de ser protectores, a los que les gustaría pero no
saben cómo, los que no saben pelear, los que lloran de buena gana, los que no
son ambiciosos, ni competitivos, ni bien dotados, ni agresivos, los que son
miedosos, tímidos, vulnerables, los que preferirían cuidar la casa antes que ir
a trabajar, los que son delicados, pelados, demasiado pobres para gustar, a los
que tienen ganas de que se la pongan, los que no quieren que cuenten con ellos,
los que tienen miedo cuando están solos de noche.
Porque el ideal de la mujer blanca, atractiva
pero no puta, bien casada pero no relegada, que trabaja pero sin ser muy
exitosa, para no humillar a su hombre, flaca pero no neurótica con la comida,
que sigue indefinidamente joven sin que la desfiguren los cirujanos estéticos,
que se siente plena con ser mamá pero no es acaparada por los pañales y los
deberes de la escuela, buena ama de casa pero no sirvienta tradicional, culta
pero menos que un hombre, esta mujer blanca feliz que nos ponen siempre frente
a los ojos, que deberíamos esmerarnos para parecernos a ella, más allá de que
parece aburrirse mucho por poca cosa, de todas formas nunca me la crucé, en ningún
lugar. Creo que no existe.”
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