sábado, 31 de enero de 2015



     Haciendo zapping di anoche, en Canal á, con un programita de media hora sobre Guillermo Roux, quién es a mi criterio nuestro más importante artista vivo (tras la reciente muerte de Vito Campanella, quién era –siempre en mi falible opinión- la cabeza indiscutible de nuestro Panteón Sagrado).

      El programa era algo así como un documental muy sencillo, filmando al Maestro en su vida cotidiana y en su taller, sin línea de tiempo o argumento.  Simple, grato, auténtico. Me quedé con dos frases de Roux (que transcribo de memoria, probablemente no sea literal): Una,  “que una cadena de aparentes errores es lo que determina el estilo”.  Dos (riéndose), que antes teorizaba, que le dedicaba mucho tiempo a teorizar sobre el arte; que ahora sabía que se trataba de “dos líneas, un poco de color y arreglátelas como puedas”

     Un maestro de verdad. (Para los que buscan un “mentoring”: sólo hay que escuchar a los que están desde antes, a los que han dedicado su vida a este juego.  A los que, en serio, saben.)




viernes, 30 de enero de 2015


     Quinta parada.  Sector de caballeros.  

     Quería acabar todo en enero, pero no llego.  De cualquier forma, falta poco.


“…Me ponen contento
Contigo las tardes de Enero.
Me gustan los grises,
Los peces de hielo.
Te espero en el bar,
Trae dinero.
Y así se van yendo las aguas,
Los tiempos...
Mañana quedamos en la puerta del metro,
Mejor en tu casa, mejor no quedamos
Y así se pasó la tarde... y es Febrero.

Mira como corre, qué cobarde es el tiempo…”

Alejandro Sanz,  Llamando a la mujer acción




jueves, 29 de enero de 2015



     Cuatro de seis.  Me acerco a la meta.  Pero, como corresponde, me distraigo en otra cosa…

     Ayer, dentro de mis planes originales, compré passepartout negro, para:  1) aplanar las láminas (el acetato, además de inestable no acepta dejar de combarse); 2) emparejar bordes (el camusque del fuego quedará muy interesante pero no es compatible con las líneas rectas); 3) unificar los trabajos, tanto en tamaño y forma como en contraste de color (pensando que en una feria se cuelga sobre paneles blancos); 4) facilitar su traslado preservando su integridad (si el acetato es inestable, guardo silencio sobre la “inestabilidad” del papel quemado). 

     Lamentablemente, ahora estoy más interesada en hacer dibujitos sobre los contornos de passepartout que en acabar las dos obras pendientes.  Sólo puedo concentrarme en la decisión de si trazo el mapa original -modelo común de las seis obras- en esos bordes o me libero a jugar con la continuidad caprichosa de cada diseño por sobre el cartón negro. 

    Mi mundo se ha limitado desde ayer  a unos marcos de cartón de tres centímetros de ancho y a una lapicera de tinta en gel plateado.



miércoles, 28 de enero de 2015

















































      Leo respecto de las características del curso on line “Arte y Marketing: promoción del artista en el mercado del arte” que me publicitaran vía mail:

“Los artistas noveles y emergentes cada vez más necesitan de una ayuda y un “mentoring” efectivos para desarrollar sus carreras dentro del mercado del arte. Esto es todo un reto en la actualidad debido a la saturación de oferta y a la escasez de la demanda de arte.

El Curso proporcionará herramientas para diseñar la promoción, distribución y precio de la obra de arte; siempre tomando en cuenta a los compradores, los coleccionistas privados e institucionales, sus motivaciones y sus criterios de selección, y por supuesto los canales de distribución (ferias, galerías, asesores, curadores, etc.) y promoción (premios, becas, residencias, etc).”



       Lo primero que me sorprende es la aparición de un neologismo no captado hasta acá por mi radar lingüístico en el ámbito del arte: “mentoring”.

      Una rápida y superficial indagación me orienta (en fuentes de marketing y empresa)  hacia una básica definición para sacarme de la ignorancia: “La manera más clara y sencilla para definir el mentoring podría ser la siguiente: Proceso mediante el cual un miembro de una empresa con más experiencia (el mentor) enseña, aconseja, guía y ayuda a otra (el mentorizado) en su desarrollo invirtiendo tiempo y conocimientos.”

     O sea, el antiguo vínculo “maestro” y “aprendiz”, el que normalmente se da entre persona con cierta experiencia y principiante. Ese aprendizaje instintivo que surge cuando uno empieza en un métier (pongamos: el arte en todas sus facetas) y concurre a eventos culturales y escucha y trata de absorber la sabiduría práctica de los que están ahí desde ante que uno llegue.  Ahora eso es el “mentoring” y se ve que te tienen que adiestrar on line para que puedas hacerlo.


     Pero no nos quedamos ahí.  Otro mail me anuncia otro curso on line: “Herramientas de Arteterapia y Psicología positiva en la práctica de las artes expresivas”.  Explican que:

     “La Arteterapia o Terapia de Arte es una disciplina que vincula la Psicología como ciencia y todas las manifestaciones artísticas involucrando el cuerpo humano y sus sentidos y percepciones, el proceso creativo y sus etapas, los materiales utilizados, los espacios de creación, colores y productos artísticos, para atender las necesidades emocionales y psicológicas del ser humano, es de vital importancia que quien aprenda sobre esta disciplina, reciba un conocimiento tan amplio y profundo como sea posible sobre la ciencia y el arte en sus concepciones más bastas y al mismo tiempo más delicadas.

     El arteterapeuta debe ser una persona sensible, interesada tanto en el arte como en el estudio del ser humano y su desarrollo y crecimiento interno, de ahí que este diplomado ha sido estructurado bajo el concepto de introducir al alumno a la arteterapia para posteriormente llevarlo a conocer la psicología positiva, su sustento científico y aplicaciones para finalmente tener un acercamiento a ejercicios prácticos de autoconocimiento y aplicación en los que el alumno podrá descubrir y valorar sus recursos internos, visualizarlos, palparlos e incluso compartirlos con los alumnos que a su vez cursen el diplomado.”



     Pasé de sentirme totalmente acosada (por la imperiosa obligación de un “mentoring” y un arteterapeuta) a sentirme por completo huérfana y desamparada (por mi carencia de un “mentoring” y un arteterapeuta). 


       A mi lista de asistentes que no tengo (ni tendré mientras pueda defenderme  de ellos con uñas y dientes), falta imperdonable que me condena al fracaso absoluto, se agregaron estas nuevas especialidades hasta aquí ignoradas.  

     Paso formal lista a mis ausencias oficiales: un galerista (art dealer o marchand), un agente de prensa (por que uno existe sólo en la medida de que se aparece en los medios), un publicista (para que te diseñe y estructure el personal branding), un relacionista público (para asegurarte aparecer en las fotos con las celebrities de moda), un estilista (que nos vista y nos peine como “artista”), un mentor para el “mentoring”, y un arteterapeuta que me adiestre en “ejercicios prácticos autoconocimiento y aplicación” para que pueda “descubrir y valorar" mis "recursos internos, visualizarlos, palparlos e incluso compartirlos”

     Deduzco que para ser “uno” hay que estar rodeado de “un montón”.   Mi aversión a sociabilizar es la raiz de mi perdición, la causa directa de mi derrota.


martes, 27 de enero de 2015


     Acabé (al menos en su primera etapa) el tercero de los trabajos para la Afordable Art Fair New York.  Ya son tres, pero faltan tres.  Matemáticamente a mitad de camino.

     Como ironía (o simetría invertida, tal vez) acá en Baires nos agobiamos con un calor húmedo superior a los 40 grados centígrados, mientras en New York sufren una feroz tormenta de nieve que les suspende toda actividad.  Intuyo que esta realidad climática en su conformación dotará a mis obritas de una cualidad psicótica bipolar superior a la que podría heredarle, por sí sola, su autora.


Post data:  Hasta ahora el acetato aguanta, tanto pegado sobre los otros soportes de papel como reteniendo la –poca- pintura que le he puesto encima.  Pero estoy a la espera, oyendo un distante y sádico tic-tac tic-tac  que augura una inminente rebelión…



lunes, 26 de enero de 2015

     En la revista dominical de La Nación de la edición de ayer, aparece a páginas 18-20 un artículo firmado por Nathalie Kantt que bajo el título “Arte para disfrutar en la playa” anuncia que “Punta del Este imagina un desarrollo cultural como el de Miami después de Art Basel”.

      Durante el último año largo escuché de distintas fuentes, distintas personas y en distintos lugares, esta cuestión de convertir en Punta del Este en particular (y a Uruguay en general) en la nueva meca del arte latinoamericano.  Un plan ya muy mentado, sólo que antes la tierra elegida era Buenos Aires (y la nefasta arteBA la mega feria de fatuas aspiraciones cósmicas).  Las complejidades político-económicas de la última década han vuelto casi imposible trabajar desde acá y estando Uruguay tan cerca (y ser tan parecidos que casi no nos damos cuenta de que somos naciones escindidas en idiosincrasia) resulta la primera opción obvia correrse a la otra orilla y hacer ahí lo que de momento es imposible siquiera pensar de este lado del río.


       Había una avanzada en ese sentido con las tradicionales Gallery Nights de enero/febrero en la zona de La Barra desde hace casi diez años  Avanzada que, para mi sorpresa, este verano no se hizo, mutando la recorrida de los viernes a la noche por el nuevo evento “Open Art La Barra”, pero ya no auspiciado por La Nación, ni Arte al Día ni Chandon.  Ya no es más la continuidad del calendario expositivo porteño,  cortándose como algo distinto y local.



     Este cambio de estrategia –me han dicho, no me consta- tiene más que ver con la intención de que esta movida para colocar a Uruguay como centro neurálgico del arte en Sudamérica se haga sin darle primacía ni a artistas ni a galerías de Buenos Aires.  Entiendo que en la Primera Feria de Arte Internacional ESTE Arte que se celebró del 3 al 6 de enero en el Punta del Este Polo Country & Club no hubo representantes argentinos (oí que los costos -ocho mil quinientos dólares por stand básico según La Nación- debían ser pagados en dólar billete y que desde Baires era imposible cubrir esos números y en esa moneda.  ¿Intencional para dejarnos afuera?).  Puede que sea coincidencia o la crisis económica que nos inmoviliza, pero este verano no fuimos los argentinos la mayoritaria invasión que solíamos ser.

    La Bienal de Arte que se hizo en Montevideo en septiembre/noviembre  del año pasado, la tercera edición del Art Experience Tour del 12 al 14 de diciembre último también en Punta del Este, las varias muestras que siempre en verano se van de acá para allá y que se quedan desde los días previos a las fiestas hasta mediados de febrero, dan evidencia de que la actividad artística de Buenos Aires se continúa en Uruguay con una lógica propia desde siempre.  Me suena inconcebible el separar lo que por naturaleza, costumbre y tradición  venimos haciendo de los dos lados del río.

     





     En lo personal, expuse tres veces en Punta del Este.  Una en el año 1991/92 (creo) evento del que no tengo ningún registro fotográfico o documental.  Después en el año 2006 integré una muestra colectiva del Atelier  de Arte Perez Balfer en La Barra (dentro del marco de las Gallery Nights) .








     Y finalmente en enero 2013 en la Feria Arte Punta en el Conrad (Mención Especial del Jurado incluída). 
   






     No sé si Punta del Este se convertirá con el tiempo en lanueva Miamique augura la nota de La Nación.  Espero que no. Miami es muy linda, luminosa y extrema; he ido varias veces y no me molestaría nada volver eventualmente.  Pero estos lados rioplatense son otra cosa.  Y a ninguno de los leales amantes de la apacible belleza esteña nos hace gracia que se modifique, ni aun mínimamente, su encantadora realidad.


domingo, 25 de enero de 2015







































     Hablaba yo de dispersarme...  Es peor, es una acción intencionada y artera.  Sé lo que tengo que hacer (programé el tiempo para poder cumplir con todo dentro de mi escaso margen); miro mi horario de trabajo, lo entiendo, lo encuentro razonable y ¡me pongo a hacer cualquier otra cosa!  Es evidente que no me gusta pintar por encargo u obligación, aun cuando la obra sea por completo de mi gusto y muy placentera su elaboración.  Pero el tener que hacerla antes de la fecha límite inconscientemente subleva mi extraña  ideología libertaria y cada vez que voy para el taller a ocuparme de mis obritas 30X30 en papel chamuscado por el fuego veo algo mejor que hacer, y eso hago.

     He llegado al absurdo de ponerme a “restaurar” una obra viejísima (y MUY mala, si tengo que ser sincera) que estaba arrumbada detrás de unos cajones y que suelo usar para tapar un ventanal cuando el sol refleja de modo insoportable.   Acomodo la paleta y los pinceles para seguir con los desnudos incompletos de mi serie neoyorkina y descubro que quiero volver a hacer retratos (¡retratos!) y me demoro preguntándome por qué dejé de hacerlos hace más de quince años.

     Me engaño diciéndome que apenas termine lo que tengo entre manos (y que tengo que tener listo como mucho a mediados de febrero) voy a hacer cualquier otra cosa.  Y aun sabiendo que cumpliría mi promesa no me importa y quiero ponerme ahora a perder el tiempo garabateando ojos intensos y sonrisas sugerentes.  ¿Me estoy boicoteando?  No, simplemente soy así.  Un caso perdido.


      He desperdiciado el día de hoy de manera gloriosa, ocupándome de tareas que no sólo me son impropias sino que nunca atraen mi atención: acomodar mi inacomodable taller a la busca de espacio extra que no existe, exterminar de a una las pulgas de mi gata y emprender un absurdo debate por twitter, red a la que hace poco me acerqué y a la que no dedico demasiado empeño en entender su dinámica.  Me molesta mucho ser mi propia enemiga, por lo irrazonable que resulta.  Si no quiero hacer algo no lo hago, no tengo por qué tenderme trampas para impedírmelo hacer.  ¿Por qué tanta vuelta?  ¿Será esa cuestión del timing?  ¿Qué lo que estoy pintando requiere tiempo de decante, un ir más lento, no obligarme a una continuidad temporal sino a incursiones dispersas y certeras?  ¿Realmente se pinta con la cabeza o es algo más físico, puramente sensorial, algo que se reconoce por instinto y no por elaboración intelectual?    ¿Será que planear la ejecución de una obra es inútil ya que la obra se conforma por sí sola y cuando ella quiere;  que no soy yo la que no quiere pintarlas sino ellas que no me aceptan tan seguido y tan insistente en su espacio?  ¿Será que el calor agobiante del día de hoy me terminó de trastornar?


“If you want to give a kiss, just give a kiss
If you want to fall in love, just fall in love
If you want to never know, just never know
If you want to throw a fit, just throw a fit
If you want to give a show, just give a show
But do it now, timing is the answer… to success
I suppose, I suppose”

Kevin Johansen,  Timing del álbum Sur o No Sur




sábado, 24 de enero de 2015


     “Por estos días, el autor de la blogonovela Weblog de una mujer gorda (que luego fue publicada como Más respeto que soy tu madre y generó, de la mano de Antonio Gasalla, uno de los éxitos más importantes de nuestro teatro) estuvo en Buenos Aires… (…)
-En una entrevista dijiste que la cultura, en principio, no necesita del dinero, ¿cómo es tu relación con la plata?
-Yo creo que no es la cosa que más me importa en el mundo y eso, en determinados ambientes o estratos, es raro.  Yo soy muy obsesivo del tiempo más que de la guita, del tiempo de tranquilidad.  Soy avaro pero de tiempo…  No me gusta la intermediación en el tema económico.  No me gusta que haya gente que se lleva porcentajes de algo por cosas que no hace…  Los que te cobran comisiones que no dan en un banco, una editorial multinacional que se queda con moneditas de todos los autores.  Es gente que está acá para romper las bolas con eso.  Me enoja mucho.
-¿Te enoja o te entristece?
-Me enoja  y me dan ganas de cagarlos, de hacer algo para que eso no ocurra, de inventar una manera donde ya no participen.
-¿Pedirías un subsidio para un proyecto tuyo?
-No.
-¿Por qué?
-Porque un proyecto tuyo es un juguete y vos no podés pedirle permiso a otro para que te diga hasta cuándo podés jugar.  Si vos querés jugar a algo, vas a hacerlo hasta que se haga de noche o hasta que te aburras, no hasta que te diga tu mamá.  No funciona así.
¿Atravesaste muchas crisis vitales?
-No.  Mi hija me preguntó el otro día si alguna vez no me gustó mi vida.  Me lo preguntó hace dos semanas.  Y le dije: “No”.  Y me pregunto: “¿Por qué?”, y le respondí que porque  yo quiero escribir desde que aprendí a escribir.  Siempre supe que quería contar historias.
-La clave entonces es encontrar algo que te movilice…
-Sí.  Porque después tenés todos los ingredientes de una vida: los desengaños amorosos, la pobreza o la riqueza.  Pero en los momentos de mayor debilidad tener  algo que hacer está buenísimo.  Podés ir preso por matar a un tipo o porque te metió un kilo de merca la policía para que vayas preso, está todo mal.  Pero si hay un lápiz y una libretita, podés sacar un cuento.  Hay algo, queda algo.  Es mi juguete.  Y mi juguete no es una cosa que me puedan sacar.  La vida puede ser una garcha, pero en los momentos más oscuros tenés tu juguete y podés jugar.  Yo lo agradezco como una suerte que no buqué. (…)
-¿Internet verdaderamente democratizó la producción cultural?
-Me parece que sí.  Hace veinte años, si querías hacer un corto, tenías que comprar cinta de Super-8, un rollo, y para hacer ocho minutos sin cortar, tenías que gastarte dos o tres sueldos de tu papá.  O si tenías una banda de rock de garaje y querías grabar en 16 canales, te salía tres sueldos y medio de tu papá.  Antes había muchísima gente que le echaba la culpa a la falta de recursos.  Ahora ya no, tenés que echarle la culpa finalmente a la falta de talento.  Es mucho más fácil saber que no servís para eso.”

Hernán Casciari “No tengo la capacidad mental para ser maduro”, entrevista de Carolina AmorosoLa Nación Suplemento Sábado, Mesa Para Dos del Sábado 24 de enero 2015, página 8.


       No puedo estar más de acuerdo con Hernán Casciari.  Encontrarme esta mañana con sus palabras hizo que me cambiara el humor nefasto de los últimos días, que volviera a creer que uno no está tan sólo en el universo y se reanudara mi convicción de que vale la pena hacer lo que uno hace (convicción que venía en rotundo stand-by).

      Hay mucha más gente por ahí que entiende que dedicarse al arte es independiente del dinero y del poder, y que cuando se tiene “eso” (esa pasión, esa vocación, esa habilidad o ese capricho) uno es ni más ni menos que un auténtico privilegiado.  Y sólo queda disfrutarlo...






viernes, 23 de enero de 2015

     Estoy por completo abocada a trabajar en las obras que voy a enviar a la Affordable Art Fair New York en el próximo marzo. Obviamente, la expresión “por completo abocada” es un mero pronunciamiento de buenas intenciones.  La presión que me auto-provoco por querer hace algo muy yo pero a la vez algo mejor a lo hecho hasta acá acciona mi natural repulsa a auto-obligarme a nada, lo que me rebela y me condiciona a distraerme con facilidad, a querer hacer cualquier otra cosa y boicotearme más que conscientemente (de hecho volví a jugar con iluminaciones medievales, que me absorben el tiempo y me alejan de pintar lo que tengo que pintar porque marzo está ahí, a la vuelta de la esquina).  Fastidio total.

 http://www.acuarellarte.com.ar/


    ¿En qué momento fui capaz de creer que yo (¡yo!) iba a poder pintar seis obras –aunque fueran chiquitas- en dos meses?  Soy lenta y dispersa, levemente ingobernable, me aburro demasiado fácil y nunca entiendo razones que sean, básicamente, razonables.  Una de mis voces (la de buena madre de familia, la práctica) con indiferencia comenta que si pagué el coste de participar en el evento es indistinto que envíe las seis o cinco o tres:  ya está.  Si pagué voy.  Con lo que haya.  La voz rubia (la única que me quiere) me consuela:  -Mejor pocas que te parezcan buenas que un montón de porquerías.  Mandá lo que te convenza, estás comprometida con la calidad y no con la cantidad.  Estoy a punto de darle la razón, aliviada,  cuando la tercera voz (la de anteojos, la más insidiosa) dice como quién no quiere la cosa: -Pero hay que ser negligente para perder la oportunidad de que seis de tus obras se exhiban en New York.  Cada obra que no envíes es una oportunidad desperdiciada exclusivamente por tu falta de compromiso, por tu poca seriedad.

    Realmente: ¿por qué los esquizoides tenemos que escuchar a “las voces”?  A varias voces.  ¿Por qué no podemos escuchar una sola? -yo con la voz rubia me llevo muy bien, podríamos convivir a la perfección-, ¿por qué tiene que haber siempre dos o tres que se contradigan entre si y nos enloquezcan?, ¿por qué no podemos elegir a las que queremos escuchar y poner en mute a las más odiosas?

    Y lo peor de todo de las voces es que terminan, siempre,  ganando la discusión.  El último par de días he trabajado a destajo y sin ganas, poco convencida pero dispuesta a avanzar lo máximo posible.  Me consuelo diciendo que cuando llegue el momento del envío si lo hecho no me convence no mando nada y al diablo con todo.




    Las seis ya las tengo estructurada y en trabajo avanzado.  Las dos primeras llegaron a ese punto de parate a la espera de las demás.  Cuando estén todas en ese mismo punto voy a dar los toques finales y ver si cierran entre sí o necesitan integrarse por otra vía (lo que sospecho).  Como si fuera una carrera de posta (carrera que estoy segura no voy a ganar.  Correr nunca fue lo mío.).  





jueves, 22 de enero de 2015



     “Condenar el arte de propaganda en nombre del arte por el arte es un extraño error.  Al menos, cuando la calidad de la técnica no obstaculiza la difusión o la comprensión (y es el caso del cinematógrafo), la forma nada pierde al vestir un contenido que determinen las necesidades políticas.  Hay pruebas de que puede, incluso, acomodarse magníficamente a ello.  Más aún: al modificarse rápidamente la política, el contenido de la obra está destinado a verse desprovisto de valor e inutilizable con igual velocidad, de modo que le es fácil al artista tomarlo como simple punto de apoyo y hacer, con plena conciencia estética, tantas obras maestras formales cuanto más cambios súbitos de opinión le ofrezca su gobierno.  Ya no defiende una fe, sino un oportunismo.  El arte de propaganda, pues, alcanza paradójicamente al arte por el arte en su mismo desprecio por el asunto, en su misma indiferencia por el valor humano del contenido, en su mismo desdén al antiguo esfuerzo por la expresión, por el enriquecimiento, por el ahondamiento de los deseos y sufrimientos del alma, cuando la belleza parecía no poder ser nunca otra cosa que un manto inalterable, y la hechicera capaz de encantar la memoria.

     Pero si el artista se interesa exclusivamente en su arte, si sólo trata de urdir los más bellos ropajes para que nada cubran, de componer el filtro más seguro para entorpecer al público, quizá se le deba pedir que no se consagre sino a las cosas, las cuales bastan a su ambición, y pinte tan solo manzanas o ninfas y componga sonetos sobre chulerías, y filme vías férreas o cosechas.  Mejor es, en esas condiciones, que no se ocupe del amor y de la guerra y de los dolores del hombre.  Estos sortilegios no deben ponerse al servicio de  los rodeos de una política. 

     Quizá, en el sombrío mundo que se extiende día a día, subsistirán algunos insumisos que incluso sin amar con exceso el arte, no concederán jamás que se lo deba emplear en incitar al odio y, lo que es más, a un odio mediocre; en provocar el entusiasmo y, lo que es más, un entusiasmo esclavo y por encargo; en suscitar, en fin, las pasiones que sofocan la simpatía –la simpatía hacia el enemigo, se entiende- e impide la comprensión y vedan la generosidad.  Es absurdo negar que formalmente un arte semejante pueda ser espléndido y gustar a los sentidos de los más expertos.  Es justo también que los espíritus más ambiciosos, que los corazones más severos, lo juzguen, al final de cuentas, degradante.  Y que lleguen a odiar su misma belleza, si –por debilidad, tal vez- no prefiriesen suponer que aquélla puede atemperar la abyección que protege, y que su esplendor lleva, en cierto modo, el antídoto del veneno que inocula.”

Roger Caillois, Arte y Propaganda  Revista Sur Nro. 334/335  Enero-Diciembre 1974, páginas 15-17.



     ¿Y ahora?  ¿De qué se van a disfrazar?  ¿No se les cae la cara de vergüenza por su manifiesto servilismo que los llevan a decir hoy lo que negaban apenas ayer?  Había muchos que tenían real talento, una carrera sólida y honesta por detrás, ninguna necesidad de adherir voluntariamente a una patética esclavitud intelectual que ya no puede disimularse.

     Presenciar la decadencia no se agradable ni aun para aquellos que esperábamos pacientemente el final del ciclo.  Porque una de las más incuestionables verdades de la vida es que todo acaba.  Pero, ¿era necesario sacrificar a casi una generación de artistas, algunos mediocres pero otros auténticamente valiosos, sólo por ese vicio imperdonable de sucumbir al falso (y transitorio) esplendor del poder? 




martes, 20 de enero de 2015


      Visto retrospectivamente, me resulta una especie de broma macabra que me jugó el destino. 

     El pasado sábado 17 de enero me llego hasta Colonia del Sacramento, Uruguay, para poder presenciar Las Llamadas con la que se iba a iniciar el “carnaval más largo del mundo”.  Hace años estuve en las de San Carlos y desde entonces venía buscándome el tiempo de estar en las que se celebran en una de las ciudades más lindas del planeta (Patrimonio de la Humanidad desde 1995) y a la que siempre que encuentro escusa vuelvo.

    Desde las nueve de la noche hasta corridas las dos de la madrugada del domingo fuí parte de uno de esos festejos populares que se desarrollan en un ambiente auténticamente mítico, donde si uno se abre a la percepción puede alcanzar a comprender la raíz cultural de una comunidad sin necesidad que nadie le explique nada.  Según los organizadores, se habían reunido cerca de 20.000 personas.  El número suena exagerado pero es probable que hasta hubiera más gente tranquilamente apostada a ambos lados de las siete u ocho cuadras de la avenida donde se celebró el desfile.  Mucha gente, y ni un solo tumulto o forcejeo.  Un clima cordial y festivo, integrador, sin ningún tipo de violencia o exabrupto. Impresionante y placentero.

    A la mañana del domingo, ya emprendiendo la vuelta a casa, me demoré un rato charlando con el Conserje del pequeñito y delicioso hotel donde me alojé por esa noche (Hotel Rivera http://www.hotelrivera.com.uy/), quién ante mi manifiesto disfrute de Las Llamadas, se tomó el tiempo de contarme otras idiosincrasias del carnaval uruguayo y aconsejarme volver por Montevideo -a fines de febrero- para apreciar el espectáculo de las competiciones de cierre del Carnaval.


     Le había notado cierto acento, pero en mi interés por esa conversación que con tanta facilidad se logra en tierras uruguayas, no me detuve en el detalle hasta que salió la cuestión del clima de absoluta tranquilidad con el que se podía disfrutar de un evento masivo y popular durante altas horas nocturnas.  Fue ahí cuando él me dijo que en los seis años que llevaba en Colonia sólo había escuchado de dos intentos de robo a mano armada, los que fueron ambos frustrados por la propia gente, custodia convencida de la paz de su comunidad.  Dos (¡dos!) intentos de robo -¡frustados!- en seis años.  Me salió del alma decir irónicamente -¡Como en Buenos Aires!-.  Entonces fue cuando el Conserje aclaró lo de su acento: me contó del número imposible de crímenes violentos que por día se daban en la ciudad de la que él venía.  Caracas.  Enseguida entendí de lo que hablaba, tan cerca sus problemas de los nuestros.  -Sentís que Colonia es lo más parecido al paraíso, ¿no?- le pregunté, siendo eso lo que yo siento.  -Calidad de vida –me dijo.  Calidad de vida, claro. 

     En algún momento del domingo pensé que el Conserje venía de un lugar peor, que nosotros todavía no habíamos llegado a esos extremos.  Que quizá estábamos a tiempo de conseguir algo parecido a la calidad de vida que disfruto siempre que cruzo el río rumbo a Uruguay.

     Pero llegó el lunes 19, me levanté temprano para pintar y encendí la radio.  La muerte del fiscal Nisman me quitó toda esperanza.  Dudo que alguna vez podamos alcanzar el paraíso en esta caída vertiginosa que llevamos de cabeza a lo más profundo del infierno.