jueves, 15 de enero de 2015



     Ayer me llegó a través del portal de arte español  XTRart (http://www.xtrart.es/2015/01/14/vera-icon-contesta-iii-entrega/) una nueva entrega del “consultorio” de la crítica de arte británica Vera Icon.  Dos de las cuestiones parecían participar de mis últimas discusiones y las sentí dirigidas hacia mí.  Las pego acá:


Hola Vera,   Estas navidades me invitaron a un ‘mercadillo de artista’ que al parecer vende bastante, a precios populares. Tuve que decir que no, porque mi obra tiene precios bastante altos, y no me parecía una buena estrategia que pensaran que estoy desesperado por vender. Pero el hecho es que sí estoy desesperado, y me dio mucha rabia no ir y no vender nada. Otros artistas salieron muy contentos. ¿Qué habrías hecho tú en mi caso?

Darling,  Parece mentira que a estas alturas los descerebrados de la Moda lo tengan más claro que los listos del Arte. Cualquier artista que se precie tiene obra de ‘alta costura’ y de ‘pret-a-porter’, para disponer de un mercado lo más amplio posible. E incluso merchandising. Esto es muy necesario, sobre todo, cuando no tienes contactos en las altas esferas, y los que te compran son tu familia y amigos como parece ser el caso.
Querida Vera,   Estuve hace poco en una charla sobre arte donde se comparaba el mercado del arte con un tablero de ajedrez, y se hablaba de los agentes que estaban dentro y de los que están fuera, y de las estrategias para ‘formar parte del tablero’, o algo así. Ya había oído la metáfora en algún sitio, incluso poniendo nombre a las piezas, como en este vídeo: http://youtu.be/3_iTpyUVy7M  No estoy seguro de entender estas analogías, ¿qué opinas?
Darling,  Es un poco cruel hablar sólo de un tablero. Yo veo el mercado del arte más como un casino: unos juegan en la ruleta VIP, y otros jugamos en las tragaperras. Cuando me toca el jackpot me voy a la mesa de backgammon a perderlo todo. Y siempre conservo mi peinado intacto cuando vuelvo a la tragaperras.




     Es evidente que la problemática tanto de los artistas emergentes como la de los más o menos posicionados es igual en casi todas partes del mundo.  En Baires eso de hacer obra pequeña y no muy elaborada para vender al dos por uno en eventos de regalería festiva también se da.  Recuerdo cuando me sugirieron con buena onda (sé que no había mala intensión porque era en realidad buena gente, pero como todo galerista de medio pelo un mero tendero que sólo quería vender) que hiciera algo “así nomás”, que no fuera “tan como lo que yo hago”, chico y barato total lo que iba a tratar de venderse era la firma.  En esa oportunidad dije que iba a tratar de hacerlo (insisto, era un buen tipo) mientras disimulaba mi espanto por la mera sugerencia de firmar algo que no fuera medianamente bueno y mío.  Se ve que ya estaba eso del branding circulando aunque no supiéramos que así se llamaba.  Se trataba de que el nombre fuera una marca y la difusión valía aunque se lo asociara a porquerías de ocasión.

     Lo del mercado del arte como tablero de ajedrez es una argumento que por aquí también se escucha mucho, sosteniendo que la “estrategia” es la clave de todo éxito.  De vuelta es un speach habitual en boca de RRPP y publicistas, que asimilan al arte a cualquier negocio de compra-venta, donde la obra es un objeto de nulo valor en sí y que su precio lo fija el entorno, los amigos y el exacerbado pintoresquismo del autor.  Circo y merchandansing.


     En lo personal y tras unos cuantos años de estar dedicada a esto, veo el mercado del arte de Buenos Aires y adyacencias como una serie de círculos concéntricos.  En el centro, en un círculo pequeño y resplandeciente, están las efímeras estrellitas inventadas por los hacedores de gloria de papier maché; las que aparecen en las fotos de las revistas Caras, Gente y hasta eventualmente en la Hola.  Las que se vinculan a la farándula vernácula y a nuestro seudo jet-set de cabotaje.  Hacen dinero rápido (aunque su mayor porcentaje se lo quedan sus hacedores), participan en dos o tres eventos de trascendencia internacional –donde logran mínima o nula repercusión- y se eclipsan.  Y aparecen nuevas estrellitas efímeras…

     A este círculo lo rodea uno más estrecho pero de mayor permanencia y estabilidad, donde están los Grandes Maestros que han llegado a serlo a fuerza de años de labor y honesto talento.  Tienen el reconocimiento de sus pares y, en muchos casos, la debida proyección internacional. Son los que van a quedar en los libros de historia y en los museos. Hacen dinero pero dentro de lo lógico: viven del arte sin ser millonarios ni viajar en aviones privados.  Son los artistas.  Ese círculo es la meta de todo el que se dedica en serio al arte.

     El circulo que sigue, más amplio y de nuevo de población fluctuante, son los artistas dependientes del poder y del erario público.  Son los que viven de subsidios y de becas, los que se acomodan donde calienta el sol.  Muchos ganan premios nacionales, cátedras bien pagas, publicaciones de libros y hasta pensiones graciables.  Algunos han tenido mérito técnico en su momento pero luego decidieron dejar de correr riesgos y optaron por un patrón que los mantenga.  Estos son los artistas nacionales cruza con gato que saben cómo caer siempre parados. 

     Después viene un amplísimo circulo de los artistas emergentes y empeñosos, los que se dedican a su propia costa y riesgo al arte.  De este grupo salen para los otros tres más céntricos según sus apetencias y contactos.  Algunos ponen dinero y son brevemente una estrellita fugaz, otros se acomodan con el poderoso político de turno y hace su quintita a posteridad.  Otros tratan de ser leales a sus convicciones y aspiran alguna vez, dentro de muchos años de perseverancia, acercarse al círculo de los verdaderos artistas. 

     Y el último circulo es el de los estudiantes, aprendices y aficionados.  La materia prima.  De ahí sale todo, es la sangre nueva, el refuerzo de la fe, la posibilidad de lo que será el futuro.  De ahí salen para el centro (el luminoso o el auténtico).  Algunos llegan, otros se cansan al tiempo y salen del juego.  Pero siempre entran nuevos jugadores.



     Estos círculos concéntricos son normalmente mi concepción del universo, aunque también suelen recordarme al Infierno del Dante, cuyo camino, sabemos, está empedrado de buenas intenciones.


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