Cuatro de
seis. Me acerco a la meta. Pero, como corresponde, me distraigo en otra
cosa…
Ayer,
dentro de mis planes originales, compré passepartout
negro, para: 1) aplanar las láminas (el acetato, además de inestable no acepta
dejar de combarse); 2) emparejar bordes (el camusque del fuego quedará muy interesante pero no es compatible con
las líneas rectas); 3) unificar los trabajos, tanto en tamaño y forma como
en contraste de color (pensando que en
una feria se cuelga sobre paneles blancos); 4) facilitar su traslado
preservando su integridad (si el acetato
es inestable, guardo silencio sobre la “inestabilidad” del papel quemado).
Lamentablemente, ahora estoy más interesada en hacer dibujitos sobre los
contornos de passepartout que en
acabar las dos obras pendientes. Sólo
puedo concentrarme en la decisión de si trazo el mapa original -modelo común de
las seis obras- en esos bordes o me libero a jugar con la continuidad caprichosa
de cada diseño por sobre el cartón negro.
Mi mundo se
ha limitado desde ayer a unos marcos de
cartón de tres centímetros de ancho y a una lapicera de tinta en gel plateado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario