miércoles, 28 de enero de 2015


      Leo respecto de las características del curso on line “Arte y Marketing: promoción del artista en el mercado del arte” que me publicitaran vía mail:

“Los artistas noveles y emergentes cada vez más necesitan de una ayuda y un “mentoring” efectivos para desarrollar sus carreras dentro del mercado del arte. Esto es todo un reto en la actualidad debido a la saturación de oferta y a la escasez de la demanda de arte.

El Curso proporcionará herramientas para diseñar la promoción, distribución y precio de la obra de arte; siempre tomando en cuenta a los compradores, los coleccionistas privados e institucionales, sus motivaciones y sus criterios de selección, y por supuesto los canales de distribución (ferias, galerías, asesores, curadores, etc.) y promoción (premios, becas, residencias, etc).”



       Lo primero que me sorprende es la aparición de un neologismo no captado hasta acá por mi radar lingüístico en el ámbito del arte: “mentoring”.

      Una rápida y superficial indagación me orienta (en fuentes de marketing y empresa)  hacia una básica definición para sacarme de la ignorancia: “La manera más clara y sencilla para definir el mentoring podría ser la siguiente: Proceso mediante el cual un miembro de una empresa con más experiencia (el mentor) enseña, aconseja, guía y ayuda a otra (el mentorizado) en su desarrollo invirtiendo tiempo y conocimientos.”

     O sea, el antiguo vínculo “maestro” y “aprendiz”, el que normalmente se da entre persona con cierta experiencia y principiante. Ese aprendizaje instintivo que surge cuando uno empieza en un métier (pongamos: el arte en todas sus facetas) y concurre a eventos culturales y escucha y trata de absorber la sabiduría práctica de los que están ahí desde ante que uno llegue.  Ahora eso es el “mentoring” y se ve que te tienen que adiestrar on line para que puedas hacerlo.


     Pero no nos quedamos ahí.  Otro mail me anuncia otro curso on line: “Herramientas de Arteterapia y Psicología positiva en la práctica de las artes expresivas”.  Explican que:

     “La Arteterapia o Terapia de Arte es una disciplina que vincula la Psicología como ciencia y todas las manifestaciones artísticas involucrando el cuerpo humano y sus sentidos y percepciones, el proceso creativo y sus etapas, los materiales utilizados, los espacios de creación, colores y productos artísticos, para atender las necesidades emocionales y psicológicas del ser humano, es de vital importancia que quien aprenda sobre esta disciplina, reciba un conocimiento tan amplio y profundo como sea posible sobre la ciencia y el arte en sus concepciones más bastas y al mismo tiempo más delicadas.

     El arteterapeuta debe ser una persona sensible, interesada tanto en el arte como en el estudio del ser humano y su desarrollo y crecimiento interno, de ahí que este diplomado ha sido estructurado bajo el concepto de introducir al alumno a la arteterapia para posteriormente llevarlo a conocer la psicología positiva, su sustento científico y aplicaciones para finalmente tener un acercamiento a ejercicios prácticos de autoconocimiento y aplicación en los que el alumno podrá descubrir y valorar sus recursos internos, visualizarlos, palparlos e incluso compartirlos con los alumnos que a su vez cursen el diplomado.”



     Pasé de sentirme totalmente acosada (por la imperiosa obligación de un “mentoring” y un arteterapeuta) a sentirme por completo huérfana y desamparada (por mi carencia de un “mentoring” y un arteterapeuta). 


       A mi lista de asistentes que no tengo (ni tendré mientras pueda defenderme  de ellos con uñas y dientes), falta imperdonable que me condena al fracaso absoluto, se agregaron estas nuevas especialidades hasta aquí ignoradas.  

     Paso formal lista a mis ausencias oficiales: un galerista (art dealer o marchand), un agente de prensa (por que uno existe sólo en la medida de que se aparece en los medios), un publicista (para que te diseñe y estructure el personal branding), un relacionista público (para asegurarte aparecer en las fotos con las celebrities de moda), un estilista (que nos vista y nos peine como “artista”), un mentor para el “mentoring”, y un arteterapeuta que me adiestre en “ejercicios prácticos autoconocimiento y aplicación” para que pueda “descubrir y valorar" mis "recursos internos, visualizarlos, palparlos e incluso compartirlos”

     Deduzco que para ser “uno” hay que estar rodeado de “un montón”.   Mi aversión a sociabilizar es la raiz de mi perdición, la causa directa de mi derrota.


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