martes, 18 de noviembre de 2014

   Ser artista en Buenos Aires (ser artista sin galería, ni art-dealer, ni representante bajo la denominación que esté de moda, ni nada de nada más que una obstinada buena voluntad de ser artista).

   Capítulo I:  Organizar un prolijo cronograma de exhibiciones de la obra.


   Con tiempo, se diría, uno puede organizar satisfactoriamente lo que sea.  Todo es cuestión de orden y método, como diría el amigo Poirot, de poner en funcionamiento las pequeñas células grises.  Pero no es el caso; será en Bélgica porque no lo es  en BAires.  Y no es que yo, en líneas generales, tenga algo en contra de la “improvisación”, pero acá se da la improvisada convergencia de todos los bifurcados senderos que no conducen a ninguna parte.  Muy lindo como anécdota pero desquiciante cuando uno quiere hacer algo en concreto y con un plazo perentorio en el tiempo.

   Un leading case para remitirme a la evidencia: coordinar la participación de mi obra en una feria en el exterior. 

   Logré contactar con un dealer/marchand o el nombre que use a su gusto, para poder intervenir en una feria el próximo año en Miami -Art Now MiamiMiami Beach Convention Center en febrero 2015- o en New York -Artexpo NY en abril 2015 – (por si a alguien sirve la data, el contacto es: jayson@artisandirectltd.com, Jayson Samuel Business Development Representative  Artisan Direct, LTD.).  

   Pero confirmar el tiempo que va a llevar el trámite para sacar obra (de mi autoría) del país es, al día de hoy, prácticamente imposible.  Al mes –largo- que lleva el trámite en Artes Visuales ahora hay que agregarle un nuevo trámite por ante la Dirección Nacional de Aduanas.  Este nuevo permiso, sin garantía de obtenerlo, no confirma período cierto de burocracia.  El “todo es mercadería” –concepto con el que los funcionarios aduaneros consideran cualquier petición de salida del país aunque sean bienes culturales- hace que, encima, no se sepa que costos va a implicar la autorización para mandar ¿dos?  ¿tres? obras plásticas a una feria que durará a lo sumo unos cuatro días.  En comparación costo/beneficio, es evidente que tanto lio para que nuestro trabajo se vea por unas horas en tierras extrañas quita el entusiasmo.

   Dada mi experiencia reciente (el envío de mi Silk Road a España a principio de este año), considerando la fecha en que estamos, descarto completar la gestión para poder llegar al evento de febrero de 2015.  Comenzando ahora quizá pueda estar ahí, bastante justa, para lo de abril.  Tengo en cuenta los paros (y/o disturbios, y/o saqueos y/o cortes de luz) ya habituales en los diciembres, la inexistencia del universo durante los eneros porteños y el ritmo lento y cansino con que suele reanudarse la vida civilizada en cada febrero. 


    Es evidente que la perspectiva de tanto formulario por llenar, tanta fotocopia que obtener y la paciente persecución de un cansino expediente administrativo no resulta tentadora en lo absoluto. ¿Por qué no buscar un galerista de por estos lados que se ocupe de tanto engorro?  Por los costos, obviamente.  Tratar de coordinar directamente –sin intermediarios ante el intermediario- achica un poco  los gastos que tendré que afrontar para lograr que mi obra se vea en otras tierras.  Ese ahorro me genera más trabajo personal y mucha malasangre, pero cuando el presupuesto del artista es ajustado hay que apechugar y moverse en contra de lo que nos es propio y nos gusta.

   Me quejo y sin embargo esto es más fácil para mí que para un artista que esté alejado de la Capital Federal.  Para un artista radicado en el interior de Buenos Aires o en otra  provincia es aún más complejo poder cumplir con los tramiterios kafkianos de nuestro sistema gubernamental de “aliento y difusión de las artes”.  ¿Será que a nadie le importa las dificultades de los artistas emergentes para “emerger”?  Es.  A nadie le importa


   Por supuesto que estas cosas pueden hacerse de otro modo, sin permisos ni legalidades, enviando la obra de modo marginal,  sin seguros ni resguardos de ningún tipo, apostando con fe a que el correo o la valija de un amigo llegará a buen destino sin extravíos ni daños.  Claro, el riesgo es del artista (siempre todos los riesgos son del artista) y uno no sólo queda como alguien chapucero e improvisado sino como representante de un país más desprolijo y chapucero aún.  Yo trato de hacer las cosas bien.  Trato.  Hasta donde me dejan.  Pero cuando la opción es no hacer nada  por los obstáculos absurdos que impone sin racionalidad el funcionario de turno la rebelión (tramposa) empieza a verse como una forma de patriotismo.





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