jueves, 20 de noviembre de 2014



Ser artista en Buenos Aires (ser artista sin galería, ni art-dealer, ni representante bajo la denominación que esté de moda, ni nada de nada más que una obstinada buena voluntad de ser artista).

Capítulo I:  Organizar un prolijo cronograma de exhibiciones de la obra.

          I.b) Sistema de selección de eventos de participación autofinanciada.

  Una vez que el artista ha tomado la valiente decisión de enfrentar todas las complicaciones burocráticas y/o exotéricas que implican mover la obra fuera de las fronteras, sigue la labor de escoger el evento al que le dedicaremos mucho más que sangre, sudor y lágrimas (léase: una importante cantidad de  dinero -dinero que no nos sobra-).

   Si bien el menú de ofertas no es tan amplio,  hasta para un artista emergente en la periferia del fin del mundo (ciertamente, Buenos Aires está lejos de todo ya sea ideológica como materialmente) el insondable misterio de la web facilita el acceso a múltiples posibilidades.

   Para seguir sobre ejemplos concretos, me pongo por sujeto de análisis y tomo las tres variables que estoy analizando en este momento: la Artexpo NYC 23-26  abril de 2015 Pier 94 NYC (http://artexponewyork.com/artexpo-new-york/),  la Affordable Art Fair en Chelsea Manhattan 25-29 marzo 2015 Metropolitan Pavilion (http://affordableartfair.com/newyork/)   o el inminente Arte en el Conrad  3-6 de enero de 2015 en el Hotel Conrad de Punta del Este, Uruguay (contacto organizadores: arteenpunta@gmail.com).

   Cuando las magras posibilidades financieras y la necesaria preservación de la salud mental ordenan escoger sólo una de las exhibiciones para invertir todos  los ahorros correspondientes al primer semestre del 2015, uno se pregunta cuáles deberían ser los criterios a aplicar para la evaluación de conveniencias antes de elegir.
 
   ¿Por qué se empeña el artista en sacar de paseo a sus obras por tierras extrañas?  Parecería una pregunta estúpida con una respuesta evidente: darse a conocer internacionalmente.  Pero estamos en los tiempos de internet, la difusión mundial de lo que sea no requiere necesariamente el movimiento físico.  Pero se trata de arte, y por muy bien fotografiada que esté la obra (lo que encima no es mi caso) no es lo mismo la contemplación directa. 

   Hay algo en una obra de arte, difícil de condensar en palabras, que es lo que marca LA diferencia.  Yo he visto hasta el cansancio la obra de Van Gogh reproducida en libros, catálogos y revistas  y podría honestamente afirmar  que ni es de mi favorita ni me motiva personalmente a nada.  Pero de pie a escaso metro de Le Moulin De la Galette en el Bellas Artes de BAires a mis diecinueve años  o ante varias de sus obras  en el MET hace pocos meses la piel se me puso literalmente de gallina.  Algo emana del arte verdadero, no se si es una energía, el perfume de la pasión original de su autor o el misticismo que la propia historia que la obra crea en su entorno como una aureola mágica.  Pero se siente.  No es lo mismo ver arte en la web que face to face.  Al que deba llegar llega.  Y a eso apuesta un artista emergente y periférico: que una de sus obras se encuentre con ese espectador que podrá sentirla, que concretará su razón de ser como discurso creativo.  O algo así.
 
   Si uno escucha a los galeristas, dealers y marchands (o curadores, críticos, publicistas o manager de posicionamiento global, o la novedad que surgiera mientras escribo esto), lo que hay que calcularse es el valor de espacio físico, duración temporal y afluencia de público asegurada.  Algo así como cuanto me cuesta el centímetro de pared, el minuto de permanencia y el crucé de cada mirada humana durante mínimo un parpadeo.  Al más barato se compra.

   Debe sumarse el nivel de difusión que tendrá el evento en sí y nuestra participación en él: tipo de catálogo que se edita, la distribución del mismo, si incluirá fotografía de la obra, si habrá folletería que nos nombre, etc. etc. etc.  Traducido: el nivel de promoción por fuera de la exhibición de la obra en sí que se consigue.  Ahí ya no se evalua que la obra sea vista sino que el nombre del artista (como marca) circule en el aradio mas amplio y ante la mayor cantidad de gente.

   Después te dicen los que supuestamente saben que debe considerarse el tipo de público del evento: si es un público útil (conocedores, coleccionistas, formadores de opinión) aunque sea escaso o un público intrascendente (el que sale a dar la vuelta del perro y contempla arte lo mismo que manualidades de chicos del jardín de infantes hechas con miga de pan) que aunque sea masivo es nulo a los efectos de la formación de una carrera artística.

   Párrafo aparte está la evaluación real de la posibilidad real de vender (¡realmente!) la obra.  Ahí juega el perfil de compradores habituales del evento o la tendencia de moda en el mercado o la preferencia de los organizadores o promotores del evento  que digitan la publicidad en forma intencionada.  Acá también suele marcarse cuál es la tendencia estilística de la ciudad anfitriona del evento, si estamos ante un público conservador o ávido de novedades, si predomina el diseño o el criterio de arte-inversión,  si se fomenta el show por sobre la reserva de valor, y siguen las variables de análisis.

   Ni que decir que a estas alturas cualquier artista más o menos normal ya mandó todo al diablo y optó por hacer ta-te-ti o revolear una monedita por los aires.  Demasiada información para masticar sin estar del todo seguro de que sea el modo ni confiando en uno mismo para poder procesar tanta data de manera eficaz.
 
   Yo me quedo con un consejo que oí hace siglos de un viejo pintor de Lanús:  concentrarse en un mercado claramente delimitado.  No tratar de abarcarlo todo.  Empezar en chiquito e ir después expandiéndose despacito, como cuando uno tira una piedra en el agua. Círculos concéntricos.
   Apuntarle a un mismo destino con constancia para  hacerse conocido al menos ahí.  Esa era mi premisa, hasta que un publicitario metido y odioso me dijo –me temo que con criterio- “no elijas vos, que te elijan; mandá a tu obra a donde les gusta lo que vos  hacés.” ¡Qué fácil!  ¿Y yo qué sé?  Si miro el contador de visitas a pie de este blog, donde pareciera que han deambulado por estas entradas más norteamericanos que compatriotas, diría que tengo que apostar al Norte.  Pero también puede significar que hay más gente con computadora en Estados Unidos   dedicados a perder el tiempo que en otros lados del planeta,   y que es mera cuestión de probabilidades estadísticas que navegando por google caigan por acá.  ¿Cómo saberlo?

  Si se trata de mero gusto personal, yo mandaría mi trabajo al Conrad, por la sencilla razón de que adoro Uruguay y Punta del Este es una ciudad indescriptiblemente hermosa que está encantadoramente cerca y me permite escaparme en persona a ver  mi trabajo colgado allí.  Pero entonces surge mi dichoso Libro de las Reglas personal, que dice que donde me premian no puedo volver a presentarme, y en el 2013 estuve en el Conrad y le dieron una mención a una de mis Odaliscas de Plagiaria.
 
 
   Por otra parte,  acabo de recordar que estoy muy enojada con los uruguayos, porque no me enteré, por lo que no pude pelear (¿suplicar?) para acceder, del evento Art Experience Tour que se desarrollará también en Punta del Este pero ahora en diciembre, del 12 al 14 (http://www.artexperiencetour.com/).  ¿Por qué no tuve noticias de que se estaba organizando esto?  ¿Por qué me dejaron afuera?  Me habría encantado estar ahí… hubiera gastado por completo  mis reservas y no tendría que complicarme en pensar que hago el año próximo.  Problema solucionado.

    Por lo general el rechazo no me afecta, es demasiado normal en mi vida.  Pero acá veo que entre los artistas que sí participan de la Art Experience Tour 2014 está Mike Amigorena, cuyo único mérito de su obra pictórica es que usa pollera cuando canta.  ¿Es justo?  Tantos años dedicada a tratar de que mi obra sea más o menos digna y ahora comprendo que se trataba sólo de hacerse el payaso ante las personas adecuadas…  
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario