Ser artista en Buenos Aires (ser artista sin galería, ni art-dealer, ni representante bajo la denominación que esté de moda, ni nada de nada más que una obstinada buena voluntad de ser artista).
Capítulo
I: Organizar un prolijo cronograma de
exhibiciones de la obra.
I.b) Sistema de selección de eventos
de participación autofinanciada.
Una vez que
el artista ha tomado la valiente decisión de enfrentar todas las complicaciones
burocráticas y/o exotéricas que implican mover la obra fuera de las fronteras, sigue
la labor de escoger el evento al que le dedicaremos mucho más que sangre, sudor
y lágrimas (léase: una importante cantidad de dinero -dinero que no nos sobra-).
Si bien el menú de ofertas no es tan
amplio, hasta para un artista emergente
en la periferia del fin del mundo (ciertamente, Buenos Aires está lejos de todo
ya sea ideológica como materialmente) el insondable misterio de la web facilita
el acceso a múltiples posibilidades.
Para seguir
sobre ejemplos concretos, me pongo por sujeto de análisis y tomo las tres
variables que estoy analizando en este momento: la Artexpo NYC 23-26 abril de
2015 Pier 94 NYC (http://artexponewyork.com/artexpo-new-york/), la Affordable
Art Fair en Chelsea Manhattan 25-29
marzo 2015 Metropolitan Pavilion (http://affordableartfair.com/newyork/) o
el inminente Arte en el Conrad 3-6 de enero de 2015 en el Hotel Conrad de Punta del Este, Uruguay (contacto organizadores: arteenpunta@gmail.com).
Cuando las magras
posibilidades financieras y la necesaria preservación de la salud mental
ordenan escoger sólo una de las exhibiciones para invertir todos los ahorros correspondientes al primer semestre
del 2015, uno se pregunta cuáles deberían ser los criterios a aplicar para la
evaluación de conveniencias antes de elegir.
¿Por qué se
empeña el artista en sacar de paseo a sus obras por tierras extrañas? Parecería una pregunta estúpida con una respuesta
evidente: darse a conocer internacionalmente.
Pero estamos en los tiempos de internet, la difusión mundial de lo que
sea no requiere necesariamente el movimiento físico. Pero se trata de arte, y por muy bien
fotografiada que esté la obra (lo que encima no es mi caso) no es lo mismo la
contemplación directa.
Hay algo en
una obra de arte, difícil de condensar en palabras, que es lo que marca LA
diferencia. Yo he visto hasta el
cansancio la obra de Van Gogh reproducida
en libros, catálogos y revistas y podría honestamente afirmar que ni es de mi favorita ni me motiva
personalmente a nada. Pero de pie a
escaso metro de Le Moulin De la Galette en el Bellas Artes de BAires a
mis diecinueve años o ante varias de sus
obras en el MET hace pocos meses la
piel se me puso literalmente de gallina. Algo emana del arte verdadero, no se si es
una energía, el perfume de la pasión original de su autor o el misticismo que
la propia historia que la obra crea en su entorno como una aureola mágica. Pero se siente. No es lo mismo ver arte en la web que face to face. Al que deba llegar llega. Y a eso apuesta un artista emergente y periférico:
que una de sus obras se encuentre con ese espectador que podrá sentirla, que
concretará su razón de ser como discurso creativo. O algo así.
Si uno escucha
a los galeristas, dealers y marchands (o curadores, críticos, publicistas o
manager de posicionamiento global, o la novedad que surgiera mientras escribo
esto), lo que hay que calcularse es el valor de espacio físico, duración temporal
y afluencia de público asegurada. Algo
así como cuanto me cuesta el centímetro de pared, el minuto de permanencia y el
crucé de cada mirada humana durante mínimo un parpadeo. Al más barato se compra.
Debe
sumarse el nivel de difusión que tendrá el evento en sí y nuestra participación
en él: tipo de catálogo que se edita, la distribución del mismo, si incluirá
fotografía de la obra, si habrá folletería que nos nombre, etc. etc. etc. Traducido: el nivel de promoción por fuera de
la exhibición de la obra en sí que se consigue.
Ahí ya no se evalua que la obra sea vista sino que el nombre del artista
(como marca) circule en el aradio mas amplio y ante la mayor cantidad de gente.
Después te
dicen los que supuestamente saben que debe considerarse el tipo de público del
evento: si es un público útil (conocedores, coleccionistas, formadores de opinión)
aunque sea escaso o un público intrascendente (el que sale a dar la vuelta del
perro y contempla arte lo mismo que manualidades de chicos del jardín de
infantes hechas con miga de pan) que aunque sea masivo es nulo a los efectos de
la formación de una carrera artística.
Párrafo
aparte está la evaluación real de la
posibilidad real de vender (¡realmente!)
la obra. Ahí juega el perfil de
compradores habituales del evento o la tendencia de moda en el mercado o la
preferencia de los organizadores o promotores del evento que digitan la publicidad en forma
intencionada. Acá también suele marcarse
cuál es la tendencia estilística de la ciudad anfitriona del evento, si estamos
ante un público conservador o ávido de novedades, si predomina el diseño o el
criterio de arte-inversión, si se
fomenta el show por sobre la reserva de valor, y siguen las variables de análisis.
Ni que
decir que a estas alturas cualquier artista más o menos normal ya mandó todo al
diablo y optó por hacer ta-te-ti o revolear una monedita por los aires. Demasiada información para masticar sin estar
del todo seguro de que sea el modo ni confiando en uno mismo para poder procesar
tanta data de manera eficaz.
Yo me quedo
con un consejo que oí hace siglos de un viejo pintor de Lanús: concentrarse en un mercado
claramente delimitado. No tratar de
abarcarlo todo. Empezar en chiquito e ir
después expandiéndose despacito, como cuando uno tira una piedra en el agua.
Círculos concéntricos.
Apuntarle a un
mismo destino con constancia para
hacerse conocido al menos ahí.
Esa era mi premisa, hasta que un publicitario metido y odioso me dijo –me temo que
con criterio- “no elijas vos, que te elijan; mandá a tu obra a donde les gusta lo que
vos hacés.” ¡Qué fácil! ¿Y yo qué sé?
Si miro el contador de visitas a pie de este blog, donde pareciera que
han deambulado por estas entradas más norteamericanos que compatriotas, diría
que tengo que apostar al Norte. Pero también
puede significar que hay más gente con computadora en Estados Unidos dedicados a perder el tiempo que en otros
lados del planeta, y que es mera cuestión
de probabilidades estadísticas que navegando por google caigan por acá. ¿Cómo saberlo?
Si se trata
de mero gusto personal, yo mandaría mi trabajo al Conrad, por la sencilla razón de que adoro Uruguay y Punta del Este
es una ciudad indescriptiblemente hermosa que está encantadoramente cerca y me permite
escaparme en persona a ver mi trabajo
colgado allí. Pero entonces surge mi dichoso Libro de las Reglas personal, que dice que donde
me premian no puedo volver a presentarme, y en el 2013 estuve en el Conrad y le dieron una mención a una de
mis Odaliscas
de Plagiaria.
Por otra
parte, acabo de recordar que estoy muy
enojada con los uruguayos, porque no me enteré, por lo que no pude pelear
(¿suplicar?) para acceder, del evento Art Experience Tour que se
desarrollará también en Punta del Este
pero ahora en diciembre, del 12 al 14 (http://www.artexperiencetour.com/). ¿Por qué no tuve noticias de que se estaba
organizando esto? ¿Por qué me dejaron
afuera? Me habría encantado estar ahí… hubiera
gastado por completo mis reservas y no
tendría que complicarme en pensar que hago el año próximo. Problema solucionado.
Por lo general el rechazo no me afecta, es
demasiado normal en mi vida. Pero acá
veo que entre los artistas que sí participan de la Art Experience Tour 2014 está
Mike Amigorena, cuyo único mérito de
su obra pictórica es que usa pollera cuando canta. ¿Es justo?
Tantos años dedicada a tratar de que mi obra sea más o menos digna y ahora
comprendo que se trataba sólo de hacerse el payaso ante las personas adecuadas…
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