sábado, 15 de noviembre de 2014

   Quinientas veces me senté a escribir en este blog los ires y venires de una vida más o menos “normal”, sumamente intrascendente, definitivamente la única que tengo.  Como el Capitan Kirk dictándole a la bitácora  al cierre de cada episodio del Star trek que seguía religiosamente en mi infancia.

   Quinientas veces de un blog que no pretende nada, con el que no logro nada, que se contenta en ser un diario de artista, o de alguien que pretende y aspira a calificar alguna vez como artista.  Un resumen de lo que hago –bien o mal- con el único objetivo de pensar por escrito y compilar ordenadamente los recuerdos del presente para en un futuro quizá sacar alguna conclusión.

  ¿Por qué no hacerlo en privado?  ¿Y quién dice que esto no es privado?  ¿Quién puede estar absolutamente seguro de que hay alguien más ahí, del otro lado de lo que sea que es “la web”, el intangible “ciberespacio”?  Acá sólo estamos mi computadora y yo, en este ratito diario de sentarme a garabatear quién soy y que he hecho para constituir un avance o un retroceso en este camino que tercamente me empeño en construir.  Caminante no hay camino, se hace camino al andar…  Escribo para recordarme que estoy caminando aunque no llegue nunca a ninguna parte.


   Pero si hay alguien ahí, del otro lado de lo que sea que es esta fantasía colectiva, que con nada mejor que hacer lee algún fragmento de esta crónica empecinada y de algún modo le provoca una sonrisa, o una duda o -¡que ambición!- una idea afortunada, esta tontería mía habrá tenido un destino feliz en el complejo  e indescifrable entramado del universo.  Una auténtica razón de ser.


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