sábado, 1 de noviembre de 2014

Por qué dedicarse al arte.  Decálogo Mitológico.

Mito 2.  “Porque los artistas viven en estado de excitación continua, en un ambiente disoluto de promiscuidad sexual”.


      Dejo sentado aquí que, personalmente, me encantaría que esto no fuera un mito.  Una profusa y constante segregación de endorfinas sería muy útil para paliar mi constante dolor de espalda, haciendo que la compañía fuera más entretenida y menos decepcionante que la que actualmente me dispensan el diclofenac y el pridinol que arreo a cuestas vaya a donde vaya.

  ¿De dónde viene este mito?  Supongo que de un mal entendido semántico.  El término promiscuo solía utilizarse en el pasado para señalar, simplemente, a una persona con una vida sexual activa.  Una normal y natural vida sexual pero que por los tabúes oscurantistas de las religiones se catalogaba como “mala”.  
  
  Ese prejuicio moral alteró el lenguaje y el sentido común y pasó a ser promiscuo todo aquel que tuviera una sexualidad ajustada a la biología.  Probablemente los artistas (asimilables a los intelectuales entendidos como personas que utilizan la razón y no adhieren a costumbres mojigatas y estúpidas) por el simple hecho de acatar en un marco de normalidad sus pulsiones físicas (o sea, por protegerse del frío y del calor, comer cuando se tiene hambre y complacer su necesidad de erotismo compartiendo con el acompañante de su preferencia mutuos y consentidos juegos sexuales) eran entes del infierno, enviados de satanás para la perdición de las almas,  portadores del triple 6, perversos promiscuos irredimibles.


    La presunta propensión al libertinaje de los artistas tiene la misma incidencia porcentual que en cualquier otra actividad o profesión.  Diría que hasta menos que el promedio.  El culto al espíritu que se desarrolla en la actividad artística vuelve selectivo el criterio de compañía.  Se busca cierta afinidad, cierta comprensión, ese tener algo más que compartir que la mera adecuación física.  El arte acostumbra a la intensidad, sí, pero también a la honestidad:  uno tiende a estar donde  y con quién quiere estar; los mandatos sociales y las poses de conveniencia no suelen compatibilizar con la autenticidad y la independencia intelectual que todo artista pretende para sí.

   Para un artista es más sencilla y lógica la soledad que la sociabilización.  El arte es tarea de a uno, no de equipo.  En el arte no hay tercer tiempo ni asadito después del partido. 


   Buscando antecedentes, encontré que a quien más fácilmente se tilda de “promiscuo” es a Picasso.  Nadie va a discutir su afición a las damas (y a su destrato, tal vez), pero “promiscuidad” no sería un calificativo justo para alguien que en una larga vida de noventa y dos años (1881-1973) compartió distintos períodos con distintas mujeres.

   Fernande Olivier a sus veinte años, Eva Gouel – que muere de cáncer al poco tiempo-, Olga Koklova que es legalmente su primera esposa y madre de su primer hijo Paul, Marie-Therese Walter madre de su hija Maya, Dora Maar, Francoise Gilot madre de Claude y Paloma, Genevive Laporte, y Jacqueline Rocque su última mujer, con la que también se casa legalmente, y en cuyos brazos muere.  

  Pero fueron todas ellas relaciones largas (promedian los diez años), públicas, con reconocimiento y vínculo con sus hijos, a las que siguió tratando tras la ruptura,  lo que hace pensar que fueron  relaciones emocionalmente comprometidas  que marcaron y quedaron  inmortalizadas en su obra.  

   Puede que en su tiempo sus contemporáneos lo viera como un poco díscolo (por mandato social o por envidia), pero haber tenido 8 relaciones más o menos estables a lo largo de 92 años de vida no suena como algo demasiado transgresor ni pervertido.


   En contraste podría señalarse a Dalí, que expresamente siempre reconoció su pertenencia a una sola mujer, Gala –y un previo escarceo con Federico García Lorca-.

Entrevista a Salvador Dalí
FuenteL’Express. Publicación en castellano: Panorama, 6 de abril de 1971.

Salvador Dalí, para mucha gente usted es uno de los más grandes pintores vivientes, un maravilloso grabador, una inteligencia notable. Pero buena parte del público lo considera un mistificador arrebatado, que busca apasionadamente la publicidad. Usted mismo, ¿cómo se define?
Soy uno de los raros artistas contemporáneos que siempre han rehusado pertenecer a un partido o a una agrupación política cualquiera. La historia constituye mi pasión porque es “la categoría” por excelencia, mientras la política sólo es la anécdota efímera de la Historia.
Dentro de la historia de la pintura, ¿acaso no es, usted también, una anécdota efímera?
Lo dije y lo repito, considero que como pintor soy un artista mediocre. Mi mujer, Gala, me encuentra mucho más talento del que yo mismo me encuentro. Cuando me comparo con los grandes pintores del pasado, Vermeer, Velázquez, y hasta Gerrit Dou, a quien acabo de descubrir en el Petit Palais, en la exposición del Siglo de Rembrandt, me considero una verdadera catástrofe artística. Pero sí, a la inversa, me comparo con mis contemporáneos, entonces, evidentemente, soy el mejor. No es que sea bueno. Pero los otros son tan malos que la comparación se revela imposible.
(…)
El placer, la fiesta, ¿qué papel desempeñan en su vida?
Un papel esencial. Creo que la vida debe ser una fiesta continua. Estoy contra Descartes porque era un señor que pensaba. Yo jamás pienso, juego. El hombre a quien más detesto en el mundo, se lo voy a decir, es Auguste Rodin. Porque es el autor de una escultura abominable que representa a un pensador, la cabeza apoyada en una mano. En esa posición nunca se puede crear. Ni defecar. Sólo se puede crear a condición de jugar. Los mayores cornudos de todos los tiempos son personas como Rodin, Descartes y, sobre todo, como Karl Marx. Ahí tiene un tipo que pasó no sé cuántos años escribiendo El Capital. Todo lo que dijo es el revés de la realidad. Entre otras cosas, predijo la lucha de clases: ya no las hay porque las clases desaparecen. Por el contrario, él no había previsto la verdadera lucha de nuestra época, es decir la lucha de las razas. Sobre China, Japón, Israel, el mundo árabe, etcétera: nada, ni una palabra. Eso no tiene nada de sorprendente. Karl Marx, como Descartes, era un individuo de tipo respiratorio. Los digestivos son de tipo mucho más interesante.
(…)
¿En qué es tan excepcional Gala?
Me hizo ganar todo el dinero que poseo.
¿Y qué más?
Fue la primera con quien hice el amor. No es que me guste mucho hacer el amor, pero tenía 29 años y me creía impotente. Gala me reveló a mí mismo. Jamás hice el amor con nadie más.
Sin embargo, usted mismo organizó "festicholas".
Jamás. Asistí a "festicholas", y lo encontré antierótico por excelencia.
¿Qué piensa, de la libertad sexual actual?
Es muy mala, de todo punto de vista. La mayor cretinización -y empleo una vez más la palabra en un sentido no peyorativo- es caer enamorado. Porque entonces, uno babea como un cretino. Ahora, con la promiscuidad, no hay posibilidad de enamorarse. Creo, por lo demás, que se va a volver a cierta forma de amor cortés. Se pasará de la licencia total a un período de castidad.
(…)


   Otra pareja que se asigna como “promiscua” por sus recíprocos engaños es la de Diego Rivera y Frida Kalho.  Pero si uno se detiene a leer algunas de las cartas que se conservan de Frida comprueba que sus relaciones eran más de tipo romántico-espiritual que promiscuo-lujurioso:


“11 de junio de 1940
Mi Diego:
Ahora que hubiera dado la vida por ayudarte, resulta que son otras las 'salvadoras'... Pagaré lo que debo con pintura, y después aunque trague yo caca, haré exactamente lo que me dé la gana y a la hora que quiera... Lo único que te pido es que no me engañes en nada, ya no hay razón, escríbeme cada vez que puedas, procura no trabajar demasiado ahora que comiences el fresco, cuídate muchísimo tus ojitos, no vivas solito para que haya alguien que te cuide, y hagas lo que hagas, pase lo que pase, siempre te adorará tu Frida.”



“Bartolí anoche sentía como si muchas alas me acariciaran toda, como si en la yema de tus dedos hubiera bocas que me besaran la piel.  Los átomos de mi cuerpo son los tuyos y vibran juntos para querernos. Quiero vivir y ser fuerte para amarte con toda la ternura que tú mereces, para entregarte todo lo que de bueno haya en mí, y que sientas que no estás solo. Cerca o lejos, quiero que te sientas acompañado de mí, que vivas intensamente conmigo, pero sin que mi amor te estorbe para nada en tu trabajo ni en tus planes, que forme yo parte tan íntima en tu vida, que yo sea tú mismo, que si te cuido, nunca será exigiéndote nada, sino dejándote vivir libre, porque en todas tus acciones estará mi aprobación completa. Te quiero como eres, me enamora tu voz, todo lo que dices, lo que haces, lo que proyectas. Siento que te quise siempre, desde que naciste, y antes, cuando te concibieron. Y a veces siento que me naciste a mí. Quisiera que todas las cosas y las gentes te cuidaran y te amaran y estuvieran orgullosas, como yo, de tenerte. Eres tan fino y tan bueno que no mereces que te hiera la vida.
Te escribiría horas y horas, aprenderé historias para contarte, inventaré palabras nuevas para decirte en todas que te quiero como a nadie.
Mara
29 de agosto (1946)  Nuestra primera tarde solos.”
(Frida utilizó el seudónimo "Mara" para firmar la carta dirigida al artista español José Bartolí.)


   Tristemente concluyo que este otro mito urbano sobre los artistas es absolutamente cruel.  Un malentendido histórico que hace que el resto del mundo crea que uno se la pasa de orgia en orgia, lo más contento revoleando la chancleta,  cuando la patética realidad es que está más solo que la una en medio de su taller tratando de juntar coraje para saludar al vecino la próxima vez que se lo cruce en la vereda.  

   Nuevamente digo como única respuesta posible a la invocación de esta mitológica razón para dedicarse al arte: ¡¡¡Ojalá!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario