martes, 4 de noviembre de 2014

Por qué dedicarse al arte.  Decálogo Mitológico.

Mito 5. “Porque si sos artista te hacés millonario fácil,  hay gente que paga fortunas por cualquier porquería que le digan que es arte”.




  Este es un mito coproducido.  Colaborativo y tendencioso.  En parte es una fantasía popular entre las personas ajenas al medio y en otra (gran) parte es la versión nebulosa intencional y alimentada por los integrantes del llamado mercado secundario del arte.  ¿Para qué?  Simple: para que en ese ambiente extravagante del “Arte” de las grandes galerías tradicionales, curadores e historiadores de prestigio museístico y coleccionistas de identidades ocultas, nadie sepa muy bien nada. Todo es sobre supuestos y rumores, se dice pero no se precisa, es y no es y entonces la mitología estalla esplendorosa y triunfal.

   El mercado primario, es decir, la venta que hace el artista de su obra (a un galerista, art dealer o connoisseur) normalmente es a valores paupérrimos, siempre regateados,  a los que el artista accede por 1) hambre; 2) convicción honesta de que si la obra se mueve cumple su destino; 3) ingenuidad de creer que en la próxima venta podrá subir el precio.

   Habrá excepciones (¿habrá?) de artistas astutos que sepan cómo  vender a altas cotizaciones sin necesidad de intermediarios, que poseen ese misterioso know how mercantil que les permite vivir de su obra. Habrá, porque es necesario que haya para que la regla se confirme:  el artista gana muy poco por la venta de su obra.


    Pero producida esa primera venta, salida la obra de las manos de su hacedor, pasa al llamado mercado secundario, donde se mueven exclusivamente las grandes galerías, casas de subastas, museos y fundaciones, y los coleccionistas con su séquito de historiadores del arte, críticos y curadores.

  ¿Cómo funciona?  Hasta donde sé (conocimiento adquirido por treinta años dedicados a esto; por escuchar, por leer, por deducir, pero sin contar con prueba fidedigna al alcance de la mano) hay un Señor A que compró una obra a un artista más o menos conocido por una suma casi irrisoria; y justo da con el Señor B que ¡sorpresa! está desesperado por compra  esa obra de ese artista.  Entonces el Señor A le vende alegremente al Señor B la obra por mil veces o más del valor por el que él la adquirió del artista.  ¿Cuento chino?  Más o menos.  EL Señor B en su exorbitante pago está pagando el precio de la obra más alguna otra suma que le debe al Señor A en concepto de soborno, reintegro, comisiones por influencias indebidas o mera distribución de ganancias de alguna sociedad común que se dedica al tráfico non sancto (drogas, armas, blancas).  ¿Quién puede discutir la operación comercial entre dos amantes del arte?  ¿Quién sabe qué vale qué?  Las galerías y casas de subastas suelen entrar en este juego invirtiendo en publicidad y marketing de los artistas escogidos para generar el entorno apropiado y creíble, a cambio de porcentajes de la operación en compensación a su asesoramiento curatorial.  Algunas compañías aseguran esas supuestas piezas valiosas durante un breve período de tiempo, para dar credibilidad a vistas del fisco, seguros que luego se dan de baja con el argumento de momentáneas dificultades financieras.  Un tinglado bonito y prolijo.  Mucho dinero blanqueado entre las sutiles elegancias de las Bellas Artes.


   De este mercado secundario el artista no participa, más allá de que su  obra sea el objeto central de la maniobra.  A veces, para fijar valor pero al mismo tiempo sacarla de mercado, se consigue que la obra sea comprada por organismos gubernamentales para que terminen en algún museo de menor importancia, con lo que nuestro Señor B consigue también algún retorno de fondos públicos.  El mercado secundario se presta a toda maniobra y goza con la impunidad de que nadie puede seriamente discutir valores.  La intangibilidad del arte.

   En este limbo se forman las leyendas de las ventas multimillonarias de arte, de extraños artistas que de repente empiezan a vender y vender por cifras increíbles.  Surgen esas estrellitas de fulgor resplandeciente que a los pocos años se extinguen.  Se ve el claro maniobrar de agentes de prensa y relacionistas que en equipo con galerías, críticos, y algún periodista de un medio masivo, saturan a la opinión pública con el repentino “éxito” de un artista que hasta ayer era conocidos sólo por sus pares y como alguien más del montón.

   Así se llega a formar en el inconsciente colectivo la convicción de que el arte implica dinero y que, como consecuencia, el artista arriba fácilmente a fortunas cuantiosas.  Pero el dinero (negro) usa al artista y a su obra para jugar juegos de “limpieza” y aparecer blanco y ungido de cultura. No hay artistas millonarios.  Si hay, la fortuna es anterior o ajena al arte.  Si hay, no es arte.


 Transcribo fragmentos de dos artículos a los que puede accederse en la web sobre el mercado secundario del arte:  


Cómo funciona el mercado del arte.
(…) Los mecanismos del precio para el mercado primario y secundario del arte funcionan de diferente forma. En el mercado primario del arte, el precio de la obra de arte se basa en sus dimensiones y en la reputación del artista… cada obra …en una exposición tiene el mismo precio por centímetro cuadrado. Cualquier pieza podría haber sido sustituida por otra. No se ha establecido ninguna diferencia en el precio basándose en la calidad.
   En el mercado secundario, cada precio asignado a una obra de arte se ha estimado de forma exclusiva. Obras clave o con un destacado historial de colecciones de un determinado artista obtendrán un valor superior y, por tanto, serán ofrecidas a un precio más alto que obras menores o medias realizadas por el mismo artista.
  En el mercado primario, el galerista lleva a cabo una labor de gestión para los artistas de la galería, convirtiéndose en su representante. Buscará el reconocimiento y fama a nivel internacional de “sus” artistas… presentan las obras de sus artistas en ferias de arte internacionales, potencian al máximo las relaciones con los medios de comunicación y organizan la participación del artista en relevantes muestras, entre otras actividades.  
  Los gestores de la galería son considerados especialistas en el arbitraje del riesgo estético… el arbitrageur … Cada elección en la orientación artística de la galería es una apuesta por un gusto futuro, es decir, branding (estrategia de marca) estético. (…)
  En el mercado secundario, la procedencia de la obra de arte es esencial. Para alcanzar precios elevados, la obra debe reunir cuatro elementos característicos: un notable y reconocido creador, un excelente historial de colecciones/exposiciones, un buen estado físico y una verificada declaración de autenticidad.
(…) La calidad de una obra de arte contemporáneo no puede ser medida según criterios estándar como el material, la durabilidad o el manejo del pincel. La calidad del arte contemporáneo se basa en la calificación que hacen de ésta acreditados participantes del mercado. Este sistema funciona de forma similar al sistema de citas en el campo de la ciencia. El reconocimiento de un científico aumenta de acuerdo al número de citas a su persona en publicaciones científicas. Este fenómeno es conocido como sistema de autorreferencia. (…)  Si el mercado fracasa (no hay demanda), el artista (o la obra de arte) se verá forzado a abandonar su nivel o, en el peor de los casos, será completamente expulsado del sistema.
   En el mercado primario, el galerista, en su función de promotor de la carrera de un artista, planea estratégicamente la futura fijación de precios de sus obras. Construye una reputación y gradualmente aumenta el nivel precios. Por lo tanto, los precios sólo pueden ir al alza. Si la demanda no sigue la trayectoria estratégica, en lugar de reducir los precios, el galerista preferirá retirar al artista del programa de la galería. El artista encontrará probablemente otra galería representante de menor prestigio, que establecerá un nuevo plan de precios (más bajos). (…)
  En el mercado secundario, los precios solamente pueden descender hasta un determinado nivel. El límite inferior de precios es acordado por el vendedor y el tasador. Si la obra de arte no recibe siquiera una oferta por el precio mínimo, la obra no se venderá (bought in o retirada). Si a una obra se le imprime el sello de ”retirada”, su valor se sitúa por debajo del precio aceptado por el mercado o cero, y difícilmente será revendida. Las obras de arte que se ofrecen públicamente en el mercado secundario pero no se venden, quedan catalogadas como burned (fuera de mercado).
(…)  El mercado del arte está dividido en un mundo profesional, con sus propios criterios para definir la calidad, y el mundo del consumidor medio de arte, a menudo olvidado y confuso. La forma en que el mundo profesional evalúa la calidad de una obra de arte sigue siendo un misterio para los consumidores potenciales. Esta incomprensión y la falta de convicción de gran parte de la sociedad en su propio gusto, explica por qué el mercado del arte continúa teniendo un carácter único. Básicamente, debido a que los profesionales diseñaron un tipo de código privado que el consumidor de arte no puede descifrar, lo que le genera inseguridad.        Por otra parte, el consumidor no suele confiar en su propio gusto. Observa lo que otros hacen y lo copia. La incertidumbre y la falta de comparación son nefastas para el desarrollo del mercado, dado que las decisiones para la inversión no se basan en criterios objetivos. En el mercado del arte, estas decisiones deben asentarse solamente en las opiniones de los críticos, comisarios y en las recomendaciones de expertos vendedores. (…)(
Nota: Publicación de este artículo con permiso de la revista Art.es)
 




EL MERCADO ARTÍSTICO COMO HERRAMIENTA DE ESTUDIO PARA EL HISTORIADOR DEL ARTE. UNA APROXIMACIÓN
Anna Vallugera Fuster, Doctoranda de la Universidad de Barcelona, Dpto. de Historia del Arte
(…)  Debemos tener en cuenta en primer lugar que no se trata de un mercado como cualquier otro, como decíamos, debido a la peculiaridad de su producto. A pesar de ello, tampoco debemos sacralizarlo ya que, en el fondo, no deja de ser un intercambio comercial. Las peculiaridades del producto radican fundamentalmente en el hecho que el objeto de intercambio en cuestión es único o forma parte de una tirada muy corta en su defecto. (…) También tienen un peso determinante diferentes elementos como el hecho de disponer de una producción limitada por cada artista; la imposibilidad de exigir o planificar una producción concreta; la fijación del precio no depende de los valores habituales; y sobre todo que se trate de una actividad comercial mucho menos transparente y menos regulada que la mayoría. (…) Otros elementos que influyen en la valoración de estos objetos es su procedencia o el tipo de intercambio que se produce. Para ello debemos considerar la distinción entre el mercado primario y el secundario. El mercado primario del arte lo integran aquellos agentes que trabajan con objetos artísticos que provienen directamente del artista y tratan directamente con él, como son los marchantes y algunos galeristas. Por el contrario, el mercado secundario está integrado por aquello agentes que no trabajan directamente con el artista, es decir, que se dedican a la compra y reventa en segunda o más instancias de un objeto artístico, como algunas galerías o las casas de subastas.
    Es interesante observar también como en periodos de crisis o bonanza económica el mercado del arte se ve afectado, pero la magnitud del efecto de estos cambios es discutible y los analistas divergen en sus opiniones. Es evidente que el objeto artístico es un producto de lujo y, por lo tanto, no es extraño pensar que se trata de uno de los primeros gastos de los que se prescinde en caso de recesión económica. A pesar de ello, no siempre sucede así y en el mercado actual hemos podido observar recientemente este efecto en el mercado del arte. Tras un análisis de las ventas realizadas desde septiembre de 2007 y hasta la actualidad, destacamos que, a nivel general las ventas se han mantenido en la gama más alta, han bajado mucho en la gama media y sólo se han reducido un poco en la gama más baja del mercado. De estos datos podemos deducir que las grandes fortunas han seguido comprando arte, mientras que los compradores más modestos han tenido que rebajar sus expectativas y contentarse con obras y artistas de gama más baja, en lugar de su habitual nivel de compras algo más elevado.
(…) Al analizar el funcionamiento del mercado del arte de un momento histórico concreto se nos presentan varias dificultades, la principal de las cuales radica en la diversidad de fuentes y la dispersión de datos de interés que pertenecen a ámbitos muy distintos, como por ejemplo el funcionamiento de las estructuras administrativas de un país en un momento determinado, los impuestos que se cargan en la producción o compra-venta de objetos suntuosos, las tendencias imperantes en el momento, el reconocimiento de los distintos oficios que pueden intervenir en la creación de la obra de arte...
(…) Podemos apuntar que el arte actual o arte emergente, al que habitualmente damos el nombre de contemporáneo, se ha convertido en el principal protagonista de este mercado, porque ha sido el sector que más ha crecido en los últimos años. Esta situación se ha producido debido a que su intercambio se ha visto sometido a un sistema de inversiones impulsivas y rápidas compra-ventas que le ha llevado a ser el área considerada más lucrativa y susceptible de practicar la especulación.     Históricamente las obras de artistas vivos no se han vendido con normalidad hasta finales de la década de 1950. Por ello, la dificultad de establecer un precio es todavía mayor, por el hecho de ser un producto con un valor añadido, pero en este caso, sobre todo porque al inicio la competencia y el riesgo en una apuesta se multiplican. Más tarde el tiempo y el mismo mercado ya habrán valorado la obra y el precio de adecuará sólo o apartará a ese artista en cuestión del mercado por no alcanzar el nivel de calidad exigido. Desde que el arte contemporáneo ocupa esta situación de preponderancia ya han pasado varias generaciones de artistas por esta criba: el 85% de las obras de arte actual que se venden hoy en día a precios desorbitados no alcanzan un nivel suficiente y por ello no serán importantes pasados 15 o 20 años. Eso significa que la mayoría de fortunas que hoy en día se invierten en arte actual, y sobre todo aquellas que sólo buscan el lucro mediante la especulación, serán papel mojado cuando la mayoría de artistas pierdan su categoría en un par de décadas.
   Desde el año 1999 el arte emergente ha ocupado el primer puesto en el sector del arte que más vende, sustituyendo por primera vez en la historia a los Old Masters y al Arte Moderno. Los nuevos compradores de arte, generalmente propietarios de grandes y nuevas fortunas, han decidido empezar su colección con este tipo de piezas, que además  esperan poder especular con ellas y venderlas posteriormente por un valor superior al de compra. (…) 





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