miércoles, 19 de noviembre de 2014


   Ser artista en Buenos Aires (ser artista sin galería, ni art-dealer, ni representante bajo la denominación que esté de moda, ni nada de nada más que una obstinada buena voluntad de ser artista).

Capítulo I:  Organizar un prolijo cronograma de exhibiciones de la obra.
                I.a) Pago de derechos o aranceles para actividades (culturales) en el exterior.


  Más allá de la compleja logística del envío de obras al exterior, el artista huérfano de representación y/o sponsors se enfrenta también a la dificultosa cuestión de girar dinero fuera de las fronteras para cubrir el pago de aranceles, derechos y honorarios varios.

   Antes (antes de la década ganadaal sentido común) uno podía hacer transferencias bancarias, giros postales o pagos a través de Western Union. Y también era posible a la inversa: si uno vendía fuera del país, el pago se concretaba por esos mismos carriles lógicos (legales, racionales, de uso normal y habitual en cualquier nación civilizada del mundo).

   Hoy ya no es posible ejercer en la Argentina el más básico principio del intercambio comercial: pagar por vía documentada.  Quedan como último recurso las tarjetas de crédito vía PayPal,  pero ¿qué hacemos los artistas que no tenemos tarjetas de crédito, que no calificamos para su acceso y que sensatamente no aspiramos a ellas?

  Argentina, desde que tengo edad de trabajar, es cíclica y constante en sus crisis económicas.  Cuando uno vive de trabajar por cuenta propia (esto es, sin un sueldo mensual seguro y literalmente ganando cada centavo con el sudor de la frente y de otra partes sudorosas de la personal anatomía) se aprende a ejercer un estricto control de las finanzas personales como cuestión de supervivencia.  Se adquiere el hábito de no gastar lo que no se tiene.  Y en esa concepción de vida las “tarjetas de crédito” no tienen cabida.


   Como artista que se autoabastece y se sostiene y alienta en excluyente soledad, invierto en mi carrera sólo lo que se que puedo invertir:  ese resto que separé intencionalmente para ese fin.  Ni más, ni menos; sin “crédito” posible.  Se rompe el chanchito y lo que no hay no lo habrá después.   Así es que he llegado a la edad que tengo sin necesidad  de tarjetas ni de deudas bancarias por intereses y gastos de emisión de resúmenes y renovación de plásticos.  Consecuencia: hoy estoy materialmente aislada del resto del mundo.  No tengo manera de afrontar pagos en el exterior requeridos por cualquier tipo de actividad cultural.

   Nuevamente  la pregunta es: ¿qué daño hace el artista a su país al pretender participar con su obra en una feria internacional?  

   ¿O pagar un espacio de difusión en un magazine de arte y decoración de base europea? (www.madeco-magazine.fr  Edouard Richemond MaDéco Magazine edouard@madeco-magazine.fr)   

   ¿O hacer un curso arancelado de asistencia virtual sobre Curaduría de Arte y Tecnología? (Node Center- Estudios de Arte Online Oranienstr 24, Berlín 10999, Alemania  info@nodecenter.org www.nodecenter.es )   

   ¿O comprar un libro de la Morgan Library que cataloga su actual muestra temporaria sobre miniaturas medievales? (The Crusader Bible: A Gothic Materpiece  http://www.themorgan.org/exhibitions/current)

   ¿Soy un “cipayo” por estas pretensiones?  Puedo imaginarme a un montón de militantes enfervorizados y agresivos gritándome que sí.  

   Hasta hace poco  me hubiera detenido a discutírselo (enfervorizada, agresiva y a los gritos también).  Ahora entendí que habitamos dos dimensiones distintas (ellos en la desconocida) y que nunca vamos a entendernos.


   ¿Qué le queda a los artistas atrapados en BAires en esta coyuntura?  La eterna historia de este puerto: la contracultura pirata.  Contrabandear la vida cuando no te dejan vivirla por derecha.




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