Pero no, nunca puede ser nada tan fácil.
Desde ayer que lo concluí estoy dando vueltas sin firmarlo, sabiendo que no voy a trabajar más sobre él, que está terminado, que ya no hay retorno posible, pero sabiendo también que no lo voy a firmar. Hago como que lo postergo pero en realidad tengo la certeza de que no lo voy a hacer. ¿Por qué no? No sé. Esta necesidad (o falta de ella) es nueva. O casi. El Portal tampoco lo firmé, aunque ahí fue sin percatarme de esa ausencia.
Es como que ya está, que no necesito poner mi nombre para definir mis trabajos como propios. Que no me hace falta más. O tal vez resulta que me volví menos importante, que ya no se trata de mí sino sencillamente de ellos. Que es banal recordar mi presencia.
Antes, el momento de firmar era EL acontecimiento, como plantar bandera en la cima del Aconcagua. Ahora pareciera una redundancia. Es rara esta sensación, y yo que estoy más rara de lo habitual (¡lo que es decir!). Y este aire de distancia que parece invadirlo todo. ¿Será necesidad de espacio, de alejarse un poco para medir la perspectiva correcta? Podría, como argumento suena bien. Pero algo me dice que no se trata de alejarme, que ya me fuí hace un rato largo y recién hoy estoy tomando conciencia de mi ida...
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