El suplemento Sábado
de La Nación trajo ayer un
interesante reportaje a Guillermo
Kuitca, hoy por hoy el artista argentino consagrado internacionalmente más
representativo de nuestro arte contemporáneo.
Si bien
personalmente no me gusta la obra de Kuitca
(lo digo siempre: soy dibujante,
tengo atávicos prejuicios hacia los artistas que no dibujan; es como un
escritor que no sepa leer: altera mi sentido de la lógica), pero en esta
entrevista explica su proceso creativo de un modo maravilloso y, por sobre
todo, honesto. Me temo que muchas
estrellitas consagradas del medio
artístico local ignoran el concepto de honestidad si se le acerca alguien a
hacerles una nota (predomina el concepto de auto promoción), por lo que la
franqueza de Kuitca me sorprendió y
me lo develó como un artista contundentemente auténtico.
Me puse como tarea para el hogar el sentarme a
reconsiderar su obra y mis estúpidos prejuicios.
Transcribo
unos fragmentos:
“Cuando mirás hacia atrás y ves todo tu
recorrido, ¿cómo explicás el reconocimiento internacional al que llegaste?
-No tengo la menor idea. Sé que trabajé mucho. Mi vida es básicamente haber trabajado en mi
obra, haber dado lo mejor y lo que podía, pero eso no quiere decir que los
demás lo vayan a reconocer. Tampoco es
tan parejo y tan permanente ni todo el tiempo ni en todos los lugares. Uno habla de reconocimiento y se imagina que
es una situación que ya sucedió y que no va a cambiar nunca. Algo curioso que quizá pasó en mi carrera es
que haya transcurrido tanto tiempo y que se haya mantenido en ese nivel de
aceptación. Pero cambia. Hay países donde expongo muy fluidamente y
otros no. No es que uno queda ahí como
una especie de vaca sagrada y punto.
El
arte es también un mercado complejo con muchos actores en juego. ¿Qué aprendiste en todos estos años?
-Soy
un muy mal observador del mercado del arte; tengo las antenas abiertas, pero no
entiendo muy bien a qué reglas obedece.
Son demasiados actores, es cada vez más complicado, cada vez hay más
subespecializaciones, y de a poco, se produce una especie de
distanciamiento. Tengo la suerte de no
tener que vender u ofrecer mi obra, y eso me permite manejarme con mucha
distancia sobre las transacciones concretas.
Además, hay todo un mercado secundario del cual yo no tengo ningún
control ni beneficio.
¿Pensás
en cómo el público va a reaccionar frene a tu obra?
-A
veces pienso, y en general no. Me
interesa mucho que la gente vea mi trabajo y me importa. Pero no tengo la menor idea de cómo pensar o
ponerme en el lugar del otro. Sería muy
artificial y hasta demagógico decir que eso forma parte de mi proceso creativo
porque no está ahí. (…) Sé qué tengo que hacer lugar a las intuiciones, estar
muy alerta de que eso que pienso es la señal que debo seguir y no correrla
pensando que es una mala idea. Aprendo a
seguir aún las malas ideas que se me ocurren cuando trabajo. Y algo del proceso creativo tiene que ver con
la edición de mi propia obra, con poner en combustión mi propio trabajo: lo que
muestro y no muestro, las obras que dialogan entre sí, las que se
enfrentan. No es metódico, pero es un
armado de un proceso más formal. El acto
de pintar es para mí cada vez más intuitivo.”
Entrevista de Nathalie
Kantt, sección Mesa para dos: Guillermo Kuitca “No tengo grandes mensajes para dar”,
La Nación, suplemento Sábado
del 25 de Octubre de 2014, página 8.
Unos días atrás me llegó por mail una publicación
titulada “Como ser un artista contemporáneo”.
No me detuve a leerla ya que, confieso, me pareció una premisa
estúpida. ¿Cómo “ser”? Uno es o no es contemporáneo. Punto.
Pero tras leer lo de Kuitca e
influida por un espíritu revisionista, pasé a considerarla con amable atención.
"Cómo ser un artista contemporáneo
Un
proyecto para discutir cuál es la escena donde nos toca ser parte
por Pilar Altilio
En
múltiples manifestaciones a las que podemos asistir presencial o virtualmente,
la figura del artista contemporáneo no encaja fácilmente con aquellas
definiciones con las que crecimos o fuimos formados en los sistemas de
educación sistemática. No se trata solamente de querer definirlo, pues algo
sabemos de lo difícil que resulta dar parámetros regulares para cada actividad
cuando los soportes se multiplican, los accesos se expanden y lo presencial se
desvanece. Pero es más que interesante discutir estas cuestiones, entre pares y
adherentes, pues estamos de alguna u otra manera con los pies en el mismo
plato, y lo que es interesante, preguntándonos lo mismo."
Bueno, hasta ahí íbamos bien, sólo que lo que yo
suelo preguntarme es qué es arte y que no, el hecho de ser contemporáneo es una
mera circunstancia temporal. Sigamos.
"Cuando
despuntaban los ochenta del siglo pasado asistimos a la reformulación de
paradigmas a partir de un encuadre que tomaba el término acuñado por Lyotard
como posmodernidad, una mirada que nos permitía segmentar como quisiéramos la
historia y valernos de esa mixtura para poder expresar lo contemporáneo. Pero a
poco de avanzar, leíamos en autores como Michel Maffesoli y encontrábamos otra
visión, algunos países no habiendo alcanzado la modernidad, mal podrían
encuadrar en la posmodernidad. Lyotard había anticipado y lo que es mejor,
acertado en que el conocimiento iba a funcionar como a medida, es decir por
pedido, no como algo codificado por los académicos sino democratizado al punto
de que cada uno determinaría un acceso personal al mismo enorme bagaje que la
humanidad almacena. En esa sustancia teórica hay unas claves importantes para
acercarnos al escenario de lo que nos muestra el arte contemporáneo. No es un
corpus homogéneo sino extremadamente heterogéneo, lo que fue mainstream,
dominante en una época, se traslada a otros campos y territorios totalmente
disociados de esa expresión. "
Bien, mis
prejuicios no siempre están necesariamente mal fundamentados. Cuando un texto que pretende explicar algo se
cierra sobre sí mismo para tornarse inentendible se enciende la lucesita roja
que chilla “dange, danger” y la mano
de un “crítico de arte” se eleva arrogante
como autor de la maraña. ¿Quería decir
que el arte contemporáneo es una mescolanza, que no sigue una línea, que es tan
actual y palpitante como gente actual está haciéndolo a un mismo tiempo? No era tan difícil de decir.
Pero parte
la autora de un error: los paradigmas no se formulan a gusto y piacere de críticos, curadores o
coleccionistas. Los paradigmas son, se
descubren, se interpretan. Responden al
ethos colectivo y suelen estar delimitados por etnias, geografías, y –obviamente-
su tiempo. Me temo que siempre el
paradigma es contemporáneo a la comunidad que lo conforma y que el observador necesita distancia (que sea pasado) para poder apreciarlo.
El artículo
seguía un poco más y prometía una segunda parte. Su fuente para el que le interese:
Sobre la
cuestión prefiero adherir a Stéphane Mallarmé, quien dijo
que ningún verdadero artista es contemporáneo de su época: su tiempo es el futuro. Lo
que ratifica Wilde: “Hay
algo de vulgar en el éxito; los grandes hombres fracasan o, al menos en su
época, parecen haber fracasado.”
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