Iba a alejarme de los rezongos,
dispuestas a dejar de darme manija con mi catalogación de estúpidos. Pero las decisiones que tomo no dependen sólo
de mí; deberían ponerle un poco de voluntad también los demás.
Ayer tarde di
un vistazo al diario, y acabé hojeando la revista dominical de La Nación. Leo en la editorial:
“Al morir, sumergido en la pobreza y la
desesperación, Vincent van Gogh tenía 37 años.
Una edad a la que Jeff Koons, en la actualidad el artista vivo más
cotizado del planeta, apenas era famoso por haber contraído casamiento con una
actriz porno de origen húngaro, conocida como Cicciolina. Aún deberían transcurrir varios años, y gastarse
millones de dólares en publicidad- afortunadamente para él, el éxito económico
precedió a la consagración como artista-, para que comenzar a hablarse
mundialmente de Koons, no por su escandaloso divorcio –la unión con Ilona
Staller duró menos de dos años-, sino
por sus esculturas kitsch, que simulan grandes corazones, perritos o conejos
hechos con globos de colores… (…)
Tardía, extrañamente, la consagración de Koons en una cultura pop que
suele exaltar la juventud como valor en
sí mismo y busca permanentemente nuevos talentos que coronar. Pero, ¿existe realmente una edad para el
arte? O, en todo caso, ¿a qué edad debe
esperarse hoy la “consagración” de un artista?
Algo más: ¿ésta abraza al artista en su momento más creativo, o
simplemente cuando se convierte en famoso o “vende” bien?”
Javier Navia El arte no tiene edad: tiene época La Nacíon Revista,
Nro. 2363, 19 de Octubre de 2014, página 8.
Mi primera
reacción fue interpretar la nota como una simple mención de hechos más o menos
conocidos por todos: Koons es otro
maestro del marketing y la publicidad.
Su carrera hacia la gloria debe haberse diagramado con la misma
precisión con la que se diseña un reloj suizo.
La boda con la rubia pornostar, acción que en sí misma no me
parece ni bien ni mal (¡hola…! yo pinto gente en bolas…), pero dos años
de amor eterno y circo mediático para anunciar el divorcio me llevan a sospechar
esa performance como un ensayado posicionamiento vistoso ante la opinión
pública. Y como dice el prosecretario de
redacción de la revista de La Nación,
“Aún
deberían transcurrir varios años, y gastarse millones de dólares en publicidad-
afortunadamente para él, el éxito económico precedió a la consagración como artista-,
para que comenzar a hablarse mundialmente de Koons” .
Ese
reconocimiento expreso de clara inversión publicitaria pero al mismo tiempo la
adhesión al principio de que la consagración puede canjearse a cambio de
suficiente dinero, hizo que me pusiera a releer la editorial. Y el asunto de Koons viene a cuento para anunciar dos notas (que no son de tapa, ni
la principal por cantidad de páginas, y que no tratan cuestiones de candente
actualidad) sobre “talentos emergentes (rondan los treinta y pico) de dos expresiones
artísticas muy diferentes: la plástica y el diseño de moda. Eduardo Basualdo, adrián Villar Rojas, Amalia
Pica, Tomás Espina y Matías Duville, en el primer caso; J. W. Anderson, Phoebe
Philo, Humberto Leon, Carol Lim, Heidi Slimane, en el segundo. Darán que hablar, se cotizarán y serán más
famosos…” (la nota sobre los
artistas plásticos “Un dream team de exportación”, firmada por Celina Chatruc va de página 18 a 23).
Me quedé largo
rato preguntándome: la nota de los jóvenes talentos de asegurada cotización y “más” fama futura, ¿es una nota de “opinión” o sencilla publicidad paga? ¿Es un mensaje subliminal a artistas
periféricos (más viejos, sin fama de ningún tipo y por completo descotizados)
de que deben invertir
comprando espacios en los medios para lograr su “consagración”? Eso o casarse
con un actor o actriz porno que se postule al Senado Nacional, lo que
probablemente sea también sólo cuestión de dar con el precio justo y tener
resto para la campaña. ¿Tengo que
traducir mi lectura dominical en que si no ponés plata para aparecer en los
medios pintes como pintes, expongas donde expongas, creas lo que creas y valgas
lo que valgas en realidad NO EXISTIS? ¿Si uno no tiene una fortuna para repartir a
cuatro manos como el amigo Koons mejor es dedicarse a otra cosa?
Yo me indigno,
me hago preguntas, trato de entender y acabo sintiendo que la única reverendamente estúpida en este asunto sigo
siendo yo.
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