domingo, 12 de octubre de 2014

Parroquiales

   Es más que probable que mi actual fastidio se deba al exceso de sociabilización al que estuve sometida las últimas semanas.  Soy un ser huraño; más de una cuelga, inauguraciones y descuelgues varios en un lapso de escasos días es demasiado para mi psiquis. 


   El fastidio en mí se manifiesta en dos vertientes paralelas.  La primera es la huida vergonzante.  El pasado jueves directamente no fui a la entrega de premios y al brindis de cierre de la 2 Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Argentina, y anoche llegué (tarde) a la inauguración de la Noche de Brujas en la UBA y permanecí –por reloj- apenas siete minutos.  Amago a comportarme como un ser civilizado pero la vena arisca me sobrepasa y huyo como una auténtica maleducada sin saludar a nadie.  Lamentable.  Me disculpo ante quién corresponda.



















   La segunda vertiente de mi fastidio es el rezongo fácil.  Dada mi ausencia el jueves, ignoro  que obras premiaron en la Bienal, cuestión que me intriga para cotejarla con mi propia elección.  Busco en la web y la falta de información alimenta mi predisposición a la queja.  

   La Bienal estuvo muy bien organizada, la cuelga fue impecable, casi la totalidad de la obra era de muy digna factura. El catálogo disponible en la fecha oportuna. El descuelgue sincronizado con una prolijidad que pocas veces vi.  Pero no cubrieron el evento vía web de modo que los artistas que no pudieran concurrir estuvieran igualmente al tanto de las contingencias de la muestra.  Siendo un evento internacional, es de presuponer que no todos los participantes pudieron viajar a Buenos Aires.  Por lo que cubrir en tiempo real el evento (vía blog o Facebook que es absolutamente sencillo y rápido) hubiera sido casi una cortesía merecida para los artistas ausentes.  

   Pero no.  La página oficial de la Bienal se quedó en la convocatoria y hasta hoy no incorporó dato nuevo alguno.  Por lo que yo busqué, por Facebook no hay nada más que algunas fotos de un par de artistas residentes en Baires y que no pasa de imágenes personales con su propia obra y amigos.  No deja de llamarme la atención, pues hoy por hoy la presencia en la web es tan importante como la prensa gráfica (que, por cierto, tampoco cubrió en papel:  ni los grandes medios tradicionales –Clarín o La Nación- ni las revistas populares hasta donde he podido indagar hasta la fecha).  

   A la Bienal le faltó un agente de prensa y un difusor web.  Y esto lo digo yo que detesto a los agentes de prensa y la publicidad organizada y que grito y sostengo que son absolutamente innecesarios.  Insisto:  es puro fastidio y nadie debería hacerme el menor caso.


El Jurado de la Bienal, con la artista mexicana Rosa Maria Burillo Velazco y el embajador de Taiwan, fotografía subida a su Facebook por la artista Oksana  Soroka, quien ganó el 2do. premio en dibujo (a mi criterio, su obra era el mejor dibujo de la Bienal, aunque ignoro a que obra dieron el primer premio).  


Oksana Soroka y su obra Misterios Nocturnos

   Y, para colmo,  para aumentar mi compulsivo deseo de enclaustrarme, tengo que soportar el verme NUE-VA-MEN-TE involucrada en la eterna discusión sobre colocar  sello de agua en las imágenes de mis obras.  

   Otra vez (¿no entendieron todavía que no me importa?) me vienen con que utilizan mis imágenes sin mi autorización, con quién sabe que aviesos fines económicos.  Me traen las pruebas, esperan mi indignación y mi escándalo, y yo sólo puedo sentirme extrañamente halagada y evidenciarlo.  

   Que alguien escoja mi trabajo para ofrecerlo como protector de pantalla es…  no sé… ¿un modo de elogio?  Que me exhiban para sugerir tomar ideas de lo que hago pareciera una valoración positiva aun cuando pueda interpretarse tendiente al descarado plagio.  Pero con el elocuente placer que me provoca el que usen mis imágenes sin mi permiso sólo consigo que me reiteren (de hecho, que me griten) que soy una estúpida, que no cuido mis intereses y que desvaloro mi carrera al permitir que cualquiera haga lo que quiera ante mi completa desidia complaciente.






   Quiero encerrarme en casa y por un par de meses –por lo menos- no ver ni hablar con nadie.  Es imposible, obvio, tengo que salir a trabajar y de vez en cuando hacer las compras mínimas para mi subsistencia.  Pero me encantaría poder desaparecer.  Sólo por un poco de paz.  La sociabilización está –definitivamente- sobrevalorada.




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