lunes, 2 de junio de 2014



      Discutiendo (sí, discutiendo innecesaria, frustrante, ¡estúpidamente!)  con uno de esos connoisseurs & entrepeneurs que lucen tan bien vestidos en tonos pastel  y tan amigablemente naif en sus modos de expresarse, arribo a la conclusión de que mi calificación de “secta” aplicada a estos no era una expresión figurada sino absolutamente literal. 

       Nunca como en estos últimos días (donde, evidentemente, no he tenido nada mejor que hacer que perder mi escaso tiempo discutiendo acaloradamente con personas con las que ni siquiera comparto el idioma) tomé tan viva conciencia de que se ha generado un ámbito paralelo a la realidad a la que solía yo –con todas mis limitaciones- pertenecer.  De pronto hay un ámbito de la nada por la nada misma que me deja anonadada.   Siempre ha habido idiotas que dicen cualquier cosa, pero por lo general eran los menos y se los tomaba como una expresión folklórica que hace acogedor el paisaje.  Pero ahora estas excepciones han inundado el medio y de pronto toman relevancia cual Olimpo fastuoso, ignorante  y dogmático.




    Puede que yo anduviera demasiado metida en mis asuntos o que mi buen gusto tienda a mantenerme en línea con seres pensantes aunque carentes de poder y significancia en el mundo del arte, por lo que no me percaté de su irrupción y excesiva proliferación.  De golpe levanto la cabeza y estoy rodeada.  Huir para adelante o huir para adentro.  Preferí desertar y atrincherarme en mi biblioteca, aunque sea por un rato y hasta sosegar el enojo.

      Recordé un artículo de la Revista Ñ que leí en el verano pasado y fui a buscarlo en mis archivos.  Necesitaba corroborar que no estoy sola en el planeta.






No fueron pocos los que se identificaron, hace un par de años, con aquella mujer de la limpieza de un museo alemán tan celosa de su trabajo que se empleó a fondo para eliminar unas terribles manchas que había en una de las obras expuestas. Ni se le ocurrió sospechar que formaban parte vital de la pieza Wenn es anfängt durch die Decke zu tropen (Cuando empieza a gotear el techo) del artista Martin Kippenberger, valorada en 800.000 euros. El Museo Ostwald de Dortmund (cuyas primeras entradas en Google son sobre el suceso, superando a su web oficial), llegó a afirmar que "estamos intentando aclarar cuanto antes qué tipo de capacitación tiene el personal de la limpieza".  

La crítica de arte mexicana Avelina Lésper diría que esa pobre trabajadora, además de un gran sentido de la pulcritud, tenía también un gran sentido común. Lésper, colaboradora de diferentes medios de comunicación latinoamericanos y directora del programa de televisión El Milenio visto por el Arte, es una de las voces que más suenan contrarias al arte contemporáneo, cuestionando desde los ready-made (el uso de objetos comunes como el urinario de Duchamp) a las performances efímeras.

-¿Cómo definiría el arte contemporáneo en una palabra?
-Fraude
-Explíquese…
-Carece de valores estéticos y se sustenta en irrealidades. Por un lado, pretende a través de la palabra cambiar la realidad de un objeto, lo que es imposible, otorgándoles características que son invisibles y valores que no son comprobables. Además, se supone que tenemos que aceptarlos y asimilarlos como arte. Es como un dogma religioso.
(…) También es un fraude porque está sostenido nada más que en el mercado, que es fluctuante y artificial en la mayoría de los casos. Se otorgan a las obras valores artificiales para que pienses: “si cuesta 90.000 euros es porque debe ser arte”. Estos precios son una burbuja, como existió la burbuja inmobiliaria. (…) El arte toma tiempo. No hay manera de que Antonio López termine un cuadro… Por una parte, debes esperar a que el pintor o escultor haga sus obras. Por otra, el arte necesita talento, que el artista tenga algo que mostrar a través de su obra. Con el arte contemporáneo los artistas no necesitan tener nada. (…) Si manifiestas que eso carece de valores estéticos, automáticamente te dicen que estás en contra del mensaje social. Es un arte chantajista, también. Utiliza este tipo de discursos para que lo aceptes como arte. Si no lo aceptas, o estás en contra de él o eres un ignorante. (…) Ahora el arte solo es mensaje. No hay arte, solo hay panfletos. Estas obras no pueden existir sin los museos. Las obras, paradójicamente, se ven mejor en el catálogo que en vivo. Y ya no digamos con los artistas performance, que solo tienen el registro fotográfico de lo que hacen porque dicen que es efímero, aunque lo repitan 700 veces. Son obras que solo existen en los catálogos y a través de los discursos y la teoría que le ponen los comisarios y especialistas en estética. Son objetos de lujo, una nueva forma de consumo.
-A la mayoría de gente de a pie no le gusta el arte contemporáneo porque le resulta difícil de entender…
-Es que no hay nada que entender. Es un arte que te exige asimilarlo y no discutirlo, por eso también es dogmático. Te exige fe, que creas en él, no que lo comprendas, como las religiones. Quiere someter nuestro intelecto. Todo el tiempo quien se equivoca es el espectador, el artista y la obra es infalible. Si tú dices que carece de valores estéticos, de inteligencia, que no te propone ni aporta nada, entonces te dicen que eres un ignorante.
-¿Quién decide qué es arte?
-Es una decisión arbitraria que se toma entre las instituciones, los museos, las universidades… Es un arte de la academia. Eso de que es independiente y libre es mentira.
-¿Está subvencionado?
-Totalmente, no puede vivir sin las subvenciones del Estado. Es un arte parasitario. La mayoría de los artistas contemporáneos viven del Estado.
 -¿El público no pinta nada?
-No. Por eso es demagogia pura que digan que este arte tiene intenciones sociales y que manifiesta intenciones morales. Rechaza a la gente, que para ellos es ignorante. Este arte no vive de la gente, vive de las instituciones y la especulación. (…)
-¿Estamos huérfanos de arte?
-Sí, porque no hay espacio para los artistas que sí están creando. (…) Ahora para decir guerra ya no tienes que pintar los fusilamientos, ahora escribes la palabra guerra en un letrero. Eso es no tener pensamiento abstracto. Jamás el arte se había despojado tanto de las metáforas… El problema es que se está acabando con una capacidad cognitiva.
-¿Nos quieren tontos?
-Exactamente. ¿Y sabes por qué? Eso tiene detrás de sí lo más pedestre que te puedas imaginar, el dinero. (…) … y por dinero están destruyendo el arte. (…) Los que pintan ahora con maestría y técnica son los contrarrevolucionarios. Y esta resistencia inteligente y creativa es la que va a alimentar el arte. (…)”


SÍLVIA COLOMÉ, La Vanguardia - Revista Ñ del 6 de Febrero de 2014,

http://www.revistaenie.clarin.com/arte/arte_contemporaneo-fraude-Avelina_Lesper_0_1079892




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