miércoles, 25 de junio de 2014


El artista como ¿“cronista”? de su tiempo.

  Tal vez el artista deba asimilarse a los intelectuales y desde la distancia constituirse en un cronista  de su tiempo.  Un testigo.  Alguien que –en modo consciente o no- refleja en su obra la realidad de la que le ha tocado ser contemporáneo. 
  Una especie de bardo visual abocado a preservar las imágenes de la realidad de su entorno y  su comunidad.  En un lenguaje simbólico que podrá, a la distancia atemporal, ser interpretado en modo universal.  El Guernica de Picasso nos pone la piel de gallina ante la desesperación de las muertes innecesarias de la batalla. Delacroix con La libertad guiando al Pueblo nos hace revivir la pasión desbordada  de la Comuna de Paris.  Desde cualquier lugar y en cualquier tiempo esas obras resultan sucintas y elocuentes relatoras de la historia.
 
  ¿Qué refleja Hirst con su tiburón en formol?  Nada.  Absolutamente nada.  ¿Es un impostor o realmente el más fiel reflejo del nivel de estupidez nihilista que ha logrado ganar al mercado del arte?  ¿La facilidad del fraude sustentado en hábil publicidad y en la decadencia de la inteligencia no es también un modo de reseñar para la posteridad la realidad de un artista que no sabe ni dibujar ni pintar, que lo dice a boca de jarro, e  igualmente su obra se cotiza por millones?
   El artista como cronista  no requiere mérito en sí, sino mera producción  y aceptación –o no- en el mercado.  De cualquier manera su historia habrá, en el futuro, aplicar significancias para la comprensión de los tiempos que le tocó vivir.  Habrá artistas señeros, cuyo nombre y obra hablará en forma puntual y a perpetuidad, y el resto –como movimientos o escuelas o meramente tendencias-, que sin nombres propios ni obra recordable,  rellenaran los huecos para la comprensión de las generaciones venideras.

  En los primeros cursos de filosofía que tomé me resultaba del todo fastidiosa la prohibición  impuesta de analizar situaciones actuales.  La profesora me repetía que sólo la distancia permitía el análisis, que la cercanía altera la perspectiva.  Sabia ella y demasiado joven yo negaba la certeza de esa aseveración que hoy la sé aplicable a todos los órdenes de la vida.  Cuando te golpea y arrasa  la ola es imposible ubicar  el horizonte.  Así, el artista resulta un cronista  involuntario que no sabe que registra para la posteridad, aunque su obra haya de hablar  tanto con  sus presencias como con sus ausencias, con su calidad o con su falta de ella, con su aceptación o su desprecio.  El discurrir de su obra es testigo de su tiempo, pero solo podrá ser comprendido cuando ese tiempo sea definitivamente pasado.
 
“Hechos que pueblan el espacio y que tocan a su fin cuando alguien se muere pueden maravillarnos, pero una cosa, o un número infinito de cosas, muere en cada agonía, salvo que exista una memoria del universo, como han conjeturado los teósofos.  En el tiempo hubo un día que apagó los últimos ojos que vieron a Cristo; la batalla de Junín y el amor de Helena murieron con la muerte de un hombre. ¿Qué morirá conmigo cuando yo muera, qué forma patética o deleznable perderá el mundo?” 
Jorge Luis Borges El Testigo  (fragmento) -  El Hacedor




 
 
 

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