martes, 17 de junio de 2014


Por exceso de racionalización o por vocación innata a jugar de abogado del diablo, me quedé ayer rumiando sobre los posts que había compilado aquí sobre  marketing para artistas.  Y mientras reconozco que muchas de las prácticas sugeridas son las mismas que en los hechos hacemos casi instintivamente los artistas periféricos huérfanos de galerías, no pude evitar el buscarle la quinta pata a esas mismas cuestiones y, claro, se la encontré.  Me explico.

El asunto de reseñar la carrera, armando curriculums con detalle e imágenes de los eventos,  registrando pormenorizadamente las obras y tratando de difundir el quehacer por medio de terceros (libros o directorios de arte, revistas especializadas, diarios masivos, sitios web), de modo que “se sepa” quién es uno y lo que hace, es algo que hemos hecho y hacemos todos. Es de manual.  Apenas arrancás en esto, ya para postularte a una convocatoria o para acceder a un espacio de exposición te piden tus antecedentes, tu ¿quién sos?

Pero por ganas de ser contradictoria me puse a considerar que esto tiene también sus serios riesgos.  Obviamente, no cuando uno es más o menos honesto con la “realidad” que relata, cuando la vida que se plasma es la vida que uno lleva y cuando se ha invertido más de la mitad del alma en conservar siempre y a cualquier precio la coherencia y el autorrespeto. Cuando el curriculum habla de lo que uno ha venido haciendo a fuerza de voluntad y convicción, a mero golpe de pasión.



Se sabe que el pez por la boca (o por la web) muere.  Y puede que este paradigma del saber popular se aplique a los artistas que se construyen a puro marketing y que su obra más que un reflejo del espíritu intangible de su autor sea el pálido espejo de su más ávido bolsillo. 

Hace un tiempo alguien (para poner en evidencia mi baja productividad fruto de mi distracción en  proyectos paralelos) me mandó por mail el enlace de un artículo sobre otro artista que me es contemporáneo (ambos somos del 67): http://www.soloazar.com.ar/latinoamerica/noticia/6284-Bienvenidos-a-BerazaMilo. La intención era fastidiarme –lo que consiguió-, pero lo que me dejó “impresionada” (¿?) fue el nivel de productividad del colega:

“… Está revelando cómo un ex empresario textil pudo convertirse en un pintor que produce más de 1500 obras al año. Por supuesto, la explicación no basta. Para entenderlo tal vez haya que remontarse a sus orígenes chaqueños, que marcan el colorido y temas de su pintura, o puede ser que tenga que ver con la influencia de Jorge de la Vega, Nigro, Macció y Deirá en su obra. Quizás simplemente sucede que Lockett siempre fue un pintor disfrazado de empresario, esperando al 2002 para dar el salto. Lo cierto es que esta dinámica combinación lo ha convertido en el centro de la escena artística argentina, y, por supuesto, de su presentación en el Hipódromo Argentino de Palermo.  En sus 10 años de carrera siempre ha sido bien recibido por el público…”

¿1500 obras al año?  ¿1500?  Tal vez yo sea un poco snob (que lo soy) y que esté llena de prejuicios anacrónicos que me impiden asociar arte con empresa, pero no puedo evitar pensar que ante tanta cantidad de obra debe hacer agua la calidad de cada una de ellas. ¿1500?


Una reseña de este tipo solo sirve para despertar la curiosidad.  Seguramente era la intensión pero ¿el publicista que la redactó hizo un control de riesgos y daños colaterales? ¿Tuvo en cuenta que a veces el que lee también piensa por su cuenta (a escondidas de Forster, claro)?  Porque uno lee y se pregunta: ¿sólo 10 años de carrera y ya estamos ahí, top de los top, la estrella más brillante?  Yo miro la obra en cuestión y no me gusta (perdón, en realidad no las diferencio.  Las 1500 de un año me resultan iguales a las 1500 del año siguiente).  Claro que de qué vale mi opinión…  Yo debo estar equivocada, ya que este artista está actualmente pintando las oficinas de Facebook en Baires: http://nochegeek.com/2014/05/22/milo-lockett-pinto-en-las-oficinas-de-facebook/



Ya decían los gurús del marketing: para triunfar en el arte hay que estar en Facebook.  Por eso triunfa: sigue los consejos marquetineros al pie de la letra.  Pero veo en la foto que no pinta solo, por lo que las 1500 me son más creíbles.  Pero, ¿cuál es la gracia? Y, ¿dónde las mete?  Más aún: ¿para qué quiere tanta figurita repetida? ¿A todas les pondrá nombre? ¡Qué inventiva y qué memoria!

Pero evidentemente yo estoy en todo AB-SO-LU-TA-MEN-TE equivocada y es ASI como se hacen las cosas si uno quiere triunfar (en sólo 10 años de carrera). 

El marketing permite que todo esté a la vista y que si alguien habla de éxito todos lo repitan como un coro griego.  Y de tanto repetirlo se hace realidad: la palabra constituye el hecho (aunque este, en el plano tangible, no exista).  Pero ¿es así de simple?  Supongo que no. Siempre hay algo más.  Vemos la punta del iceberg, el resto se pierde en el océano de vaguedades.  Buscando explicaciones uno puede ir por el camino pragmático del dinero.  Esto también está en la web:


Tal vez sea uno de los principales consejos de marketing que yo no leí (porque es de los que se dicen en voz baja y solo al selecto grupo merecedor de esos secretos) el acercarse al político de turno y adherir con fe a las convicciones del momento para asegurarse el reconocimiento público, los fondos necesarios y el sostén seguro para la vejez propia y de las generaciones venideras.  Lockett supo ponerse bajo la sombra protectora de Capitanich en sus tiempos de gobernador de Chaco –provincia natal del artista- y así  “subsidiar” su labor artística en sus pagos,  viniéndose para la Capital cuando el gobernador pasó a ser Jefe de Gabinete de la Nación.  


Supongo –ya que dos más dos en mi planeta dan cuatro- que fue por esta vía que consiguió que el INCAA, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, financiara con los impuestos de los ciudadanos del país que preferirían se gastaran en otra cosa el INCOMPRENSIBLE un documental con la vida de Lockett: “Rey Milo” (http://www.telam.com.ar/notas/201405/63104-los-mundos-de-milo-lockett-en-un-documental-de-federico-bareiro.html).



Es evidente que el marketing es eficaz.  Que es el único camino certero para triunfar en el arte. Yo, también es obvio, hablo de envidia y resentimiento. El mismo rencor que me impulsó hace un par de años, al cruzarme en el aeropuerto de Ciudad de Panamá a Capitanich, a querer insultarlo a los gritos (lo que lamentablemente me impidieron).  Yo cumplía los trámites de aduanas como cualquiera, Capitanich y sus hijas adolescentes iban por el sendero despejado de la vía diplomática. Yo había pagado mi pasaje turista en una línea comercial, él y su cría usaron el avión sanitario de la gobernación bajo la excusa de que lo llevaba a “reparar” (¡a Panamá!).  Yo sigo trabajando a destajo para subsistir y pagar los impuestos bajo constante amenaza de la AFIP; a él lo premiaron con la Jefatura de Gabinete (aunque a mi criterio ese premio terminó con sus aspiraciones políticas).  Sí, yo soy una resentida. Una mediocre y amargada artista frustrada  que descree del marketing (y de la política).


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