lunes, 30 de junio de 2014

El artista como “artista”.


Termino, después de darle vueltas y vueltas al asunto, convencida de que el artista es todo y no es nada, que no le alcanzan definiciones o fórmulas fijas.  Que puede ser y no ser, que hay un poco de todo pero nada concluyente, y entonces es siempre prueba y error, ir por un camino para desandar por otro. Y que más allá de la intensión de definirse nunca se alcanza un punto quieto.

El arte es mutación, inconformismo y búsqueda, y el artista, como mera herramienta tomada por el arte, carece de autonomía para evadirse de un destino de perpetua incertidumbre e insatisfacción.

No digo que no haya placer, porque la acción creativa es en sí misma  placer puro, es plenitud de los sentidos sobre la razón; el triunfo de lo sensorial por sobre lo racional.  El arte da placer pero no certeza.  Uno no sabe si lo que ha hecho  será aceptado o comprendido, que valor tendrá ante ojos ajenos; y cuando  se tiene la convicción de que es realmente bueno lo que se ha hecho  de inmediato avanza el pánico de no poder volver a hacerlo nunca más.

Como la única verdad  es que no existe una verdad  única, la definición del arte es su intangible esencia no identificable, la imposibilidad de definirlo de un modo unívoco. 


Por eso descreo del marketing cultural aplicado al arte: es materialmente imposible.  Si no puedo identificar ni catalogar el objeto no puedo armar fórmulas infalibles para posicionarlo.  El arte, la obra de arte, no es un producto, no puedo conocer exactamente sus componentes, ignoro el mecanismo de generación,  no puedo hacer encuestas para medir su aceptación o que modificación requiere su packaging  para entrar al segmento adolescente que más consume.  No hay una fórmula “coca-cola” que asegure su implementación y el éxito.  No se puede aplicar al arte las reglas de juego del mercado.  Es otra cosa.  No sabemos qué, pero otra cosa.

Es probable que haya artistas (¿artesanos?, ¿ilustradores?,  ¿diseñadores?) que crean bonitos objetos coloridos y fácilmente identificables (Britto), que arrasan fortunas sustentados en un hábil manejo publicitario y de posicionamiento comercial: puestos en el área central de shoppings masivos de Miami,  locales luminosos en aeropuertos, tapas de agendas y de cuadernos que se lanzan internacionalmente, y siguen las firmas.  Pero no es arte.  Es simplemente un diseño patentado para uso comercial.  Lindo y lustroso pero absolutamente superficial.  Y el arte tiene alma, sino no es.


 Como el miedo a lo desconocido inventó las religiones, el disgusto por algo tan evanescente e inasible como el arte llevó a la creación de un seudo arte, las escuelas de modas, las tendencias estilísticas del momento.  Un falso arte de manual, fácilmente identificable, manipulable, repetible; que pueda agruparse y definirse.  Algo que no genere dudas, que se pueda comercializar como dios manda.  El mercado se llenó de este falso arte ajustado a derecho, donde todo está claro y no hay espacio para la angustia, donde sabemos exactamente cómo hacerlo, cómo venderlo y que  margen de ganancia  nos dejará en el bolsillo.

El arte real, ese de contornos esfumados,  que va y viene sin dejarse agarrar, rebelde, que no acata mandatos sociales, a ese hay que desterrarlo por ingobernable,  por desobediente al deber ser y a lo políticamente correcto, ese queda afuera del circuito.  Con ese no podemos hacer buenos negocios.  Ese no le interesa absolutamente a nadie.


Y el arte agradecido, porque sigue siendo lo que siempre fue.  Una ensoñación, una duda, un tal vez, una posibilidad remota.  Un amante egoísta que exige pasión y entrega absoluta pero que no da nada a cambio; que lo reclama todo, que te obliga a quemar las naves, a patear tableros, a abandonar tu orgullo  Que no te promete la gloria.  Que no te jura lealtad.  Pero que a veces, por un  instante, te da un goce tan absoluto que ya no te importa nada más y que por ello te tiene entregada a su abrazo incondicionalmente y a perpetuidad.  Aunque ese instante ya no vuelva a repetirse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario