viernes, 20 de junio de 2014

News by Ragnarök: sobre brujas, máscaras y escobas.


El feriado me permite dedicarme desde temprano al avance de Ragnarök.   Como corresponde, me disperso en varios frentes:  un dibujo puntillosos en tinta verde y dorada del Mapamundi de Petrus Kaerius, de 1607, como base y contorno para desarrollar en su interior a las más malevolentes representantes de mi Lista de los Demonios; otros pequeños diseños de espaldas horadadas para mi proyecto de Las Brujas; y, finalmente,  el inicio de mi intervención enmascarada a la escoba.

Por primera vez en mi vida entré a un negocio de insumos de limpieza para comprar una escoba.  Yo soy de la generación de los escobillones de plástico para la intemperie y los de suave cerda para los interiores de pisos flotantes y maderas laqueadas.   “…De esas grandes, de paja, como las de antes…” le pedí a un señor que me miró un poco extrañado no por mi vocabulario sino por mi aspecto, ya que ayer, cerca de las siete de la tarde, vestidita con mi ropa formal de trabajo y cargando mi carpeta al brazo por haber salido recién de la oficina fuí a comprarla.  Estudié con mucho cuidado las pajitas (que fueran muchas, que estuvieran equilibradas respecto al centro, que propendiera todo el artilugio a la simetría) y me negué a mirar otros “modelos” más económicos y más desarrapados.


Ya concentrada a primera hora de hoy a trabajar con ella, descubro que hay cierto encanto sugerente en la forma en que está construida mi escoba.  Independientemente de que su destino natural no sea glamoroso, la forma de aprisionar las pajitas para darles forma y  sujetarlas al palo tiene una gracia que reconozco muy elegante.  Posicioné una máscara, trence con cartas del Oráculo de Paracelso mechones de paja de su cabeza y coloqué una especie de cuello que sujeté al dorso con cartapesta.  Ahora debo esperar para comprobar en la práctica si la cola rebajada y el papel de servilleta adhieren a la paja y sostiene todo en su lugar.  Si lo hace, la estructura inicial habrá quedado lista para un segundo paso.  Si se despega, habrá que pensar en otra cosa.

El rato que pasé jugando con la escoba ha sido no solo divertido sino muy estimulante.  En esa placentera labor estaba cuando se me cruzó la idea de escribir en el mango, en el palo de madera, el nombre de algunas brujas reales ajusticiadas por la Inquisición, ya que en definitiva y más allá del evento que generó la idea de intervenir la escoba, ella será parte de Ragnarök


Así que el feriado también me ha proporcionado tiempo para una sesión en mi biblioteca rebuscando material histórico.  Como siempre, mientras iba tras  una nómina de brujas condenadas al fuego por el Santo Oficio me distraje en otra cosa.  Encontré con un pasaje muy interesante sobre la Witchs Hunt que permite deducir que la persecución ha sido históricamente más una manifestación de  misoginia cultural  que de atávico miedo al demonio: brujos hombres (que eran los buenos) persiguiendo a las brujas mujeres (muy malas).  Como mi fuente es un libro escrito en inglés lo transcribo en ese idioma y  agrego mi dudosa y accidentada  traducción al final.

“In the Italian lands, Carlo Ginzburg has discovered that in 1575 the Inquisition uncovered at Udine, northeast of Venice, one of the more remarkable examples of folk religion in its annals, a sect of Friulian men and women called benandanti, the “do-gooders”.  Born with a caul, which they still wore around their necks, they went out a night (although still sleeping in their beds) to do battle with witches.  These specially chosen persons fought in military order, brandishing sticks of sorghum and fennel stalks against sorcerers who would destroy the crops.  Four time a year, at each seasonal equinox, they fought to protect the livelihood of their community, and on the way home, they broke into houses and drank wine in the cellars.
  This cosmic struggle, reminiscent of fertility rites across the world, is a version of the salvation journey motif.  And that is exactly how the benandanti saw themselves when they first explained their activities to the inquisitors; they were proud to be protectors of their neighbors.  The Inquisition, understandably, suspected them of devil worship, that is, of being witches, and began imprisoning them.  Perhaps because the court did not use torture, it took a very long time to break down the group´s self-image, several generations in fact, but by 1650 benandanti were confessing that they were witches, and the ritual came to an end.
  Benandanti (mostly men) opposed witches (mostly female) not only in night battles but on the streets of villages in broad daylight.  These “do-gooders” played the role of shaman for their communities, sometimes working as healers but mainly policing the boundaries between the ordinary world and the supernatural.” Anne Llewellyn Barstow, Witchcraze,  HarperCollins Publishers, San Francisco 1995  Pág. 90/91
 


  
" En las tierras de Italia, Carlo Ginzburg refiere que en 1575 la Inquisición descubrió en Udine, al noreste de Venecia, uno de los ejemplos más notables de religión popular registrada en sus anales, una secta de hombres y mujeres friulanos llamados benandanti, los "benefactores". Nacidos con una marca, que llevaban alrededor de sus cuellos, salían de noche (aunque permanecían durmiendo en sus camas) para combatir a las brujas. Estas personas especialmente elegidas lucharon en orden militar, blandiendo palos de sorgo y tallos de hinojo contra las brujas que destruían los cultivos. Cuatro veces al año, en cada equinoccio estacional, lucharon para proteger el medio de vida de su comunidad, y en el camino de regreso a casa, irrumpían en las casas y bebían el vino de las bodegas.
  Esta lucha cósmica, que recuerda a los ritos de fertilidad en todo el mundo, es una versión del viaje de salvación. Y eso es exactamente cómo los benandanti se veían a sí mismos cuando explicaron sus actividades a los inquisidores; estaban orgullosos de ser protectores de sus vecinos. La Inquisición, como es comprensible, sospechaba que adoraban al diablo, es decir, que eran brujos, y comenzó a encarcelarlos. Tal vez porque el tribunal no hizo uso de la tortura, se tomó un tiempo muy largo para romper la propia imagen del grupo, varias generaciones de hecho, y es recién en 1650 que los benandanti confesaron ser hechiceros, y el ritual llegó a su fin.
  Benandanti (en su mayoría hombres) se oponían a las brujas (en su mayoría mujeres) no sólo en las batallas de la noche, sino en las calles de pueblos en plena luz del día. Estos "benefactores" jugaron el papel de chamán para sus comunidades, a veces trabajando como sanadores, pero sobre todo en la vigilancia de las fronteras entre el mundo ordinario y lo sobrenatural.”


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