News by Ragnarök: sobre brujas, máscaras
y escobas.
El feriado me permite dedicarme desde temprano al avance de Ragnarök. Como corresponde, me disperso en varios
frentes: un dibujo puntillosos en tinta
verde y dorada del Mapamundi de Petrus Kaerius, de 1607, como base y contorno para
desarrollar en su interior a las más malevolentes representantes de mi Lista
de los Demonios; otros pequeños diseños de espaldas horadadas para mi
proyecto de Las Brujas; y, finalmente, el inicio de mi intervención
enmascarada a la escoba.
Por primera vez en mi vida entré a un negocio de insumos de limpieza para
comprar una escoba. Yo soy de la generación
de los escobillones de plástico para la intemperie y los de suave cerda para
los interiores de pisos flotantes y maderas laqueadas. “…De
esas grandes, de paja, como las de antes…” le pedí a un señor que me
miró un poco extrañado no por mi vocabulario sino por mi aspecto, ya que ayer,
cerca de las siete de la tarde, vestidita con mi ropa formal de trabajo y
cargando mi carpeta al brazo por haber salido recién de la oficina fuí a comprarla. Estudié con mucho cuidado las pajitas (que
fueran muchas, que estuvieran equilibradas respecto al centro, que propendiera
todo el artilugio a la simetría) y me negué a mirar otros “modelos” más económicos y más desarrapados.
Ya concentrada a primera hora de hoy a trabajar con ella, descubro que
hay cierto encanto sugerente en la forma en que está construida mi escoba. Independientemente de que su destino natural
no sea glamoroso, la forma de aprisionar las pajitas para darles forma y sujetarlas al palo tiene una gracia que
reconozco muy elegante. Posicioné una
máscara, trence con cartas del Oráculo
de Paracelso mechones de paja de su cabeza y coloqué una especie de cuello
que sujeté al dorso con cartapesta. Ahora debo esperar para comprobar en la
práctica si la cola rebajada y el papel de servilleta adhieren a la paja y
sostiene todo en su lugar. Si lo hace,
la estructura inicial habrá quedado lista para un segundo paso. Si se despega, habrá que pensar en otra cosa.
El rato que pasé jugando con la escoba ha sido no solo divertido sino
muy estimulante. En esa placentera labor
estaba cuando se me cruzó la idea de escribir en el mango, en el palo de
madera, el nombre de algunas brujas reales ajusticiadas por la Inquisición, ya
que en definitiva y más allá del evento que generó la idea de intervenir la
escoba, ella será parte de Ragnarök.
Así que el feriado también me ha proporcionado tiempo para una sesión en
mi biblioteca rebuscando material histórico.
Como siempre, mientras iba tras una nómina de brujas condenadas al fuego por
el Santo Oficio me distraje en otra cosa. Encontré con un pasaje muy interesante sobre la Witchs
Hunt que permite deducir que la persecución ha sido históricamente más una manifestación de misoginia cultural que de atávico miedo al demonio: brujos hombres (que eran los buenos) persiguiendo a las brujas
mujeres (muy malas). Como mi fuente es
un libro escrito en inglés lo transcribo en ese idioma y agrego mi dudosa y accidentada traducción al final.
“In the Italian lands,
Carlo Ginzburg has discovered that in 1575 the Inquisition uncovered at Udine,
northeast of Venice, one of the more remarkable examples of folk religion in
its annals, a sect of Friulian men and women called benandanti, the “do-gooders”.
Born with a caul, which they still wore around their necks, they went
out a night (although still sleeping in their beds) to do battle with
witches. These specially chosen persons
fought in military order, brandishing sticks of sorghum and fennel stalks
against sorcerers who would destroy the crops.
Four time a year, at each seasonal equinox, they fought to protect the
livelihood of their community, and on the way home, they broke into houses and
drank wine in the cellars.
This cosmic struggle, reminiscent of
fertility rites across the world, is a version of the salvation journey
motif. And that is exactly how the benandanti saw themselves when they
first explained their activities to the inquisitors; they were proud to be
protectors of their neighbors. The
Inquisition, understandably, suspected them of devil worship, that is, of being
witches, and began imprisoning them.
Perhaps because the court did not use torture, it took a very long time
to break down the group´s self-image, several generations in fact, but by 1650 benandanti were confessing that they
were witches, and the ritual came to an end.
Benandanti
(mostly men) opposed witches (mostly female) not only in night battles but on
the streets of villages in broad daylight.
These “do-gooders” played the role of shaman for their communities,
sometimes working as healers but mainly policing the boundaries between the
ordinary world and the supernatural.” Anne Llewellyn Barstow, Witchcraze, HarperCollins Publishers, San Francisco 1995 Pág. 90/91
" En las tierras de Italia, Carlo Ginzburg refiere que
en 1575 la Inquisición descubrió en Udine, al noreste de Venecia, uno de los
ejemplos más notables de religión popular registrada en sus anales, una secta
de hombres y mujeres friulanos llamados benandanti,
los "benefactores". Nacidos con una marca, que llevaban alrededor de
sus cuellos, salían de noche (aunque permanecían durmiendo en sus camas) para
combatir a las brujas. Estas personas especialmente elegidas lucharon en orden
militar, blandiendo palos de sorgo y tallos de hinojo contra las brujas que
destruían los cultivos. Cuatro veces al año, en cada equinoccio estacional, lucharon
para proteger el medio de vida de su comunidad, y en el camino de regreso a
casa, irrumpían en las casas y bebían el vino de las bodegas.
Esta lucha cósmica, que recuerda a los ritos de fertilidad
en todo el mundo, es una versión del viaje de salvación. Y eso es exactamente
cómo los benandanti se veían a sí
mismos cuando explicaron sus actividades a los inquisidores; estaban orgullosos
de ser protectores de sus vecinos. La Inquisición, como es comprensible,
sospechaba que adoraban al diablo, es decir, que eran brujos, y comenzó a
encarcelarlos. Tal vez porque el tribunal no hizo uso de la tortura, se tomó un
tiempo muy largo para romper la propia imagen del grupo, varias generaciones de
hecho, y es recién en 1650 que los benandanti
confesaron ser hechiceros, y el ritual llegó a su fin.
Benandanti (en su
mayoría hombres) se oponían a las brujas (en su mayoría mujeres) no sólo en las
batallas de la noche, sino en las calles de pueblos en plena luz del día. Estos
"benefactores" jugaron el papel de chamán para sus comunidades, a
veces trabajando como sanadores, pero sobre todo en la vigilancia de las
fronteras entre el mundo ordinario y lo sobrenatural.”
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