El
artista como ¿“marginal”? de su
tiempo.
Estar al margen es ir en paralelo. Compartir el mismo espacio y el mismo tiempo,
sufrir las mismas penas y padecer los mismos miedos, pero corriendo por afuera
de la pista. ¿Por qué? Porque las reglas y las metas son distintas. Para la sociedad todo está claramente
establecido y se tiene por preciado lo que se nos dice que vale: un buen
trabajo, un buen ingreso económico, un buen auto, una buena casa, una buena
cirugía estética… y siguen las bondades. Para el artista nada es claro y ciertamente
nada está establecido de antemano. El
artista sufre la maldición de Machado:
“Caminante,
no hay camino; se hace camino al andar”.
El artista busca, no sabe qué, pero busca y experimenta. Analiza.
Saca conclusiones. A veces avanza
uno para delante y dos para atrás. El
artista es una Oca en juego. Puro azar.
Y para el artista no hay meta, sólo búsqueda. El artista no va a ninguna parte, el artista
vive y se desvive apasionadamente. A la
sociedad le gusta la prudencia y lo previsible.
El artista no puede no estar al margen de eso: lo prudente es apartarse de cualquier amague de vocación
artística apenas aflora, y si está
previsto no es arte.
La marginalidad es inevitable, aunque el artista
trate de convivir de modo civilizado y armónico con su tiempo. Pero no se entienden. Van por caminos diferentes, no antagónicos
pero escindidos por completo. Distintos
idiomas y distinta fe.
“Mía. La historia de uno de mis desvaríos.
Desde
hacía mucho tiempo yo me jactaba de poseer todos los paisajes posibles, y
encontraba irrisorias las celebridades de la pintura y de la poesía modernas.
Amaba
las pinturas idiotas, paneles de puertas, decoraciones, telas de
saltinmbanquis, insignias, estampas populares; la literatura pasada de moda,
latín litúrgico, libros eróticos sin ortografía, novelas de nuestras abuelas,
cuentos de hadas, libritos infantiles, óperas viejas, estribillos bobos, ritmos
simples.
Soñaba
cruzadas, viajes de descubrimiento de los que no se tienen relaciones,
repúblicas sin historias, guerras de religión sofocadas, revoluciones de
costumbres: desplazamientos de razas y de continentes: yo creía en todos los
hechizos.
¡Yo
inventé el color de las vocales! –A negro, E blanco, I rojo, O azul, U verde.-
Establecí la forma y el movimiento de cada consonante, y con ritmos instintivos
me jacté de inventar un verbo poético accesible, un día u otro, a todos los
sentidos. Yo reservaba la traducción.
(…)
Yo he creado todas las fiestas, todos los triunfos, todos los dramas. He intentado inventar nuevas flores, nuevos
astros, nuevas carnes, nuevas lenguas,
He creído adquirir poderes sobrenaturales. ¡Y bien!
¡debo enterrar mi imaginación y mis recuerdos! ¡Una hermosa gloria de artista y de narrador
perdida!
¡Yo!
¡yo que me he dicho mago o ángel, dispensador de toda moral, soy devuelto al
suelo, en busca de un deber, y para estrechar la realidad rugosa! ¡Campesino!”
Arthur
Rimbaud Una temporada en el Infierno – Delirios Efece Editores, Buenos Aires 1977 pág.
216/217 -229
Probablemente, para la sociedad de su tiempo el destino errático e
improductivo de un joven brillante como Rimbaud
fue una vida desperdiciada. Hoy sabemos que A noir, E blanc, I rouge, U vert,
O bleu: voyelles… , y personalmente creo que ese conocimiento ha hecho
al mundo un lugar mejor.
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz.
Cumplida no fue su joven voluntad.
Mi
mente se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.”
del arte, que entreteje naderías.”
Jorge
Luis Borges
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